Ángel [vancouver #1]

Capítulo 10. Te regalo un hermoso trato.

Gwren.

Se ha ido.

Después de entrar a casa lo primero que hice fue subir corriendo a mi habitación para mirarlo por la ventana  como si los minutos dentro su coche no hubiesen sido suficiente. Apenas y conseguí unos cuantos segundos de la imagen de su auto porque tardé más yo en tomar mi decisión de espiarlo al él en alejarse de mi casa.

A pesar de ello, aún permanezco frente a las cortinas con mis manos entrelazadas como si esperase algo, una señal o una permisiva de poder regresar a mi cama y terminar mis quehaceres para el día siguiente. Niego con la cabeza en particular a nadie y me inmiscuyo en la misión búsqueda de celular pata llamar a Darren.

¡Dios! Estoy tan nerviosa por la cita de mañana que mis piernas están hechas gelatina, pese a mi interés por ser reportera soy malísima con las palabras de viva voz, siempre tengo el pequeño problema de caer en el pánico escénico y terminar diciendo un cúmulo de idioteces que siempre me dejan en desventaja además de que eso va aunado a mis tics nerviosos en la mayor parte de mi cuerpo. Suspiro, tan solo pensarlo me provoca un malestar en el estómago, si bien una parte de mí se siente más en confianza con Ángel Vancouver, la otra simplemente lo percibe como un extraño más que puede ser víctima de Gwren y sus cien maneras de volver una reunión de trabajo incómoda.

Trato de aplicar mindfulness y concentrarme únicamente en el presente, poner los pies sobre la tierra, simplemente poner atención al momento presente. Encuentro mi celular entre la ropa que tengo sobre la cama y llamo a Darren, miss Monroe al final de la clase había dicho que el proyecto podíamos hacerlo en parejas y con mi prisa de llegar a una fiestecilla que salió bastante mal terminé olvidándome por completo de mencionarle a mi mejor amigo la idea de trabajar en equipo.

Aunque tampoco fue como si él me lo hubiese propuesto.

— ¡Gwendy! Justo la persona que quería — inicia él al teléfono, su voz es alegre y melodiosa, como la de un cantante entusiasmado por su primera entrevista al aire —. Quería saber si ya estabas con alguien para el trabajo, ¡espero que no porque sería la traición más grande de todas! Ese día no te pregunté nada porque lo tomé como obvio pero como llevas dos días sin decirme ni pío…

— Para eso llamo — una ligera risa escapa de entre mis labios, Elena puede ser la reina del drama pero Darren no se queda por mucho atrás —. Ya tengo la empresa y la cita — saco la tarjeta de presentación que me entregó Ángel en su coche, en ella viene inscrito su nombre junto con su número telefónico y dirección—. Mañana a las cuatro en las empresas Vancouver.

— Me parece perfecto, tú puedes hacer la entrevista y yo la transcribo, después de ello podemos hacer el reporte como tal — suelta un suspiro ajetreado, sin duda alguna Miss Monroe es de los catedráticos más exigentes que nos ha podido tocar en todo nuestro transcurso universitario —. Solo necesitamos una cámara.

Ay dios, ¡es cierto!

Si bien Miss Monroe únicamente pidió un trabajo escrito junto con la cinta de le entrevista, mi mejor amigo y yo siempre nos hemos caracterizado por ese plus que siempre ponemos en nuestros trabajos. No soy una empollona con las mejores nota — principalmente porque soy un desastre estudiando además de mi nerviosismo en los exámenes — pero si trato de mantener un promedio lo suficientemente decente para considerarlo bueno con ayuda de mis trabajos. Esa es una pequeña clave del éxito.

Yo tengo una cámara de video viejísima dentro de mi salón de recuerdo donde mi padre y yo alojamos la mayoría de las pertenencias de mi madre junto con fotos y cartas sin importancia. Sin embargo, yo soy la peor camarógrafa que pudiese haber puesto pie sobre la tierra y si yo soy mala, Darren es aún peor.

Toda mi conjetura solo me hace caer en una persona que parece nuestro propio Señor Tenebroso por culpa del corazón roto del chico que tengo en la línea, me obligo a mí misma a ceder más a mi lado estudiantil que a esa que entiende por completo el dolor de amigo.

— Podría decirle a Cláudio… — intento que mi tono suene lo menos condescendiente pero es imposible. ¡Ay, Gwren! Tú no te caracterizas exactamente por tu tacto y amabilidad, pienso —. Él es muy bueno con la cámara, recuerdo que me enseñaste unas cuántas imágenes del documental que hizo…

— Ni de broma — corta él y así, se lleva todas mis esperanzas —. No pienso verle la cara a ese imbécil — si Darren parecía Willy Wonka con su fábrica de chocolates ahora está más acercado a ser Hades en uno de sus momentos —. Además, tú y yo podemos hacerlo.

— Yo soy pésima con las tomas.

— Entonces lo haré yo.

— Darren, cuando te pedí que grabaras mi documental sobre la historia del periodismo en primer semestre ¡se te olvidó quitar la tapa! ¡se veía todo oscuro y tuve que repetirlo!

— ¡Yo no sabía que las cámaras tenían tapa!

— ¡Ese no es el punto! — inquiero —. El punto es que necesitamos hacer un buen reportaje y que necesitamos la ayuda de Claudio para ello.

— Humm — estás por aceptar, Darren, yo lo sé —. Me deberás muchísimo después de ese mal sabor de boca.

— ¡Prometo llevarte a cenar al mejor restaurante de Atenas después de eso!

— Trato hecho.

Corta la llamada y al instante me llega el contacto de Cláudio con un nombre… bueno, no exactamente muy amable. Ignoro por completo que el dolor de mi amigo por la traición de quien consideraba su relación más estable se haya transformado en un odio casi infantil y hago la llamada.

Medito mis palabras en lo que la línea suena, pese a que Darren y yo somos amigos mucho antes de que Claudio se atravesase en nuestras vida, jamás llegué a tener lo más acercado a una relación cordial con él y el hecho de que el tercero en su relación con mi amigo fuese nada más y nada menos que uno de mis ex novios — que ahora que lo pienso fue más mi estamos quedando en algo — no facilita las cosas en lo absoluto.



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En el texto hay: amigos, drama, amor

Editado: 11.10.2020

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