Angel Guardian

-Capítulo 22- Quiero que termine.

-Marrom-             

-Marrom-

Sonrío con diversión al ver como el helado se va derritiendo entre los dedos del pequeño. Saco de mi mochila las tollas húmedas y sin previo aviso le quito el helado de las manos y lo pongo dentro de un vaso extra que pedí. Andrew se sorprende y parpadea desconcertado, pero yo sigo lo mío y paso el paño por sus manos quitando los rastros pegajosos.

—Si dejas que se seque luego se pondrá meloso—explico.

El asiente ruborizándose y con la mano limpia se agarra el cabello fugazmente como un reflejo de lo avergonzado que se encuentra.

—También tiene helado por toda la cara—se queja Ethan, mientras le da otro sorbo a lo que queda de su bebida.

Sus ojos azules escudriñan el rostro del pequeño en busca de alguna mancha. Le hago caso y saco otra toallita del estuche para limpiar su cara, Andrew se deja mimar en silencio como si lo disfrutara y se mantiene con la espalda recta y cabeza tiesa.

—Ya quedó—le doy su helado con una cuchara descartable para que siga comiendo.

—Gracias.

Sus ojos marrones me miran expectantes y prosigue con su helado. Lo cierto es que esta calma no está nada mal. Andrew es un niño muy obediente, incluso está aquí sentado esperando a su madre y no se ha movido del lugar. Sus pestañas rojizas casi en tono zanahoria —al igual que su cabello— son hermosas, su rostro está lleno de pequeñas pecas que dan vida a esa pálida tez.

Cuando estaba viva también tenía pecas, pero siempre las había odiado. Sin embargo, en este pequeño lucen hermosas. Acaricio su cabecita sin darme cuenta y éste me observa curioso, con la cuchara en su boca me lanza una sonrisa y algo en mi pecho se agita. 

Parpadeo desconcertada y vuelvo a bajar mi mano con lentitud. Soy consciente de lo que acabo de experimentar por este niño, una extraña ternura y cariño. Desde que soy un ángel no he sido capaz de sentir más que indiferencia, es algo automático, como si estuvieran programados para no expresar emociones y perder la cordura. En cierta forma lo entiendo, cuando eres un soldado y estás en guerra no debes permitirte priorizar sentimientos o emociones pasajeras que pueden ser contraproducentes para la causa.

"Tal vez no quería ser un soldado y solo extrañaba ser humana".   

Intento apartar ese pensamiento y niego en silencio para mí misma. No, yo nunca tuve nada bueno con los sentimientos; para mí ser humana significó dolor, miedo y sufrimiento. Los sentimientos nublan tu juicio y te vuelven débil. 

Cuando estaba viva me aferré a la esperanza y amor que sentía por mi familia, pero ellos me traicionaron. Mi madre me abandonó a los seis años y mi padre cayó en las drogas hasta ser consumido por ellas y solo quedó una sombra de lo que alguna vez fue. El hombre que me destruyó era un monstruo sin alma, quien había perdido el rumbo y olvidó que yo existía. Ambas personas, quienes se suponía que debían protegerme decidieron perderse a sí mismas y dejarme atrás, condenando así mi alma a la eterna soledad.

Todos eligieron irse... ¿Acaso debía ser yo la que rompiera la tradición familiar? 

Elegí irme, tomé mi decisión y hoy estaba aquí por esa misma razón. 

Sin embargo, la imagen de Ethan torciendo los labios en una sonrisa cómplice, junto a un Andrew juguetón y lleno de preguntas produce en mí una emoción que había olvidado; de alguna forma un cosquilleo remueve mi pecho y las ganas de estrecharlos entre mis brazos y reír se vuelve algo intenso. Es como si quisiera llorar de alivio. 

Acaso... ¿Esto es una especie de felicidad?

Es un sentimiento que te llena, cálido y abrazador. Me llena de una energía y paz demasiado agradable para ser verdad. Son muchas emociones contenidas, tantas que no creo poder identificar todas. 

Una lágrima cae de mi rostro y el resto las contengo agachando la vista. No quiero que me vean así, es demasiado vergonzoso. 

—Leah ¿Por qué lloras?—Andrew me mira con pánico y deja de comer. 

—Estoy bien, solo recordé algo triste—me hubiera gustado que mi voz sonara más firme y no tan rota. Niego en silencio y me levanto de golpe para entrar al servicio. 

Cuando me pongo en pie, Ethan me observa serio. No dice nada, solo me mira fijamente hasta que desaparezco de su visión. Sé que me estuvo mirando hasta que entré en los baños, sentí la intensidad de sus ojos en mi nuca. 

Frente al espejo me doy cuenta del desastre que es mi rostro. Siguen cayendo las lágrimas de forma involuntaria y no puedo pararlas ni con toda la fuerza de voluntad que me queda. Los baños son múltiples, por lo que en cualquier momento podía entrar alguien y verme. Cierro los ojos y siento como si una corriente intentara escapar de alguna parte de mi pecho, es como un grifo estropeado. Me encierro en uno de esos pequeños baños apoyando mi cuerpo en la puerta y caigo lentamente hasta tocar el frío piso de cerámica. 

Sentada en el piso de un baño... creo que esto es algo tan característico de mí. Es por eso que odio tanto ser humana, soy inútil y débil... es sofocante, quiero que termine. 

Mi cuerpo tiembla de forma incontrolable, siento mis mejillas irritarse al pasar las manos intentando apartar lágrimas descontroladas. Cierro los ojos con fuerza y ahogo un grito de frustración, me muerdo el labio y miro el techo sintiendo como una quemazón se extiende en el centro de mi pecho. Mi corazón palpita rápido, la respiración se me corta, es doloroso...quiero que termine.  

Ese sentimiento era tan agradable y cuando fui consciente de que no recordaba haberlo vivido antes, el dolor en mi pecho apareció y rompí en un llanto de alivio, dolor y felicidad. 



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En el texto hay: novelajuvenil, romance, angel de la guardia

Editado: 10.06.2020

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