Ángel de sangre

Capítulo 11. La desgracia no viene sola

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La desgracia no viene sola

 

 

El arrepentimiento comenzó más rápido de lo que cualquiera se habría esperado. Xero y Yannik dejaron atrás toda la calma que tuvieron en un inicio y ahora que Aiken los aceptó a regañadientes en su hogar, eran realmente molestos. Para el humano, era como soportar a una multitud de Jacks que provocaban terribles desastres alrededor de la casa.

Era ya más de un año desde que golpeó a Levi por accidente con su vieja camioneta y a pesar de que a la vista de los demás su vida seguía tan aburrida y monótona como antes del accidente, él se sentía como una persona diferente. Como si hubiera renacido en un mundo completamente nuevo.

A pesar de que Xero tuviera una actitud fría y calculadora la gran parte del tiempo, en realidad era tan volátil como lo habría sido un humano en su adolescencia, con los cambios de humor y chistes malos incluidos. En cambio Yannik era, por definición, un revoltoso. No perdía ninguna oportunidad para gastar bromas o molestar a cualquiera. Por fortuna, Levi era el mismo chico tímido con el que Aiken pasaba más tiempo.

Sus horas juntos se incrementaron al no tener que esconderse más de los nuevos residentes. El hecho de que el estado de Levi había mejorado, también fue una gran influencia. Las pequeñas lecciones de lectura eran más fáciles de disfrutar gracias a la presencia tranquila que siempre proyectaba Levi.

Aunque no todo era tan bueno como lo habría imaginado. Sin importar cómo se mirara, su nueva vida no era ningún cuento de hadas.

Aiken descubrió tantas cosas sobre su abuelo que llegó a preguntarse a sí mismo si el hombre que conoció era el mismo de quien Xero hablaba. No fue tan solo un simple simpatizante de demonios, sino que él los protegía. Construyó esa enorme casa para poder ocultarlos de una forma más eficaz, evadía cualquier encargo o trabajo importante que pudiera llegar a tener en su empleo y también consiguió la mejor forma para evitar cualquier enfrentamiento con los reguladores.

Pasó su vida de la manera más pacífica posible si se consideraba la clase de experiencias que tuvo.

Xero no le explicó más detalles sobre las últimas décadas. Lo único que sabía, eran las noticias que transmitían cada cierto período, igual que todo el mundo, pero vaya que se tomó un tiempo para aclararle que Cyrus Eerior fue en verdad un gran hombre.

—Deberías conformarte con eso —murmuró para sí mismo, un intento fracasado por imitar la voz del demonio—. Él se debería conformar con…

Refunfuñó en voz baja durante un largo rato, mientras hacia el repetitivo trabajo de fregar los trastes; actividad que disfrutaba la mayor parte del tiempo, pero que en ese justo momento le helaba las manos. Estaban cerca del invierno y las tuberías se enfriaban en todas las colonias.

—¿Ahora también hablas solo? —susurró alguien contra su oído.

Sin pensarlo dos veces, se apartó de golpe y el plató resbaló de sus manos. Aunque eso no importó mucho, los reflejos del indeseable acompañante eran escalofriantes. Como lo haría durante los últimos meses, posó ambas manos sobre sus caderas con el ceño fruncido.

—¿Podrías parar de hacer eso, Yannik?

El aludido tan solo esbozó la gran sonrisa traviesa que lo caracterizaba y dejó el plato en donde se supone que debía ir antes de que se apareciera en la cocina sin avisar a nadie. Era como un niño, disfrutaba tener más poder que otros y le divertía presumirlo.

—Es divertido asustarte, Hope —dijo, sus ojos brillaron con una malicia infantil ante el sonrojo del humano por el extraño apodo que Yannik le regaló hacía unos cuantos meses—. Algún día lograré que grites de verdad.

—¿También podrías dejar tus chistes malos? No me gusta el doble sentido —repitió, con voz cansina—. Deberías ahorrártelos para Xero.

—Xero no es divertido —resopló, sentándose sobre la isla que dividía la cocina en dos partes, a sabiendas de que eso no le gustaba a Aiken—. Intento bromear y parece como si quisiera quemarme vivo. Molestar a Xero con una palabra, es como molestar a una bestia.

Sin poder evitarlo, la curiosidad de Aiken salió a la luz una vez más.

—¿Su nombre realmente es Xero?

Yannik lo miró con sorpresa, como si no se esperara que Aiken eligiera esa pregunta de entre todas las que podría formularle al joven chico inexperto. El humano siempre era la persona más inoportuna que pudiera haber conocido.

—No. En realidad… —Pronunció con cuidado y cuidó mejor las palabras que utilizaría—. Ningún demonio tiene… tenemos, un nombre real, tan solo nos bautizamos a nosotros mismos como queramos.

Por primera vez, el humano encontró una buena oportunidad para conseguir las respuestas que deseaba y aunque era muy seguro que muchas de ellas permanecerían como un misterio, seguro que lograba algunas buenas revelaciones. La circunstancia resultó tan esporádica que las preguntas habían perdido el orden original.




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