Aparcamos en el estacionamiento de un bonito restaurante con terrazas afueras de la ciudad. Edward estaba conduciendo, e intenté ignorar con todas mis fuerzas a la camioneta detrás de nosotros que nos seguía: claramente los Guardianes no nos dejarían solos.
Gobernó un extraño silencio en el auto, donde Edward no sabía qué decir y yo no terminaba de decidir de si debía bajar o no para ver a mi padre, la valentía que me había invadido hace apenas minutos atrás se había esfumado de la nada ¿Y si me decía algo que no quería escuchar? ¿Qué haría si me dice que esta será la última vez que nos vemos? Creo que empezaba a entrar en pánico y en cualquier momento empezaría a hiperventilar.
-Todo estará bien – Edward apoyó su mano en mi hombro – Te estaré esperando hasta que termines – Su interrupción permitió que por un momento recuperara mi determinación.
Asentí en su dirección mientras que bajaba del auto y me obligaba a no mirar a mis Guardianes en la camioneta detrás de nosotros, pues sentía que de hacerlo podría lanzarme a llorar como una niña asustada pidiendo su ayuda al ser incapaz de enfrentar la situación. Aun así, sentía su mirada fija en mi nuca.
Caminé con inseguridad sobre el adoquín de la entrada, esforzándome por normalizar mis respiraciones antes de levantar la vista y buscar a papá, y no tardé en encontrarlo pues el lugar estaba prácticamente vacío, me esperaba sentado en una de las mesas más apartadas del lugar, junto a un frondoso árbol que resguardaba la zona de la luz solar y las miradas indiscretas.
Mis manos temblaban mientras que caminaba en su dirección y por un momento creí que mis piernas se comportarían igual, aun así y contra todo pronostico fui lo suficientemente ágil como para no tropezar en todo el trayecto hasta sentarme frente a él.
Se veía exactamente igual a la ultima vez que lo vi, Su cabello corto adornado solo por algunas canas, una barba incipiente pero bien cuidada, sus hermosos ojos que se debatían entre el esmeralda y el azul, no pude percibir si quiera una nueva arruga, es como si se hubiera mantenido congelado en el tiempo hasta ese momento donde volvía a verlo.
-Lyla – Su voz salió desgarrada, y aunque trató de mantener la compostura vi que su perfecta fachada se rompía un poco. Solo había visto así a mi padre dos veces en toda mi vida: cuando Katte murió y ahora.
-Papá – Mi voz también tembló, si mi madre me viera estaría decepcionada de mi poca compostura – Hace un tiempo que no te veía – Intenté sonreír para restarle tensión al momento mientras que hacia mis manos un puño debajo de la mesa ante la necesidad de abrazarlo y colgarme de su cuello como cuando era pequeña, sin saber cuáles eran las intenciones detrás de esta reunión, bajo la idea de proteger mi corazón de otra decepción o rechazo.
-Te ves diferente – Trató de devolverme la sonrisa – mucho mayor – A diferencia de mí, papá parece que sí me veía diferente, cambiada.
-Salí de la pubertad – Asentí con mi cabeza dándole a entender que les encontraba sentido a sus palabras – Me debo ver diferente.
- ¿Cómo has estado? – Se interesó de pronto – Me he enterado de los últimos acontecimientos…
- ¿El secuestro? – Pregunté tratando de restarle importancia – Estoy bien, no recuerdo prácticamente nada así que es como si nunca hubiera pasado…
-Lo escuché en las noticias – Negó con su cabeza completamente serio, como si no terminara de creer algo que cruzaba su mente – Así que era cierto… No tienes recuerdos de lo sucedido…
-Lo es – Le aseguré sin saber exactamente qué hacer ante su mirada triste y lo ambigua que estaba siendo la conversación, sabiendo que en cualquier momento me podrían dar la estocada.
-Lo cierto Lyla – fijó sus ojos en los míos – Es que te he echado mucho de menos y lamento mucho no haber estado ahí para ti… - Su voz volvía a flaquear y mis ojos comenzaban a cristalizarse, un nudo se instaló en mi garganta – No soportaría perderte también a ti – Y hasta ahí llegó mi compostura. Me levanté de la silla como pude mientras que las lagrimas comenzaban a correr, me senté junto a papá y me acurruqué a su lado como si volviera a tener 8 años y no 18.
Quería explicaciones, quería saber por qué se fue, por qué me dejó con mamá, por qué negociaron mi cabeza como si de una propiedad se tratara, quería saber muchas cosas, quería recriminarlo y apuntarlo con el dedo, pero de a poco la rabia se convirtió en tristeza, y me di cuenta de lo mucho que extrañaba a papá, y de cuánto me lastimaba el que se hubiera ido.
Papá tenía enterrado su rostro en mi cabello y yo el mío en su fina camisa de seda mientras que la arruinaba completamente con mis lágrimas. Sus brazos me rodeaban como si intentara detener el extraño tembló que sacudía mi cuerpo ¿Él también lloraba? No estaba segura, mi propio llanto no me permitía escucharlo. Habían pasado muchas cosas, y yo necesitaba de mis padres, tanto de mamá como de él, aunque no quisiera admitirlo.
Transcurrido unos minutos que me sirvieron de desahogo, tenía la serenidad suficiente como para escuchar lo que tuviera que decirme, aunque fuera un adiós, al menos lo había abrazado de nuevo luego de un largo tiempo.
-No querías verme solo para decirme que me extrañabas ¿No es así? – Hablé como pude mientras que volvía a sentarme correctamente en mi asiento.
-No – Me dedicó una sonrisa torcida mientras que pasaba el dorso de su mano sobre sus ojos enrojecidos por las lágrimas – Vengo a contarte la verdad.