-Ethan-
—¡Mamá! —exclamé enfadado, en verdad deseaba saberlo—. No es tan difícil decirme, solo tienes que pronunciar una palabra.
—¿Por qué no puedes ser un poco más paciente? —preguntó, entre risas, mi madre—. Si te doy una pista, ¿dejarás que termine mi desayuno?
—Ya —puntualicé emocionado, nunca había sentido nada igual en mi vida. Tenía miedo por lo que fuera a decir mi padre cuando se enterara, pero mamá había prometido que yo sería quien protegería a mi hermano menor, porque... era obvio que tenía que ser como yo, un niño.
—Bien, déjame pensar, uhmm —dijo mi mamá, mientras ideaba lo que iba a decir. Sus ojos verdes brillaban cada vez que me observaba, deslizaba sus dedos en caricias delicadas sobre su abultado vientre.
Aún era pequeño como para que papá se diera cuenta, pero yo lo notaba porque nunca dejé de observar esa pequeña parte que comenzaba a crecer al pasar los meses. Este era nuestro secreto, mamá y yo habíamos prometido protegerlo juntos.
—Está bien, ya lo tengo —interrumpió mis pensamientos, estaba lista para darme otro de sus tantos acertijos. Mi madre ama demasiado los rompecabezas y todas esas cosas que te queman el cerebro—. "Adivina, adivinanza, ¿quién es la que tengo en la panza? Si te regalo una pista, te estaría dando dos, porque a primera vista contiene aquella respuesta vista".
Abrí mis ojos más de lo normal, no podía ser cierto. ¿Quién es "La" que tengo en la panza? Dijo "la", no "él". Es una niña... una delicada, mimada, llorona y desagradable niña.
—No puede ser cierto, mamá —bufé enfadado— las niñas son muy problemáticas y difíciles de cuidar, los niños somos diez veces más fuertes y valientes.
Mamá lanzó una fuerte carcajada y algunas lágrimas se escaparon de sus ojos. Verla tan contenta suavizó la molestia que me producía saber que iba a tener una hermana.
—Como era de esperarse de ti, Ethan —una cálida sonrisa iluminó su rostro y sus brazos me estrecharon atrayendo mi cuerpo para abrazarme de manera tierna—. Eres el único que acertó a la primera, es una niña, como dijiste antes.
Su abrazo me silenció, sentí mis mejillas calientes y agaché el rostro para que no observara mi rostro avergonzado. Nos quedamos así durante unos minutos más, disfrutando de la tranquilidad. El tiempo que restaba, antes de que llegara papá, era corto.
Por un instante vi a mamá sonriendo, ese momento lo fue todo para mí, hasta que sentí su cuerpo entumecerse y sus cálidas manos se tornaron tan frías como un témpano de hielo. Un segundo estábamos bien y al siguiente me encontraba sosteniendo un cuerpo helado y magullado, entonces unos ojos grises se mantenían expectantes, Dannie observaba la escena sin parar de temblar.
Negué con la cabeza intentando no desesperarme, ya había visto esto antes... No podía ser real, no de nuevo. Solté el cuerpo de mi madre entrando en pánico y mi cabeza comenzó a latir como aquel día, martillando mi cráneo con intensidad. Corrí al lado de mi hermana y cuando estaba a punto de tomar su mano sentí la piel muy caliente y un profundo ardor se expandió por mi organismo, logrando hacer que retroceda al último momento; entonces la única luz que había divisado, entre tanta maldita oscuridad, desapareció junto con la silueta de mi hermana.
Todo desapareció junto con ella...
Despierto sobrecargado de emociones, con el corazón desbocado y la respiración entrecortada de tanto forzar mis pulmones a cooperar. Empapado en sudor y con una jodida migraña que no me permite mantener los ojos abiertos, me levanto aun adormecido y camino al baño para lavar mi rostro magullado. Al ver que estoy en mi apartamento comienzo a preguntarme como llegué aquí, lo último que recuerdo es que estaba muy mareado y me agarré a puñetazos con un hijo de puta que intentó robar mis pertenencias. Solo logro recordar recibir un golpe y luego nada, todo está en blanco después de eso.
Camino fuera del baño torpemente, peinando mi cabello hacía atrás con mis dedos, relamo mi labio partido y el pinchazo de ardor se expande por mi boca terminando en mi barbilla. Ese dolor no me hacía ni cosquillas, nada podía compararse a la sensación de soledad y desesperación que sentía cada vez que recordaba esa mirada grisácea llena de vida y sueños desvanecerse.
Aguantarme el conjunto de emociones que arremolinaban mi alma era como intentar encerrar al mismo demonio que había vivido libre una vida entera. No existen palabras para describir lo atrapado que me siento y sé que nadie puede liberarme, porque no tengo la intención de luchar para obtener mi libertad. Aunque la mayoría de mis lesiones ya se han curado, la sensación de que me faltaba piel en algunas partes de mi cuerpo no desaparece.
Odio el hecho de estar vivo, por más que busco una razón para explicar mi existencia no logro encontrarla. Mi rutina consiste en levantarme y caminar sin rumbo, viviendo con preguntas sin responder... ¿Por qué no fui yo? Ella merecía más que esto, ella tenía un futuro por delante y yo solo soy un pobre diablo sin rumbo y perdido, hace mucho que crucé una línea y sé que no hay camino de retorno para alguien como yo.
Apoyo mi cuerpo en la puerta de mi cuarto y sosteniendo una foto de Dannie, una foto de mi preciosa niña, dejo que las lágrimas nublen mis ojos y caigan libremente entre mis dedos sobre su imagen. Desciendo lentamente hasta quedar sentado en el piso alfombrado, el hueco que ella dejó en mi pecho es demasiado grande como para cerrarse solo. Estoy atrapado y no tengo ni puta idea de lo que debo hacer para seguir respirando en este infierno.
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Editado: 10.06.2020