Gwren.
Las semanas siguen pasando, el trabajo se vuelve cada vez más pesado, con eso de que Olivia tome unas buenas vacaciones para su luna de miel me deja a mí, por otro lado, completamente jodida. Ana, la secretaria original de Ana, todavía tenía otros dos meses de incapacidad por su embarazo así que eso me dejaba a mí junto con mi ardua soledad para atender a dos de los hombres más insufribles en el trabajo. Ángel y Vince sin duda alguna me tenían moviendo las piernas de allá para acá, cada uno por su lado porque, ah, cómo no, me convertí en la querida IBM de las cabecillas. "Y veme a traer esto", "Y veme a traer el otro...", estaba casi segura de que en un momento dado mis piernas iban a terminar más mullidas que mis manos por tantas revisiones y tecleos.
Sin embargo, no me podía quejar, el trabajo era poco así que la insistencia era aún más baja lo cual, me dejaba a mí agradecida por las fechas. Toda la oficina trabajó hasta el veintitrés, dejando las siguientes dos fechas libres para cualquier festejo que quisiésemos más Ángel no se tomó sus propias vacaciones, inclusive el veinticuatro se fue en la mañana antes de que siquiera Elena y yo nos levantáramos. Ese día llamó papá, insistiéndome el venir a casa pero yo tenía otros planes, iba a pasar navidad con los Vancouver.
Ángel llegó ese día justo para la cena, Vince le acompañaba con una cara de pocos amigos debido al trabajo la cual, se transformó en una simplona sonrisa cuando Elena apareció en las escaleras con su mejor vestido rojo de gala y un cinturón negro alrededor de su cintura asemejando a Papá Noel en mujer y sexy.
Esa navidad fue una de las mejores, los cuatro abrimos regalos y comimos lo que se dice una propia cena Navideña la cual, Elena y yo comenzamos desde esa mañana. Cantamos villancicos gracias a la insistencia de Elena e inclusive pude disfrutar de la experiencia de dar el beso navideño bajo el muérdago, no era mi culpa, eso de que pusieran un muérdago bajo la puerta de la habitación de Elena no dejaba muchas esperanzas de cambiar las cosas.
Suelto un pequeño suspiro mientras tomo un sorbo del café matutino que me he preparado en el anexo. Bajo la mirada hacía mi ordenador y compruebo el que tengo aún mucha correspondencia por responder y checar. Pese a que el trabajo siga siendo un poco lento y tranquilo, el empeño que se debe de poner sigue siendo el mismo.
Pongo la taza en mi mesa y comienzo a teclear, respondiendo cada uno de los mensajes dirigidos especialmente a mi jefe. Es extraño, hace unos días estaba canturreando en el pecho de lo que hoy es mi jefe. Sonrío al recordar nuestra cena programada para hoy, al fin Ángel va a cumplir su parte del trato.
— ¡Gwren! — levanto la mirada al oír mi nombre. Katrina, la chica que atiende la recepción, me mira con una sonrisa de oreja a oreja característica en ella. Le sonrío de vuelta, sin embargo, no con la misma sensatez que la de ella. Ella se acerca a mí, moviendo consigo un grueso folder que trae en manos.
— Hola Katrina — contesto justo cuando se encuentra frente a mí escritorio. Ella toma asiento en el bordillo de la mesa, presumiéndome su libertad de usar jeans gastados.
— Me ha llegado esta correspondencia — comenta mientras mira con un ceño fruncido perfectamente depilado el folder —. Es de Bonspland, dirigido para el Señor Vancouver y la Señorita Moretz, está con carácter de urgente.
— Ponlo ahí — señalo mi escritorio mientras sigo tecleando. Nuzzi ha mandado la contabilidad del mes pasado, ¡Apenas! ¡Ese hombre no entiende que todos necesitamos el ir al corriente! —. El señor Vancouver está en una reunión con el Señor Samuels.
— Bien. Te lo dejo justo aquí — ausento sin siquiera verla —. Nos vemos, Gwren tengo una recepción que atender.
— Nos vemos a la hora del almuerzo.
— Si.
Escucho los taconazos de sus zapatillas de al menos quince centímetros que adora usar el golpear el suelo en un melodioso tap, tap. Muerdo una de mis uñas al notar que Nuzzi sigue mandando y mandado un montonal de correspondencia tanto para Vince como para Ángel. ¡Ese hombre no entiende que una mujer no puede con todo! me dejo caer en mi silla y respiro hondo.
Mis manos están entumidas por escribir y teclear sin descanso alguno, mis piernas arden por el sin fin de pasos y marchas que he dado alrededor del día, inclusive mi pecho duele por las alteraciones a mi corazón por los sustos que me impusieron los gritos de Vince y Ángel. ¡Qué insufribles son en el trabajo!
Niego con la cabeza y miro el paquete que permanece intacto a mi lado. Lo miro con una curiosidad en los ojos al notar lo ancho que es, como si fueran un montonal de página. Hum... un libro, ¿tal vez? Alejo mi vista y miro mi teléfono que permanece justo al lado del teclado... sonando. Lo cojo con una mano y un escalofrío recorre mi columna al notar una llamada de Ian. Me muerdo la lengua al sentir la bilis subir poco a poco.
Suelto un suspiro, ¿qué sentido tiene el evitarlo? Tarde o tempano tengo que enfrentarlo, ¿no? ¿Por qué no hacerlo de una vez? Me muerdo el labio como instinto nervioso y descuelgo la llamada.
— ¿Hola?
— ¿Gwren?
— ¿Sí? — miro la puerta que se encuentra justo atrás de mí. Por favor que Ángel no salga, por favor que Ángel no salga...
— Yo... yo... creí que no contestarías — denoto ese nerviosismo en su voz que me hace sentir aún más culpable de lo que me siento. Yo lo dejé hace unas semanas, justo cuando estábamos a punto de tener relaciones sexuales en su habitación, le confesé que amaba a Ángel, ¿Qué será de él cuando sepa que he hecho justo lo que él temía? Quiero gemir de exasperación.
— ¿Qué necesitas? Estoy trabajando.
— Para Vancouver.
— ¿Qué necesitas?
— Yo... — muerdo la parte interior de mi mejilla —. Me gustaría hablar contigo...
— Dime.
— En persona.