Una nueva mañana se alzaba sobre la ciudad. Angeles comenzó a removerse en la cama y llevo una mano hacia su cabeza intentando proteger sus ojos de la potente luz de sol que ingresaba por la ventana, desprovista de cualquier tipo de cortinas. Pestañeo un par de veces, mientras su ojos se acostumbraban a la iluminación y a su mente volvieron los recuerdos de lo acontecido. Mauro, la sangre en sus manos, el sonido de los disparos, los gritos, aquella persona vestida completamente de negro sujetándola y arrastrándola hacia la camioneta mientras luchaba por quedarse al lado de su novio. Por un instante, mientras aun se encontraba en ese estado entre el sueño y la vigilia pensó que había sido solo una pesadilla, pero luego lo noto tendido a su lado. La miraba en silencio con una cínica sonrisa mientras jugaba con un mechón de su largo cabello. Se miro a si misma casi toda su ropa había desaparecido, solo tenia una remera y ropa interior. El estaba prácticamente desnudo, aunque la mitad inferior de su cuerpo permanecía cubierta por las sabanas.
–¡¿donde estoy?! ¡¿por que estas aquí?¡– grita escandalizada casi cayendo de la cama por la impresión, pero Leo logra sujetarla de uno de sus brazos y la atrae hacia si evitandolo. De sus labios escapa un suspiro cargado de dolor, miedo y sorpresa.
–Tranquila mí ángel...–El contacto con su piel genera en la chica una descarga de sensaciones que recorren todo su cuerpo. Es como si su ser lo reconociera como a su otra mitad, pero la conciencia se apodera de su ser y de un brusco movimiento se separa de él.
–¿A que estás jugando maldito enfermo? ¡Nos disparaste y me secuestraste! ¡Con que cara me pides que me quede tranquila!– Se pone de pie intentando poner distancia entre ambos, pero sus piernas se sienten débiles y temblorosas la obligan a apoyarse en la cama nuevamente para no terminar en el piso. Es como si llevara una semana sin caminar y eso la asusta porque no sabe en realidad cuanto tiempo lleva en ese lugar.
–Nosotros no te secuestramos, podría decirse que te ayudamos a la fuerza.– sonríe y su mirada la recorre por completo, deleitándose con la imagen que le regalaba. Ella por su parte, al notarse tan expuesta, sintió como su corazón se aceleraba aun más y se puso completamente roja.
-¿Que me hiciste?–
–si te refieres a tu ropa... si, te la quite, solo quería que estuvieras más cómoda... Ademas estaba sucia, no podías acostarte en mí cama con la ropa sucia.– responde como si fuese lo más normal del mundo. –pero vamos, no seas pudorosa conmigo mi ángel, te he visto con mucha menos que la que traes ahora.– Ella estiro de la sabana con violencia para cubrirse, pero lo dejo completamente expuesto aunque no parecía que le molestara precisamente. Sus mejillas se encendieron aun mas si eso era posible, lo que despertó en Leo una carcajada. –Tranquila, por mas que sea un enfermo nunca te obligaría a nada, no soy ese tipo de hombre.–
–Perdoname por pensar que un traficante, asesino, secuestrador también podía se una abusador.– dice sarcástica y el sonríe de lado. –¿Que pasó con Mauro? ¿Donde esta? ¿Que le hiciste?–
–No lo se... solo te trajimos a vos.–
–Dime que no esta muerto, te lo suplico– Su voz se quiebra, se siente abrumada y desconcertada. Lucha por mostrarse lo mas entera posible, sin embargo era un libro abierto que el hombre que tenía en frente. Puede leer a voluntad lo que la pone en una situación de vulnerabilidad absoluta.
–No lo se Angeles, estaba bastante mal.–
–Lo dejaste agonizando en el asfalto y no fuiste capaz de ayudarlo...– murmura mientras sus ojos se vuelven cristalinos. –¡cuando pensé que sabía todo de vos, me demuestras que sos aún más mierda de lo que imaginaba!– grita furiosa, mientras sus ojos parecen encenderse.–¡Mauro era tu amigo!–
–¡Hablas como si le debiera algo! Ahora es policía y se está tirando a mí ex, gran amigo resultó ser.–
–¡para que volviste! ¿para destruirme una vez mas? ¿Tanto me odias Leo?–
– Toma un tiempo para calmarte, te contare todo después... solo quiero que sepas que todo esto es por tu bien.– Se puso de pie, y fue hasta el armario para tomar algo de ropa.
