Ángel Ciego 6. El hijo de Izbet y Piccolo

Parte 4

El pequeño podría derrotar a esos humanos, pero siempre seguía las instrucciones de sus padres, que cuando hubiera personas normales no mostrará sus habilidades.

Las madres se dieron cuenta que algo pasaba, pero no sabían qué hasta que Marcos llegó y les contó.

— Dejaste a tu hermana — miró preocupada como los delincuentes entraban con unos niños, ahora sabía que uno era su pequeña Bet.

— Ella se golpeó la cabeza, y perdió el conocimiento — al ver la mirada de preocupación de su madre se defendió — no fue mi culpa.

— ¿Y mi niño? — preguntó la ciega.

— Se devolvió para tratar de ayudarla. Se los llevaron a los dos.

— ¿Qué hacemos? — la mente de la madre de los mellizos estaba en blanco.

— Marcos quédate acá, Jenny acompáñame, necesitaré tu ayuda.

El lugar estaba rodeado de policías, el superior de todos al ver a las mujeres que se acercaban les cortó el paso para detenerlas.

— Oficial por favor, es mi hija a quien tienen, debo ayudarla.

— Lo siento, no pueden pasar.

— Oficial, soy Izbet Supay, amiga personal de Míster Satán. Me haré cargo. Jenny vamos.

— Ni aunque fuera el Papa, no las dejaré pasar.

— Intente detenerme — el tono y la expresión que usó la mujer ciega dejó helado al oficial — vamos amiga, el amable policía lo pensó mejor.

Ya dentro, la madre de la niña secuestrada le dijo dónde estaban las cámaras de seguridad, y la medio demonio las inutilizó. Recién entonces se dirigieron donde los delincuentes.

— Mire jefe, más rehenes.

— Dejen ir a los niños, soy Izbet Supay, puedo servirles mejor para lo que quieren.

— Ahora tenemos a los niños y a ustedes ¿Por qué dejar ir a alguno? jajajja — respondió el líder de la banda — vigilenlas — y dos de sus sicarios quedaron apuntándoles.

— Yun — su madre le hablaba muy bajo en el idioma namek, simulando convensar con su asistente — cuando dejen de apuntarles a la cabeza a ti y a Bet, haz un campo de fuerza y llevala donde está Jenny, protégelas hasta que salgan de aquí ¿Entendido?

—Sí mamá.

— Jenny — ahora le susurro a su amiga — cuando le diga a Yun llevará a Bet contigo, por favor llévatelos y cuídalos.

— Pero...

— Haz lo que te digo — dijo sin posibilidad de réplica, cuando la mujer rubia se desplazó hacia la izquierda, la ciega desplegó sus alas negras, y sus ojos se volvieron oscuros, los ladrones, obviamente asustados, concentraron los disparos en ella, esa era la oportunidad que esperaba.

— Yun ahora.

Salió corriendo con la niña en sus brazos, la madre de la pequeña de los ojos azules los abrazó y los sacó al exterior, unos minutos después Izbet dejó a casi todos inconscientes, sólo quedaba en pie el que apuntaba en la cabeza a los niños.

— Detente demonio, te conjuro que desaparezcas, en nombre de la luz – con sus dedos hizo una cruz que puso en la frente de la mujer.

— Conmigo no sirven esas cosas, prepárate para morir — lo tomó del cuello dispuesta a rompérselo — pusiste en peligro a mis niños.

— Iz, por favor, no lo hagas — gritó su amiga que se devolvió sola a ver si podía ayudarla en algo.

La mujer del mechón blanco se detuvo y volvió a la normalidad.

— Agradécele, si fuera por mí ya estarías muerto — volteó hacia su asistente — por favor llévate a los niños, iré a buscar a Yun más tarde, no quiero que queden expuestos a los periodistas.

— Tranquila, eso haré.

Cuando la mujer ciega salió, entró la policía que encontró a todos los asaltantes inconscientes, y a uno llorando de miedo. Afuera, como había pensado los periodistas la rodearon, así la otra pudo llevarse a los niños tranquila.

Un poco más tarde en casa de su amiga.

— Que bueno que Bet está bien — dijo la medio demonio, al llevarla al hospital solo tuvo un moretón donde se había golpeado al huir asustada.

— Ahora descansa, Yun no ha querido separarse de su lado, se quieren tanto esos dos.

— Gracias por detenerme, si no me gritas lo mató — aseguró la mujer ciega.

— Sé que la quieres como si fuera tu hija, y que decir de tu pequeño, es la luz de tu vida, tranquila, te entiendo.

— Es mejor que nos vayamos, sino Piccolo sabrá que algo pasó, y no quiero escuchar sus gritos, se enojaría que no le avise para ayudarnos, pero de verdad sabía que yo podía sola.

— Iré a buscar a tu niño, espero convencerlo de irse.

Luego de prometerle que podría pasar todo el día siguiente con su amiga, el niño se fue con su mamá.

Al llegar a casa estaba el guerrero verde esperándolos, los recibió como siempre, por lo que ellos supusieron que no sabía nada de lo que ocurrió, cuando empezaron a cenar ella no quiso poner la televisión, cosa extraña, así que él insistió.



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En el texto hay: culpa, amormaternal, decepción

Editado: 16.12.2019

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