Gwren.
Me sentí fatal cuando entré a casa después de que Ángel me dejara, una opresión en el pecho me caló por completo y las lágrimas comenzaron a salir. Le había dicho a Ángel que sin importar nada iba a estar de su lado siempre, que iba siempre a estar ahí para él pero sabía que era una mentira, yo no soy valiente ni de cerca, no soy lo suficientemente valiente como para ver al hombre que amo casarse con otra.
Me adentré en mi habitación sin importar el que mi padre me llamara preguntándome el cómo estaba. Puse el pestillo y me tumbé sobre mi cama, el llanto pudo conmigo.
Había terminado, así iban a acabar las cosas, Ángel iba a casarse con esa mujer que no había hecho más que invadir mi vida, ella era la culpable de que hubiese perdido mi trabajo, era culpable de que Ángel y yo no estuviésemos juntos. Ella era culpable de todo.
Respiré hondo y cogí mi teléfono, era tarde, más allá de media noche, pero no me importó. Llamé a Darren con un nudo en mi garganta, necesitaba hablar con alguien y sabía que Elena estaba de sobra, Ángel muy seguramente le pondría al tanto de todo.
— ¿Hola? — preguntó después del segundo tono. Sentí que mi pecho se hinchaba, maldita sea, las lágrimas estaban pudiendo conmigo.
— ¿Qué posibilidad hay de que vengas por mí?
— ¿Ahora?
— Ahora.
— Dame veinte minutos.
Darren llegó exactamente veinticinco minutos después de nuestra llamada. A mi padre le tomó por sorpresa el que tocara el timbre tan tarde y aún más el que saliera despavorida a los brazos de mi amigo mientras traía mi chaqueta de cuero acolchada sobre mis brazos. Me despedí de papá con un beso en la mejilla y antes de que pudiese preguntar algo me escabullí por la puerta y subí al auto de Darren mientras él arrancaba a toda velocidad.
Me reí fuertemente, Darren también lo hizo. Recordamos nuestros primeros años como amigos cuando iba a mi casa y me recogía a una velocidad suprema con tal de que mi padre no dijera nada, a papá le caía bien Darren — más por el hecho de que estaba súper seguro de que no pasaría nada de nada con él — sin embargo, no le caía muy bien el que me recogiera sin su permiso. Lo siento papá pero eso te ganas por tener una hija con un amigo gay, pensé.
Darren apretó sus manos al volante y se colocó el cinturón de seguridad sin mirarme, observé el camino, ya habíamos salido de Plaka, lo noté porque las flores rosadas habían desaparecido de mí vista al igual que el pequeño restaurante que se encontraba a final de la calle.
— ¿A dónde vamos? — preguntó Darren haciéndome recordar que así eran nuestras salidas furtivas. Nunca planeábamos a donde ir, simplemente escapábamos de las garras de mi padre, sin embargo, era demasiado noche como para elegir con facilidad.
— Tengo ganas de un buen chute.
— No me digas que quieres ir a un bar.
— Con los problemas que me cargo tras mi espalda, un buen tequila me parecería increíble.
— Vamos, pues.
Le conté a Darren lo ocurrido, desde lo de la reconciliación de la cual estaba más que enterado porque lo había visto con sus propios ojos hasta lo de los mensajes y por consiguiente el bebé de Ángel y Jane, el simple hecho de pensar en ello se sintió fatal. No quería recordar el que esa maldita bruja va a tener un bebé con Ángel y mucho menos el hecho de que, van a casarse. Darren me escuchó con atención y me alegró bastante que no se inmutó cuando pequeñas lágrimas comenzaron a derramarse por mis mejillas.
Darren estacionó el auto cerca de la carretera, miré por la ventana y me encontré una especie de bar rústico que me recordaba las películas wéstern por sus puertas que se abrían de par a par al estilo del viejo oeste. Era tipo de lugar que el señor y la señora Young, los padres de Darren, desaprobarían por completo y que estaba más que segura que no aprobarían en ningún momento. Me pregunté el cómo Darren conocía ese lugar, sin embargo, no me dio tiempo de preguntar, él abrió mi puerta y me dio una mano.
Ambos caminamos hombro con hombro hacía la entrada del bar, no tenía miedo, estoy más que acostumbrada a ese tipo de lugares gracias a Claudio y Darren, sin embargo, estaba un poco intranquila. Darren abrió las puertas para mí y me dejó entrar, la peste de humo fue lo primero que captó mi atención. Llevé mis manos a mi nariz y mi boca evitando que la capa de humo me ahogara por completo, las luces del techo brillaban y se perdían con la intensidad de la humareda provocando el que mis ojos se irritaran. Canciones desconocidas para mí pero con un tono pegajoso sonaban a un sorprendente bajo volumen; capté el tono azul de las luces del bar al igual que el montón de matones con chalecos de cuero y botas tachonadas que se encontraban cerca de la mesa de billar tomándose una cerveza y fumando cigarros en tiempo record. Darren cogió mi mano y me llevó a la barra en donde el barman no hacía más que lanzar las botellas al aire mientras rellenaba las copas que tenía enfrente, parecía una noche tranquila para él pues estaba a un paso lento y tranquilo no presuroso como lo había visto con otros bármanes en otros bares.
Miré a Darren ceñuda.
— ¿De dónde conoces este lugar? — pregunté, ya acostumbrada a la bruma que irritaba mis ojos y secaba mi garganta. Él sonrió.
— Claudio y yo veníamos aquí, ya sabes — suspiró y señaló la enorme base donde se encontraba un DJ moviendo los discos —. Hay buena música además de que todos son buenos en algo, veníamos a ver el espectáculo.
— ¿Espectáculo?
— Verás, no todos son unos matones dispuestos a rebanarte los sesos como de seguro habías pensado.
Le sonreí nerviosa y miré al barman, él me sonrió con galantería, estaba más que esa sonrisilla se la regalaba a todas sus clientas de sexo femenino, yo no iba a caer en eso, por supuesto. Le pedí un tequila y él me miró extrañado, el tequila a decir verdad es una bebida un tanto asquerosa pero es lo suficientemente fuerte como para dejarte en una borrachera, sabía que el barman me veía ojos de una chica que se toma un Cosmopolitan y deja la aceituna hasta el final o que pedía martinis a morir, sin embargo, algo que tengo en común con todos los hombres es mi gusto por la cerveza. El barman asintió y regresó con una botella de vidrio en una mano y el saca corchos en la otra, me entregó la botella destapada y me volvió a sonreír.