Capítulo 1:
Aun con los ojos cerrados puedo visualizar mi entorno, la brisa pasados los minutos comienza a ser más fría y húmeda que eriza mi piel. No contaba con la idea de que cayeran unas gotas, emergentes de una próxima gran tormenta.
Me sostengo bastante bien, es una posición cómoda y a pesar de pensarlo mil veces, no quería moverme aún, esperaba a que el sol se esconda completamente. El cigarrillo que tenía entre mis dedos se desvanecía en cada calada, pero aun podía usarse.
Suena mi teléfono pero lo ignoro, de tanto que escucho las notificaciones estoy segura de quien puede ser, pero que espere, estoy en un momento decisivo. Suena y suena, como si se tratara de una emergencia, me dispongo a fijarme porque carajos manda tantos mensajes, ya me dejó en claro varias cosas.
"...No hagas ninguna estupidez, te sigo queriendo a pesar de que te falten varias neuronas"
Sonrío a la pantalla de mi celular mientras me pongo de pie sin cuidado, tirando quien sabe dónde el cigarro que logró quemarme por el tiempo que pasé leyendo el mensaje. Tambaleo un poco en mi lugar, el calor vuelve a mi organismo y las ideas que surgieron hace unas horas desaparecen completamente de mi cabeza.
Isabella, mi única aliada fiel desde que tengo uso de razón, es la primera vez que discutimos y su ley de hielo dolía más que cortarme una extremidad, nunca lo intenté pero debe de doler.
Lentamente bajo de la terraza, un poco mojada por la fina lluvia que caía. Le contesto el mensaje con unos emojis, imágenes tristes y muchos elementos más pidiendo perdón, o podría morirme si se alejaba de mi.
Literalmente.
Sonriendo mientras contesto los mensajes, dejo en el olvido la idea de tirarme en seco sobre la entrada de mi casa, busco una fruta porque tengo bastante hambre, dada la situación mi estómago quedó vacío. Junto a mi perro Rud me recuesto en mi cama, durante ese momento tomo mi desgastado diario para escribir lo que acababa de ocurrir, una manera de no olvidar y tratar de que mi yo del futuro sepa controlarse un poco más.
Escucho un ruido mientras termino mi fruta, no era un sonido extraño, estoy segura que alguien conocido está entrando a la casa.
-Hola niña linda- saluda mi abuela, una persona brillante a pesar de sus arrugas y edad que me afirman que en cualquier momento llegara a su fin.
-Hola Abuela- saludo con una sonrisa, mi cabeza comienza a punzar por su presencia, me dolía saber que iba a tomar una decisión y en ningún momento pensé en ella. -¿Y esto?
-Un regalito- dirige su mirada al regalo invitándome a abrirlo, lo hago sin dudar, casi nunca recibo regalos de parte de ella, y las veces que obtengo un obsequio son los mejores a comparación de todos los que pude recibir.
Al abrir la mediana caja, sin necesidad de romper el envoltorio, puedo divisar tapas duras de color negro, prácticamente reconozco de que se trata y una sonrisa amanece en mi rostro.
-Sé que te gusta escribir y dibujar, encontré estos cuadernitos y te los quise regalar- ella me conocía, y me conseguía algo útil y emocionante para mí, ella sabía que era mi persona favorita y no desaprovechaba esa etiqueta.
-Gracias abuela, les voy a dar un buen uso- comento mientras acaricio las hojas aterciopeladas, blancas sin uso, las olfateo imaginando que tantas cosas podría describir, que cosas podría ilustrar. Mientras cierro la caja con intención de llevar el regalo a mi cuarto, escucho que llega el resto de mi familia, habían salido de compras pero fue una salida a la cual me negué ir. Asiento en forma de saludo hacia mi abuela y me retiro del lugar, todavía tenía unos cuantos mensajes de Isabella.
Prometo que pensaré más seguido mis decisiones, o eso creo.