Lucía se había quedado dormida profundamente, había estado estudiando biología y anatomía para no olvidarse en las próximas clases y eso causó que no escuchara la alarma a tiempo.
—¡¡¡Aaaaaah llego tarde!!! —exclamó mientras se peinaba el cabello y se ponía sus botas de invierno.
—Buenos días Lucía —saludó Samuel sonriendo, luego junto sus manos y se acercó a Lucía —eeeh ¿puedes...?
—¡No! ¡No voy a acompañarte! además voy a llegar tarde —dijo Lucía apurada.
—Podemos llegar tarde juntos ¿Qué dices? —preguntó Samuel pícaro, pero ella seguía sin aceptar.
—¿Contigo? No gracias, puedo soportar las quejas de una maestra, pero las miradas de las chicas no, aléjate de mí —contestó Lucía sarcásticamente.
—De acuerdo, pero al menos déjame acompañarte de lejos, estaré a cuatro metros de distancia, no notarás mi presencia —dijo tratando de convencerla.
—¡¡¡Uff!!! de acuerdo pero de lejos ¿estamos? —respondió Lucía resignada.
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En clase todo transcurría con normalidad, Samuel contento y activo y Lucía seria y fastidiada, ya que las chicas aún la observaban con envidia y para una antisocial, era como si las miradas fueran cuchillos que la están amenazando.
—El fin de la medicina es aliviar el dolor y el sufrimiento causados por males...—explicaba la maestra; Samuel se rascaba la cabeza porque había olvidado algunos útiles escolares.
—Lucía ¿puedes prestarme tu borrador? —preguntó nervioso Samuel
—¡Toma y silencio! —respondió Lucía indiferente
—Gracias...
—Señorita Lucía, ¿puede salir adelante, por favor? —preguntó la maestra un poco enfadada —quiero que explique sobre el tema que acabo de hablar...
—Esta bien...—mientras ella se paraba, miró a Samuel y lo fulminó con la mirada.
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En el receso, todos estaban admirados de Lucía. Había enseñado la clase de medicina a la perfección, e incluso lo había explicado mucho mejor que la maestra, eso fastidio un poco a la docente pero también la halago al final.
—Vaya Lucía, eres inteligente —dijo Sofía asombrada —explicaste los fundamentos de la medicina a la perfección.
—Hasta la maestra aplaudió del asombro —dijo Víctor casi riendo—a decir verdad, si fueras más amable, tal vez le caerías bien a todos; aparte eres muy linda...
—¿Podemos continuar con el proyecto? Quiero tener mi fin de semana libre para seguir estudiando —respondió Lucía un poco fastidiada.
—Creo que Lucía quiso decir gracias...a su manera —dijo Samuel tratando de calmar el ambiente —vamos a ver que avanzamos....
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En la salida, Samuel se acercó a Lucía para calmarla y quizás, convencerla de tratar con menos sarcasmo a otros; pero lo que consiguió fue el rechazo y el enfado de Lucía.
—Creo que te excediste un poquito hoy —dijo Samuel preocupado.
—Yo no tengo tiempo para ser amable, solo quiero tener todo listo para descansar —respondió Lucía, Samuel la miraba e intentaba razonar con ella.
—Me refiero a la manera en cómo lo dijiste, no estuvo bien —dijo Samuel triste.
—¿Así? ¿Eres mi superior para que me des órdenes? ¡Lárgate y déjame en paz ¿quieres?! —exclamó Lucía.
—Yo solo...quería...—contestó Samuel casi con lágrimas en sus ojos, ella se enfadó aún más, porque por alguna razón le recordó a Sebastian.
—¡¿Sabes qué? Vete a llorar a otro lado! —exclamó Lucía furiosa y se fue del lugar; en el fondo sabía que no estaba bien lo que había hecho, pero después de lo que había vivido temía que se repitiera su trauma. Esa noche Lucía no pudo conciliar el sueño, pues no dejaba de pensar en Samuel y de como lo había tratado en la tarde, la culpa la carcomía por dentro.
—Creo que no debí desahogarme con él, no fue justo —decía Lucía pensativa —debo disculparme con él...
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Al día siguiente Lucía esperaba que Samuel se sentara y que hablaran sobre la situación de ayer, pero él se sentó con otro compañero y ni la miró. Para Lucía, eso era muy extraño y suspiró un poco "triste".
—Esto es muy raro, siempre llega conmigo y se sienta a mi lado —pensaba Lucía —ahora solo me ignora y se cambió de lugar después de lo de ayer...
—¡Alumnos! Hoy habrá examen de entrada sobre conocimientos básicos sobre la religión —dijo la maestra seria —quiero que contesten lo que saben, no influenciará en sus notas pero sabrán al menos que tanto saben sobre el tema.
Lucía no sabía nada sobre el tema, ella es atea desde que su tía murió y jamás se le hubiera ocurrido tener una prueba como esta en su vida; después de todo, escogió estudiar medicina. Todos entregaron sus pruebas y hablaban entre susurros sobre las posibles respuestas, Lucía solo atinaba a estudiar y no fijarse en el resto.
Al día siguiente, los resultados estaban pegados en la entrada del aula, grande fue la sorpresa de todos al ver que la más alta calificación era la de Samuel. La noticia del momento era Samuel, que no solo era un chico muy simpático y atractivo, además manejaba al derecho y al revés los temas religiosos
—Oye, ¿puedes creerlo? —decían las chicas más populares entusiasmadas—¡Samuel obtuvo el mayor puntaje! ¡Aparte de guapo, también es un poco "nerd", eso lo hace aún más interesante!
—Ahora entiendo porque se viste todo el tiempo con polos blancos y tiene como amuleto una pulsera con una pequeña cruz, es religioso —decían los chicos un poco disgustados, ya que los chicas fijaban su atención en Samuel y no en ellos.
—Tamaya fue la única que obtuvo cero como puntaje —decía la chica más tímida a sus amigas—hasta yo pude sacar cuatro puntos, pero ella que es la más estudiosa...
Lucía estaba demasiado incómoda con esta situación, y más aún cuando no hallaba el modo de disculparse con Samuel, ya que si notaban que se acercaba a él, correrían los rumores y la situación se pondría más tensa.