Añeja Fantasía: Evocación del orbe

Capítulo 17. Tóxico amor

Esa mañana el día no había amanecido como se esperaría, se avecinaba una tormenta o eso asemejaba, todo estaba nublado y parecía que nunca se había ido la noche. Cuando Edelina salió de su habitación un dolor punzante en su frente daban la advertencia de lo que seguía. Se estaba enfermando.

"¿Ni siquiera podía librarse de los germenes?" Pensó algo irritada por la sensación a congestión. 
Salió en camino a la cafetería y paso tras paso observaba como los pasillos estaban tan oscuros, quizá incluso su ropa blanca brillará más que las inútiles lámparas. Y cuando finalmente se paró frente a la puerta llegó la desepción hasta su estómago, quien gruñia dominante... la cafetería  estaba cerrada. 
Miro alrededor y es que no era tan temprano en realidad podría estarle pegando a la una o dos de la tarde y aun así se veía afectada. 
Regreso por su mismo camino con pasos lentos y flojos, estaba todo tan silencioso salvo sus pasos en el metal de los suelos. Uno, dos, uno, dos, y entonces choco con la pared, el contacto con sus manos había retenido el impacto pero aun así sintió el súbito golpe, sin darse cuenta que era su tacto el que le ayudaría a moverse.

Las luces explotaron una tras otra conforme a los pasos que ella había caminado, el sonido seco de los cristales cayendo por todas partes llamó su atención impunsandola a correr cierta distancia hasta que dio por vencido el juego, pues la operada explosión término con todas las lámparas dejándola en la completa oscuridad.  
- ¿Hola?- preguntó al aire como si este le fuera a responder... O pero claro que podría hacerlo, más no ahora.
Se movió cuidadosamente buscando el crucé, pues si su mente no le fallaba tenía que seguir caminando derecho y encontraría la salida. 
No obstante quien le mantenía allí no le esperaba dejar salir o al menos no se lo pondría fácil; ni siquiera era necesario que Edelina viera a alguien, bastaba con un golpe o un paso para que entrará en pánico y comenzará a correr. Y eso fue el factor a favor de la Ker, quien en realidad no estaba caminando por los pasillos sino que se escurriendo por los ductos de ventilación que estaba sobre la cabeza de Edelina.

En ese momento calló desde arriba como una cucaracha dejando escapar el apestoso olor a sangre y tierra, quedando justo a la espalda de Edelina, a sólo unos centímetros de su cuello. Las respiraciones de ambas se agitaron, una por placer y la otra por terror respectivamente. Y este sentimiento se volvió un acción para cuando los dedos helados de la Ker tocaron la piel blanca de Edelina, esta última se estremeció y dejo escapar un quejido aún sin haber sufrido ninguna herida. Cosa que satisfacía el ego de la intrusa.
Sus manos eran pegajosas pero eso no retiraba la mínima oportunidad de dejar a Edelina sin Aliento. Era la misma mujer, la misma que la había acosado en la habitación del hospital.
Esta le cubrió la cadera con su babosa sensación mientras jugueteaba con sus manos desde allí  hasta la cintura sobre su ombligo. 
Levantó en sus esmerados movimientos la orilla de su blusa y comenzó a acercarse aún más a su cuerpo, dejando a ambos totalmente pegados. Edelina se endureció aún más tratando de mirar hacia atrás sin éxito, a ese paso la habrían violado un par de veces sin problema pues ella no era capaz de reaccionar, ni siquiera para pedir ayuda. 
La mujer con su misma seductora forma jugueteo con su cuerpo, hasta que totalmente excitada por el olor que expiraba de Edelina clavo sus dientes en su hombro derecho, dejando escapar así finalmente ese grito aterrorizado que suplicaba piedad. Inmediatamente la sangre se escapó empapando su ropa, cosa que por consiguiente la Ker lamió hasta casi perforar la blusa. 
Edelina comenzó a lloriquear rogando que pudiera escapar, lamentablemente ella esperaba que la salvarán ella no creía que pudiera huir sola.

No fue hasta que cayó al suelo casi muerta cuando otra presencia se abrió paso entre ellas y alejo su cuerpo moribundo de la ker. Edelina apenas pudo abrir los ojos para darse cuenta que Pascal estaba allí y deslumbraba con las mismas enormes alas que tenia Roland, pero estas con un brillante color blanco. Un ángel pensó ella antes de dormirse en el suelo humedo.
Némesis que se encontraba ingresando por la puerta de la bodega se detuvo en el sonido de la pelea, y directamente se encontró para frente a ambos mirando con lujuria la energizante escena. Sonrio y antes de abandonarlos soltó una carcajada pues estaba viendo una la pelea entre el Dios Hipnos y la Ker. 
Todo se compensaría, la justicia siempre se presentaba pensó entrando a los túneles subterráneos antes de desaparecer nuevamente.

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Pascal dejo a Edelina en su habitación y la miro repetidas veces esperando una reacción mientras el miraba el sombrío exterior por sus ventanas.

- ¿Qué era eso?- Dijo ella finalmente y Pascal escondiendo su jubilosa sonrisa contestó su pregunta sin tartamudear.
- Una Ker... no debes escucharlas.
- ¿Escucharlas? 
Él volvió su mirada a su cuerpo, ni siquiera se había percatado de lo sucia que había dejado su ropa y entonces  la miro, ni siquiera se había parado de la cama.
- ¿Cómo te sientes?- preguntó un poco dudoso pues su hombro nunca dejó de expulsar su sangre. 
- Responde- exigió 
- Suelen estar en las mejore guerras, en las más crueles masacres solo para beber ansiosamente la sangre de los desafortinados.
- ¿Qué manía por sacarme la sangre? 
- ¡eh? 
- En el hospital, uno de esos brujos o lo que sea intento rasgarme la piel. 
Dijo mostrando el pequeño rasguño que le había quedado demostrando que nada había sido un sueño, solamente tenía que comprender hasta que punto pueden usar sus ilusiones, esa marca que tenia en la muñeca y ahora la marca que quedaría en su hombro. Él la miro un tanto asustando por la salvaje forma en que mantenía a su cuerpo pero luego retiro su dolor del pecho y camino a la puerta. 
- Debes descansar, buscare a Roland.




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