Lucía estaba un poco nerviosa por lo que iba a decirle a Samuel, pero ella lo había prometido y una promesa siempre se debe cumplir si se tiene sentido de moralidad y ética, y Lucía lo tenía desde siempre.
—Pues...¿qué? —Samuel la miraba un poco confundido, y Lucía se acercó directamente para perder un poco los nervios, pero fue peor.
—Em...tú...recuerdas...la...¿apuesta? —él asintió y luego se sonrojó.
—¡Claro! Entonces...¿Quién ganó? —preguntó curioso, ella no lo miró a los ojos y sonrió.
—Aunque parezca mentira, fuiste tú.
—¿¡Qué!? —sin darse cuenta él dio un mini salto y estuvo a punto de abrazarla, pero ella parecía nerviosa e intuyó que no quería cumplir la apuesta, así que mintió —pero si te incomoda, mejor lo olvidamos...era solo un chiste lo que te dije...
—¿Bromeas? Lo que tengo miedo es que me pidas algo costoso, después si quiero cumplir con el castigo, yo siempre cumplo mis promesas —Samuel al verla con esa convicción sonrió un poco triste, ya que ella hizo también una promesa y...por el suceso de su tía, no lo cumplió.
—Está bien, el castigo es que saldremos juntos a un lugar con mucha gente y que sea divertido —definitivamente eso sí hizo temblar a Lucía, ella no le gustaba mucho los lugares concurridos, apenas podía tolerar estar con Sofía en el centro comercial y siempre al llegar a su piso, tomaba una ducha y se acostaba por las pocas energías que le quedaban.
—¿Ah? ¿estaaaas seeeeguuurooooo?
—Muy seguro, siempre quise ver a muchos humanos de diferentes edades en un solo lugar.
—¿Humanos? —Samuel se dio cuenta de lo que dijo y desvió la mirada nervioso.
—¡Personas! Quise decir personas, que son lo mismo ¿no? —ella solo lo observó y suspiró.
—Está bien, escogeré un lugar concurrido —respondió mientras entraba a su casa.
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El día estaba soleado y brillaba con intensidad, ella estaba con unos pantalones vaqueros jeggings de mezclilla cortos, zapatillas blancas y camisa color celeste con mangas cortas, Lucía fue a ver a Samuel y al verlo quedó casi sorprendida. Estaba vestido con jeans, polo y camisa blanca con cuadros color negro, zapatillas blancas y chaqueta negra, era un estilo que no había visto en Samuel.
—¿Me veo bien? —preguntó mirándola preocupado, ella asintió un poco dudando porque él estaba abrigado para un día con mucho viento.
—Si, pero ¿por qué vas abrigado?
—Créeme que tengo un sexto sentido con respecto al clima, por eso es que llevo puesto una chaqueta, deberías hacer lo mismo —en realidad Samuel había vivido muchos años en la tierra cuando era ángel, es decir, Sebastian; es por eso que sabía leer a la naturaleza.
—Confío en el pronóstico del clima de las noticias, pero mejor vamos que se hace tarde —ambos partieron en un bus y luego caminaron doce cuadras para respirar aire puro, durante todo el recorrido Samuel miraba a todos lados, ella le preguntaba si pasaba algo y él solo decía que estaba observando todo para no olvidarse de nada. Después de casi media hora de caminata, llegaron a su destino.
—Y dime ¿Qué opinas? —Lucía había llevado a Samuel a un lugar donde habían personas de diferentes edades que se divertían mucho y reían sin parar.
—Tengo que admitir que no creí que me trajeras a este lugar, ¿segura que estás cómoda? —preguntó preocupado, sabía que ella detestaba los lugares donde hay mucha gente y le parecía extraño que lo haya llevado precisamente a uno de los lugares más concurridos de la ciudad, claro que recordó después que fue su idea de que ella esté en esas circunstancias.
—Creo que ya es tiempo de dejar mis inseguridades atrás, además tú estás a mi lado y eso me reconforta —respondió tranquilizándolo, eso lo entusiasmó como un niño.
—En ese caso...—Samuel tomó la mano de Lucía y corrieron con toda prisa —¡vámonos rápido!
—¡Oye despaciooo!
—¡El tiempo es corto y debemos entrar a todos los juegos! — ella iba a molestarse por su actitud tan infantil, pero esa era la apuesta que debía cumplir y tenía que soportarlo.
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Definitivamente Samuel tenía más energía que Lucía, había subido a todos los juegos "suaves" del parque y quería subirse a los más peligrosos, ella se negó rotundamente y solicitó descansar en una de las bancas que estaba cerca a una dulcería.
—Samuel ¿podemos darnos un respiro? Estoy agotada —dijo ella sentándose de manera brusca en la banca y se abanicaba con el mapa que habían dado en la entrada para no perderse entre tantas atracciones.
—¿Ya te cansaste? ¡Ufa! Está bien, entonces déjame comprar algo ¿si?
—No es necesario, yo tengo dinero aquí —ella se disponía a buscar su cartera para darle dinero, pero Samuel la detuvo.
—Ni se te ocurra darme dinero, has hecho un gran esfuerzo para venir aquí. Déjame recompensártelo al menos con algo ¡espera aquí! —ella esperó sonriendo por su actitud infantil de él y miraba a algunos padres divirtiéndose con sus hijos, eso causó un poco de nostalgia en ella —¡ya vine!
—Y bien ¿Qué has traído?
—Cierra los ojos y adivinarás —dijo sonriendo de manera pícara.
—Samuel ¿es en serio? —ella cerró los ojos y él había metido algo en su boca que le hizo recordar al pasado. Recordó que en su primer día de clases del jardín, su tía le había comprado algo para que pudiera calmar sus nervios. Era algo muy suave y esponjoso, recordaba que era muy dulce y en su lengua se deshacía fácilmente, su boca se había ensuciado un poco y parecía que tenía barba como santa Claus.
—¡Es algodón de azúcar! El mismo que comí años atrás —respondió sonriendo.
—¡Sabía que te iba a gustar! Adivina el sabor —ella con una mueca sonrió.
—Es obvio, es de fresa.
—Tienes un buen paladar Lucia, estoy sorprendido —contestó pícaro.
—La que está sorprendida soy yo, no pensé que me comprarías algodón de azúcar.