Gwren.
Elena y Vince se reunieron con Ángel y conmigo el día que celebramos el cierre de cuentas de las empresas Vancouver. Aún me quedaban dos semanas — el trato de mi universidad excluía finales de Diciembre y la primera semana de Enero — así que mi jefe me había puesto a mover aún más mis piernas. Samantha, la secretaria de Nuzzi había tomado mi lugar junto a Ángel, sin embargo, pese a ello no había perdido una que otra llamada al igual que los correos que, al menos, recibía seis de 24/7 cada semana.
Ángel había tomado la copa y nos había felicitado a Vince y a mí por nuestro trabajo en equipo, había llamado a Olivia al festejo pero ella se había excusado con que Milo y ella tenía que salir a cenar con la familia. Claro, ahora que es la señora Ehrenberg se niega a salir con nosotros, como no. En fin, nos habíamos vuelto el cuarteto de los fantásticos: siempre juntos, siempre siendo un equipo.
Elena estaba un tanto reacia a permanecer a solas con Vince — sabía bien porqué, no soy tonta, estaba más que incómoda por el hecho de que ella le había dejado claro que no quería nada con él más que una amistad — así que se la pasó conmigo toda la reunión.
Había sido en el Meliatros, nada formal realmente, pero si lo suficientemente elegante como para tomar una buena champaña. Estábamos sentados en una mesa junto a la ventana, la luna resplandecía y las estrellas trepidaban al son de una melodía al estilo cucú. Las meseras que atendían nuestra mesa estaban de allá para acá, entrando y saliendo de la cocina con sus elegantes trajes de chaleco y moño mientras llevaban una charola sobre sus manos con copas en ellas.
— ¡Salud! — chilló Elena contenta mientras elevaba su copa al centro de la mesa.
— ¡Salud! — dijimos al unísono. Los tres chocamos con ella nuestras copas y bebimos un poco.
Dejé mi copa sobre la mesa y limpié los restos de la bebida con la servilleta pateada que había puesto sobre mi regazo. Me había puesto un vestido, específicamente el ciruela que Ángel me había obsequiado, junto con unas zapatillas negras de Abby — me alegra el que calcemos lo mismo — y había acicalado mi cabello con las horquillas purpuras que formaban una complicada coleta que caía por mi hombro completamente rizada. Unos días antes me había cortado el cabello por lo cual ahora lo tenía unos centímetros abajo de mí hombro. Elena se había enojado conmigo, ambas nos habíamos cortado el cabello meses atrás del mismo tamaño, ambas lo teníamos a la altura de la cintura, sin embargo, me pensé el que un cambio no me vendría nada mal. En cambio, a Ángel le agradó bastante, inclusive me dijo el que me veía mejor que cuando estaba con el cabello largo.
Elena dejó su copa al lado de la mia y por debajo de la mesa sentí sus pies juntarse con los míos, la miré mal pues el tacón de aguja de sus zapatillas se había clavado en mi tobillo. Ella con la mirada señaló a Vince. Debía de ser una mera broma.
— Entonces... — empecé y miré de reojo a Elena que bajaba la mirada ante los ojos del rubio que no hacían más que apresarla y enredarla bajo su escrutinio —. ¿Cómo van las cosas con ustedes? Han estado tan a enfoque de Ángel y de mí que ni siquiera les he preguntado por ustedes.
Sabía que eso no era cierto, que era mera mentira y que estaba más que enterada de todo lo sucedido con respecto a ellos, inclusive, me sentía capaz de decir que eran mi tema favorito, sin embargo, no era así. Elena me miró, fulminante con un ceño fruncido con rudeza. Su copa estaba entre sus dedos, dejando al descubierto el líquido dorado que asemejaba con su vestido largo.
Giré la cabeza y me encontré a Vince on una media sonrisa que, si no lo conociera bien, estaría casi segura de que era genuina. Él tragó saliva y tomó un trago de su copa, mientras tanto, Ángel enredaba sus piernas alrededor de las mías para atraer mi atención. Le sonreí al ver sus cejas fruncidas con la pregunta de: "¿qué-te-propones?".
— Bueno... me supongo que bien — dijo Vince con voz boricua. No le creí ni de cerca. Vince no es exactamente de los hombres de monosílabas. Miré a Elena, ella permanecía reacia a alejar su escrutinio de mí. Suspiré.
— Vamos, chicos, no pueden estar así — ambos me miraron, recelosos —. Miren, Ángel y yo vamos a coger nuestras cosas y vamos a marcharnos para que hablen ustedes dos, ¿de acuerdo?
Estaba dispuesta a comportarme como una doctora corazón al rescate inclusive si eso no hacía más que irritar a Elena y a Vince, sin embargo, antes de que siquiera ambos pudiesen contestarme, un pitido rompió nuestra conversación. Miré a Ángel, él parecía irritado mientras veía su teléfono.
— ¿Problemas? — pregunté. Él negó con la cabeza sin apartar la mirada de su celular.
— ¿Otra vez esos mensajes? — inquirió Elena antes de que siquiera pudiese decir algo. Ángel soltó un suspiro y dejó su móvil sobre la mesa.
— Me está volviendo loco sea quién sea que me esté mandando los mensajes — me miró con unos ojos verdes llenos de una disculpa implícita —. Perdón por no haberte dicho, al principio creí que no era más que una simple broma pero al ver que habían escrito mi nombre...
— ¿Qué dicen exactamente? — miré al castaño, sucesivamente a la bermeja que no hacía más que morderse su labio, nerviosa —. ¿Y bien?
— "Tengo noticias" — su voz sonaba cortante, llena de una mezcla de irritación y a la vez molestia, pero sabía que no era contra mí —. La mayoría decía eso, los demás fueron más como: "Voy a devolverte tu propia mierda, Ángel Vancouver".
— Estoy más que segura que son de Jane — argumentó Vince por primera vez en nuestra charla.
— Lo pensé — Ángel asintió —. Pero el número me lo marca como desconocido y temo decirles que... aún conservo su contacto.
— Claro y la tienes con corazones y todo — Elena giró los ojos—. ¿Crees que Jane es de esas que son estúpidas? Puede ser una puta pero no tiene ni un pelo de idiota.