¿Conoces todo el poder que tienes, cariño?
Me congelé y quedé cegado por ti, cariño.
Lo necesito
Para alejar el dolor
Quédate conmigo todos los días.
¿Sientes lo mismo?
Oh, cariño.
Ella siempre sabe lo que quiero como si fuera una psíquica,
Eres como una superheroína, déjame ser tu compañero.
No he visto nada igual.
Todo es atemporal.
Lo han estado buscando.
Y sé dónde encontrarlo.
— Jade. Lay.
***
En 1392, Kim Taejo fundó la imponente dinastía Joseon. El gran Palacio Real se encontraba un poco lejos del pueblo, estaba pintado de un fuerte rojo con azul, poseía jardines aromáticos inmensos alrededor y todas las personas que ahí vivían tenían una belleza inhumana; sus rostros, sus cuerpos, su hablar, su caminar, todo en ellos era perfecto, eran seres fuera de este mundo.
Y no es para menos, pues rondaba un rumor. Se decía que Kim Taejo necesitó la ayuda de mil hombres para poder fundar la dinastía, sin embargo, nadie conocía a Taejo antes de la fundación y mucho menos sabían quiénes fueron esos mil hombres que lo ayudaron a levantar el glorioso imperio. Los pueblerinos más longevos le contaban a los más pequeños que una vez, del cielo salió una luz que cegó a todos, eso sucedió cuando la dinastía llevaba a penas unos cuantos meses. Nadie recuerda nada más, solo la deslumbrante luz. No obstante, muchas teorías salieron a flote y la mayoría se inclinó a una en específico.
—Ángeles. Los Dioses mandaron a sus ángeles para que nos ayudasen con la fundación de nuestro reino y nos cuidaran hasta estos días, sin ellos no estaríamos aquí, por eso debemos de ser siempre agradecidos, darles ofrendas y en lo posible nunca insultarlos.
La verdad no era muy distante a lo que decían, pero una verdad a medias equivale a una mentira.
¡No hay que preocuparse! Pronto la dinastía Joseon conocerá todo lo que hay detrás de su creación.
***
Kim Kibum, quinto hijo del rey Kim Taejo con la reina Sineui, se preparaba en su alcoba para su ceremonia de coronación, la cual, estaba a horas de empezar. Las bellas sirvientas iban de un lado a otro, entraban y salían de la habitación con coloridos y lujosos atuendos; alguno de ellos debería cautivar al exigente príncipe. Sin embargo, éste no solo miraba los trajes con repulsión, sino también veía a las bellas jóvenes de esa manera.
Una de ellas, harta de la situación tironeó a otra del codo hasta sacarla del aposento del príncipe.
—Él no lo merece.
—¿A qué te refieres, Jieun?
—No merece la corona, no merece su posición, no merece su apellido, ¡no merece nada! —explotó en enojo. —Mira cómo nos trata a nosotras, ¿cómo crees que guiará al pueblo?
—¡Jieun! —reprendió. —Eso no es asunto nuestro, debemos seguir con nuestra labor y-
—Joohyun. —La interrumpió. —Nuestra labor es ayudar a Kim Taejo, a la dinastía Joseon, a los aldeanos, ¿crees que ignorando éste problema lo haremos?
—¿Y cuál es tu plan? —espetó cruzándose de brazos.
Joohyun observó con calma a Jieun, quien permanecía enmudecida y con la mirada perdida. Se quedaron en silencio, Jieun parecía buscando a alguien, volteando su cabeza de derecha a izquierda, pero solo encontrándose con los largos pasillos solitarios del palacio. Joohyun dio un pequeño brinco cuando escuchó un grito proveniente de la habitación, miró por última vez a Jieun y la dejó sola parada en el corredor.
Quizá ese fue el primer error.
Jieun era determinada. Con una mano en su mentón, una idea se instaló en su mente, sonrió y corrió hacia el patio trasero donde deberían de estar los hombres jóvenes del palacio practicando con el arco y flecha. Sus pasos eran firmes, pero livianos, su cabello negro flotaba detrás de ella y su sonrisa no desaparecía.
—¡Park Jung Soo!
El nombrado giró y mostró una enorme sonrisa a la chica que iba hacia él. Jung Soo era el único hijo del ministro Park Do-Jeon y la bellísima Nam Eun. Sus padres eran de los servidores más fieles al rey, cualquier cosa que Kim Taejo ordenara, sus progenitores lo cumplirían. Como su descendencia, era su deber no deshonrarlos y llevar a la cumbre el apellido Park. Lo que él no sabía, era que, al parecer, la cumbre estaba más cerca de lo que él pensaba.
—¿Todo en orden? —preguntó, bajando el arco y la flecha.
Caminaron hasta unas bancas de madera largas, Jung Soo dejó su arma en el suelo para luego tomar asiento al lado de la chica.
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Editado: 13.11.2022