Me toma mucho tiempo poder regresar a la sala; mi cara debe ser un poema y no tengo ganas de ser molestada. Aún siento mis mejillas arder; una con la suave piel de sus manos y la otra con su labios. Quiero dejarme llevar con todas mis fuerzas, pero sé que no será tan fácil. Tengo a Max muy fresco y en cada parte de mí; soy su jefa en la escuela. Se supone que vine buscando tranquilidad y esto no me dará absolutamente nada de eso.
Para cuando soy capaz de moverme ya Abby está detrás de mí con una enorme sonrisa burlona en su cara. No estoy lista para ella, sé que no me dejará en paz, pero puedo hacer el intento. Paso junto a ella evitando su mirada escudriñadora y me voy directo a la cocina a buscar una taza para poder servirme café.
—Escupe —dice detrás de mí.
—Mis glándulas salivales están muy bien, gracias.
—Emma, puedo hacer esto toda la noche —me ve divertida—. Habla.
—No.
—Habla —Dios, es tan insoportable que la odio a veces.
—¿Sobre qué?
—Sobre tus cuentos de hadas, estúpida —me echo a reír—. Esa mirada de cachorrito te delata.
—No tengo ninguna mirada de cachorrito, déjame en paz.
—Lo sabré de alguna manera u otra. Tú decides el método de tortura —suspiro.
—Me siento tan confundida… no sé —me corta.
—Sí sabes, lo sabes demasiado bien.
—Te odio.
—También lo sé. Ahora di la verdad, vaca mentirosa.
—Es tan guapa que me duele verla —me siento y escondo la cara entre mis manos—. Me asusta que me haga sentir así tan vulnerable. He llorado con ella, he dejado que me abrace… la estoy dejando entrar.
—¿Y eso qué tiene de malo?
—Soy su jefa.
—Encontrarán ventajas de trabajar juntas.
—Abby, por favor —salgo de mi escondite, ella contiene la risa—. Eres una idiota.
—Cariño, me hace tan feliz que vuelvas a sentir. Qué mejor que con una chica tan guapa que se muere por Nina y, por lo que veo, por ti.
—No muere por mí —rueda los ojos de una manera muy graciosa.
—Ya hemos acordado que tu cerebro no detecta esas cosas, así que déjamelo a mí. Esa chica te ha echado el ojo.
—Es una locura.
—¿Qué no todas las mejores cosas comienzan así? —toma mi mano entre las suyas.
Eventualmente la tía Abby nos dejó solas en algún momento de la noche. Hablamos de tantas cosas que no recuerdo, porque mayormente recordaba a Isabella tan cerca de mí. Volteaba a cada rincón de mi casa y casi podía sentir su mirada acechándome por todos lados. Si hubiera habido la posibilidad, le hubiese pedido que se quedara conmigo, con nosotras. Me hizo sentir tan bien el que se tomara tantas molestias.
Tomo el teléfono para dejarlo segundos después. Ya dije gracias muchísimas más veces de las que creí que podría el día de hoy. ¿Con qué excusa le hablo o le escribo si la voy a ver mañana nuevamente? Pongo de nuevo mi móvil sobre la mesita antes de voltear al pequeño bulto que descansa plácidamente a mi lado. Pego un brinco cuando escucho la vibración del electrónico junto a mí. Temo que sea de nuevo Nate, por lo que casi me desnuco al voltear. Una sonrisa estúpida aparece en mi rostro cuando veo el nombre de la persona que ha enviado el mensaje. Espero estés más tranquila y ya descansando. Me gustaría mucho llevarlas a comer a un lugar divertido mañana, si eso está bien para ambas. Dulces sueños. Como una colegiala enamorada llevo el aparato a mi pecho y lo abrazo con fuerza.
Mis tacones resuenan por el desértico pasillo de la universidad, aún es bastante temprano y apenas puedo ver algunas almas en pena deambulando por ahí. Como lo predije, ya no se viran a verme, ya soy una más. Mejor para mí. Paso por el departamento de artes que aún está cerrado; con mi cabeza señalo a la persona que discretamente viene detrás de mí. Creen que son los únicos que pueden jugar sucio, no es así.
Veo al hombre poner la cinta amarilla que anuncia que no deben pasar. Posteriormente veo como pega el letrero que dice Fallas eléctricas. Dado que están distribuidos por academias, la academia más próxima y más amplia para que el “Equipo Rocket” trabaje es el de Literatura. Por lo que tendrán que lidiar con la doctora Colvin e Isabella por el día, o quizá dos. Sonrío para mis adentros cuando llego al salón designado para artes y los pocos alumnos me ven extrañados.