Gwren.
Miss Monroe entra al salón de clases con un portafolio bajo el brazo y varios plumones entre sus manos. No sonríe y tampoco repara en las conversaciones con una que otra palabra altisonante que flotan en el aire, está absorta en sus pensamientos y yo no la culpo, seguro son más interesantes que la sarta de cotilleos que parecen sacados de una revista dedicada a la farándula.
Recargo mi cabeza sobre mi puño y sigo con la mirada las acciones de la profesora, quien se ha instalado en su escritorio. Aún estoy consternada por lo sucedido con Ángel hace unos días, la manera en que acudió a mi rescate me caló tan hondo que fue casi imposible conciliar el sueño esa y las demás noches. De solo recordar sus palabras, tiemblo inconscientemente.
¿Por qué se tomó la molestia de ir a mi casa? Entiendo que se haya preocupado, al final de cuentas yo me veía tan mal como un gusano retorciéndose entre la tierra, pero no el hecho de que haya tocado mi puerta para después consolarme. Pensar en ello me hace recaer en la rubiecita iracunda, ¿qué habrá sido de ella después de la pelea? La conozco muy bien y sé que la herí con mis palabras, pero no me arrepiento de lo que dije.
Tal vez sea el momento en que Elena crezca de una buena vez y salga de su carcasa. Me siento mal por ser yo la que tome esa decisión, pero es lo mejor.
— Buenos días, jóvenes — dice Miss Monroe, trayéndome nuevamente a la realidad —. Voy a pasar lista. Cuando escuchen su nombre, vengan con su pareja para entregarles sus reportes.
Automáticamente en el salón se hace el silencio. Cuando aquella mujer dice algo, lo mejor es escucharla atentamente si sabes lo que te conviene. Ladeo la cabeza, disfrutando el espectáculo que concierne en los alumnos que se remueven incómodos en sus asientos o crean un estacado imperfeto sobre sus mesas.
Están ansiosos por saber los resultados de los ensayos, yo también lo estoy. Me esforcé muchísimo en ello, básicamente se convirtió en mi prioridad número uno después de convencerme que el asunto con Elena era mejor dejarlo por la paz al menos por un tiempo. Al menos el suficiente para calmar las aguas.
Si no fuera por Darren, yo creo Miss Monroe hubiese tenido que recurrir a lanzarme un zapato. Me levanto de un salto cuando mi mejor amigo da un golpecito sobre mi hombro, le regalo un agradecimiento con la mirada y juntos caminamos hacia la mujer de cabello oscuro que sostiene nuestro trabajo engargolado.
Al estar frente a ella, nos sonríe como si fuésemos viejos amigos de la infancia. Dejo salir el aire que no sabía que estaba conteniendo y por la manera en que Darren aprieta mi mano, estoy segura de que ha caído en cuenta de lo evidente: a la profesora de piedra le ha gustado nuestro trabajo.
— Tengo que felicitarlos, señorita Rowell y señor Young — su voz es la misma de siempre, con ese tono indiferente, pero en sus ojos está inscripto el orgullo —. Fue el mejor de la clase, sin duda alguna tienen un futuro muy grande como periodistas si quieren dedicarse a los diarios. Espero que sus ensayos siguientes sean igual de buenos o aún mejores que éste.
— Significa mucho su opinión, Miss Monroe — dice Darren con una sonrisa del tamaño del mundo —. Muchas gracias.
— Solo digo verdades — tomo el engargolado con una expresión similar a la del castaño en mi rostro y asiento entusiasta —. Por cierto, estoy muy intrigada en saber cómo consiguieron una entrevista con Ángel Vancouver. No sé si lo sepan (estoy casi segura de que sí), pero es de los empresarios más importantes alrededor del mundo como lo fue en algún tiempo su padre Daniel.
— Y su cadena hotelera y restaurantera es la más importante de toda Grecia — añadió mi compañero.
Miss Monroe paseó la mirada entre él y yo esperando una respuesta. Llevaba una blusa sin mangas de un tono amarillo como los girasoles y una falda de tubo del mismo color que su cabello corto, sus brazos descansaban sobre la mesa y apoyaba una pierna sobre la otra.
— ¿Y bien? — insiste.
— Fue gracias a Gwren — ella se sorprende y no es para menos, esperaba que Darren fuese el responsable por el hecho de que sus padres están en el mundo de los negocios y no yo que soy hija de un contador.
— Es hermano de Elena — contesto con rapidez, intentando que no se note mi malestar al mencionar el nombre de la rubia —. Fue un favor.
Me aferro al conjunto de papeles que he colocado tras mi espalda, ¿cómo es posible que na pequeña bronca me tenga tan abstraída? Yo no soy de perderme ni un solo detalle de los monólogos de Miss Monroe — aún menos cuando en ellos nos está halagando, lo cual pasa cada mil años —, y ahora lo primero que quiero hacer es salir huyendo.
Darren parece notar mi incomodidad porque me toma del brazo y después de volver a dar las gracias, nos arrastra a ambos de vuelta a nuestros pupitres. No hemos hablado del tema — principalmente porque no he querido desahogarme—, pero sé que a él no le hace falta que lo hagamos para intuir que no me encuentro bien.
La entrega de proyectos tarda aproximadamente cinco minutos, algunos sonríen por sus buenas notas y otros simplemente ocultan la evidencia en sus mochilas. Estoy tan vuelta en mis pensamientos que ni siquiera me permito alardear de mi calificación perfecta como es mi costumbre, ¡que jodido es estar herido por un amigo!
La clase continúa y con ello me doy cuenta que si sigo permitiendo que mis emociones me dominen, seguramente terminaré perdiendo el parcial. No tomo apuntes ni tampoco escucho realmente la explicación de Miss Monroe sobre la lección de hoy, tengo mi manual en la página que nos ha indicado, pero no me he tomado la molestia ni en leer el título.
Miro el reloj, la pizarra y por último a la ventana donde se cuelan algunos rayitos de sol. Es un día cálido y despejado, ideal para irse de picnic a algún parque o pasear por la Acrópolis con una cámara instantánea colgando del cuello.