Elena:
La tarde se estaba poniendo realmente tensa. La mayoría del alumnado de la universidad se había ido al menos hace un cuarto de hora y Gwren y yo estábamos sentadas como farolas desde entonces en las banquetas de la escuela.
Al parecer Ángel había tenido un pequeño “retraso” de último momento.
Eso sin duda me molestaba, y no era la única.
— Recuérdame, por favor, el que cuando salgamos, y venga tu hermano por supuesto, YO debo traer un auto por si acaso —. Gwren mira su reloj como si fuera la cosa más despreciable de este lugar. Sólo suspiro.
— Debe haber algo, no sé,
— ¿Por qué tarda tanto?
— ¡No lo sé! —. Me encojo de hombros y miro hacia abajo. Ella está un escalón más abajo que yo. Su cabello se mese con el viento fuerte que hay. Miro su mochila y me doy cuenta que aunque lleva una chamarra en ella y hace un frio enloquecedor (hombre, te podrías congelar aquí), ella disfruta del aire —. Quizá se entretuvo con la señora Johnson.
— ¿Quién?
— La madre de Savannah.
Asiente y vuelve a mirar al estacionamiento.
En realidad, ambas miramos. La gran valla que hay nos hace que perdamos un poco de vista el paisaje, aun así me fanatizo con lo que miro. Un gran muro, sorprendentemente blanco para una Universidad más vieja que un Larousse. Casi podía ver el kudzu pero sorprendentemente estaba limpia de ella. Aún así, la kudzu es demasiado hermosa en las paredes y más aún si hay flores en él.
Doy una respiración larga y siento el aire pasar por mis fosas nasales. Es frío y sorprendentemente relajado, pero aburrido. Lanzo un suspiro al momento que coloco los codos en las rodillas y descanso mi barbilla en ambas manos, miro a Gwren y ella tiene la misma expresión y pose. Ambas esperamos a Ángel.
¿Dónde rayos está?
Antes de que pueda decir o agregar algo a nuestro aburrido silencio, un bonito Mustang 67 con una pintura reluciente de un agua marina, casi color gris, se estaciona justo frente a nosotras. Miro a Gwren y ella solo le da una buena mirada al bonito auto que tiene la pintura mejor cuidada que he visto. No es que no haya tantos autos rodando por ahí, pero debo decir que aquella pintura sin rayones merece un tiro de gracia.
Él detiene el auto e instantáneamente baja del auto.
Pongo los ojos en blanco al ver como camina hacia nosotras con sus pantalones negros y la chaqueta de cuero, mientras se quita aquellas gafas oscuras de los ojos.
Toda una imagen de mí revista Cosmos.
— Siento el retraso —. Argumenta y se sienta un escalón frente a Gwren mientras coloca una patita del lente en su camiseta. Nos da una miradita.
— Has tardado mucho —. Comenta ella.
— Lo siento —. Agrega y da una sonrisilla traviesa que apenas y llega a sus ojos. Gwren le sonríe de vuelta con socarronería.
— No importa —. Gwren se pone de pie y limpia el polvo de la parte trasera de sus pantalones cortos, seguidamente nos mira a ambos —. Bueno, ahora. Muevan sus traseros, tenemos mucho que hacer.
Ambos asentimos y esa es solo una señal para que Gwren corra a su auto y se suba en el asiento del copiloto, miro como se observa en el espejo y acomoda su cabello detrás de su oreja. Mientras tanto, Ángel y yo bajamos las escaleras y como resorte, me meto en el auto y ocupo lugar en el asiento del copiloto. Mi hermano sólo se coloca las gafas nuevamente y sube al auto.
Cuando ocupa su lugar, miro ansiosa el volante. Ojalá me dejara conducirlo.
— ¿Me dejas conducir? —. Pregunto esperanzada. Ángel sólo frunce el ceño y de una manera, casi cómica, baja los lentes hasta su nariz y me lanza una miradita de todo un actor de Hollywood.
— ¿Sabes qué hacer?
— Sí.
— Pues no —. Pongo los ojos en blanco y él se larga a reír mientras se coloca el cinturón de seguridad.
El camino a casa de Gwren no es demasiado largo como para darme una buena siesta o incluso mirar un paisaje de esos de película. Mientras tanto, Ángel sigue de vista la parte trasera del Spider de mi amiga. Miro su auto y me sigue gustando el modelo y color. Beige.
Creo que algún día le pediré su auto prestado.
Tomo el pequeño botón para subir el volumen en la radio, no puedo evitar hacer uso de un buen sonido instalado mientras canto el álbum completo de Beyonce.
El sol golpetea mi cabello, debido a mi ventana abierta; los rayos iluminan con intensidad y al momento de llegar al barrio Plaka, mis ojos adquieren un brillo. Este sin duda es una de mis calles favoritas, no sólo por el hecho de que haya una arboleada junto con aquellas florecillas rosas que deslumbran desde esos edificios arquitectónicos, o aquellas casas victorianas o burócratas.
Creo que pese a esas hermosas reliquias que bordean el camino empedrado, lo que realmente me enamora es el hecho de que haya tanto color y ambiente. Soy amante de lo vivo. Cuando llegamos a las últimas del barrio Plaka, justo por donde vive Gwren, miro hacía Ángel y digo: — Recuerda, la casa de Gwren es pequeña. PEQUEÑA.
Me mira ceñudo y sólo asiente como si estuviera loca.
Al llegar a la cerca de la morada Rowell, miro su pequeña y hogareña casa. Dos pisos que se debaten entre el rojo y el blanco, balcones y alfeizares que van de aquí por allá y ese jardín que conecta con el porche. Sonrío al ver el columpio.
Ambos bajamos del auto casi al mismo tiempo que Gwren.
— ¡DIOS MÍO! ¡Esto es un agujero de Hobbit! —. Exclama Ángel y no sé si tomarlo en broma o realidad. Lo miro furiosa.
— Es mi casa —. Interviene la morena cruzándose de brazos. Ella habla antes de que siquiera yo abra a boca.
— Es el agujero de Hobbit más elegante que he visto —. Su tono seductor y bromista me dan urticaria, peor aún, su mirada juguetona hacía la morena me hacen querer ir al baño. En… un buen sentido, supongo.