–¿por mí bien? ¿como puede ser esto por mí bien? nada que venga de vos es bueno. Solo sabes destruir todo lo que tocas...– estaba sumamente molesta y dolida, y que se negara a darle respuestas solo lograba que un nuevo sentimiento se sumara a la tormenta de emociones que la invadía, la ira. –¿que mas quieres de mí?–
–esas bolsas tienen ropa nueva y zapatos.-–contesto ignorando sus reclamos. –Detrás de esa puerta esta el baño... en una hora regreso con el desayuno, tomate ese tiempo para cambiar de actitud y dejar de gritar como una demente porque haces que me duela la cabeza.–
–eres un...– se acerco a ella y beso su frente como solía hacerlo en el pasado, callando su voz, rompiendo las murallas que mantenía prisioneros a los recuerdos, dejándola paralizada y aturdida.
La puerta se cerro sonoramente tras de él, y posteriormente, el ruido de la llave en la cerradura confirmaba que estaba encerrada en aquella enorme habitación. Miro a su alrededor, las paredes eran blancas y los muebles oscuros, dos enormes ventanas al exterior iluminaban naturalmente todo el lugar. No había cuadros, solo un gran espejo, un enorme televisor y una consola. No le extrañaba. Leo era una persona simple, sobria y ordenada aun cuando eran solo unos adolescentes.
–Conozco este lugar...– Se dijo a si misma mientras comenzaba a buscar en el pasado. Camino en dirección a la ventana. Estaba en un tercer piso y al mirar hacia abajo se percato de que las paredes eran completamente lisas lo que le hacían imposible descender por ellas y la altura la imposibilitaba a saltar. Nuevamente, la sensación de que ya había estado antes en aquel lugar la invadió.
–¿Donde estoy?– Miro detenidamente el paisaje, los arboles de altura casi infinita le parecían extrañamente familiares y entonces todo cobro sentido. Aun sin vida por el invierno aquel era el parque en que Leo le había robado infinidad de besos y caricias, el primer hogar que compartieron. Esta vez, no pudo controlar sus lagrimas que comenzaron a caer una tras otras, empapando completamente su rostro. El blanco de sus ojos se torno rojizo. Se dejo caer de rodillas en el piso y dejo fluir todo aquello que la abrumaba, mientras comienzan a abrirse nuevamente las heridas que creía cerradas. Estaba completamente a merced de alguien a quien había amado con todo su corazón, pero también de una persona capaz de hacer lo que sea para conseguir lo que quiere, que no dudaría en quitarle la vida a quien se interponga en su camino. Después de tantas historias atroces que escucho acerca de lo que "diablo", apodo por el cual se lo conocía en el bajo mundo, le tenía miedo. No supo cuanto tiempo estuvo así, pero cuando logro controlarse, se puso de pie y camino rumbo a la ducha, como parte de un tonto intento de que el agua se llevara todo la pena y todos los recuerdos. Eso siempre la había echo que se sintiera mejor en el pasado. Por mas confusa que se encuentre su mente en este momento, tiene algo claro, no puede mostrar debilidad ante Leo, no puede volver a caer en su juego. Necesita respuesta y es el único que se las puede proporcionar así que respiró profundamente y se obligó a si misma a recuperar su semblante imperturbable. Ya no era aquella niña a la que enamoro para luego romper en mil pedazos. Pronto lo comprobaría, su corazón estaba contaminado con el odio, su inocencia le había sido arrancada y sus sentimientos desterrados.
Salió envuelta solo en una toalla un poco mas tranquila, puesto que había olvidado la ropa en la habitación, para toparse con él. La miro atónito. La expresión dibujada en su rostro hacia que fuera demasiado obvio saber lo que pensaba.
Editado: 11.01.2020