—¿Qué te parece sopa paraguaya? —Dice Marina mirando la carta del menú.
—Por mí está bien —digo encogiéndome de hombros.
—Ok, dos platos de tallarín con dos porciones de sopa paraguaya, por favor —pide dirigiéndose al mesero, éste toma nuestra orden y se encamina hacia la cocina.
—¿Qué tal está tu madre? —Pregunto de la nada para rellenar el silencio.
—¿Mi madre? —Dice confusa.
—Sí, la señora Amelia. Creo que ese es su nombre —los hombros de Marina se tensan y sus labios forman una línea, al parecer no tiene una relación madre e hija muy estrecha.
—Sí, es Amelia, supongo que está bien, vivimos en la misma casa pero prácticamente no coincidimos, yo tengo mucho trabajo en la boutique y ella debe de encargarse junto con mi padre de su empresa —luego terminar de hablar toma unos tragos del agua que nos trajo el mesero.
—¿Entonces tiene una empresa? —Asiente— ¿De qué trata? —Pregunto curiosa— Disculpa si soy molesta, no pretendía...
—Tú no molestas Anne, no digas eso —me sonríe y niega divertida— La empresa de mis padre es una constructora y como tiene varias sucursales ellos deben ir de aquí para allá para mantener todo en orden —el mesero regresa rápidamente con nuestra orden y vuelve a irse tan rápido como vino— ¿Y tú madre cómo está?
—Enojada por el embarazo de Sara, pero aparte de eso ya está mejor.
—¿Sara está embarazada? —¡Mierda! Yo y mi bocota ¿es qué no puedo mantener la boca cerrada dos minutos?
—Este... —digo dudando pero no sirve de nada que trate de mentir si ya dije todo lo que no debía y tan claro como el agua— Por favor no le diga a nadie, es un secreto —ruego—, no durará mucho, claro está, pero de todas formas no me corresponde a mí sacarlo a la luz.
—No te preocupes corazón, yo no se lo diré a nadie, pero no puedo negar que estoy sorprendida —me muerdo el labio inferior y paso mi mano derecha por mi cabello para apartarlo de mi rostro.
—Lo sé, todos estamos sorprendidos.
—Pero es que es tan joven ¿cuántos años tiene? ¿Diecisiete? —Niego.
—Dieciocho, y ya que sabe lo peor le contaré lo que lo supera: el canalla la abandonó.
—Pobre niña, me imagino lo que ha de haber sufrido —más que cualquiera de mi familia.
—Sí —suspiro y tomo la cuchara para empezar a comer— aunque ya está mejor, es duro asimilar todo, pero está luchando.
Asiente y comemos en silencio, de vez cuando contesto los mensajes de Ariel, no vaya a armarme un escándalo y esta vez le de una patada en donde no le alumbra el sol, no estoy de humor para lidiar con él. El mesero que nos atendió me mira desde la recepción y cuando le devuelvo la mirada me giña el ojo, se escapa una risita en el acto, es bastante guapo pero no es mi tipo, demasiado femenino para mi gusto ¡Tiene mejores uñas que yo! Me dio vergüenza mostrarlas cuando se nos acerco, yo las tengo unas cortas, otras largas y otras hasta ya están chuecas, desventajas de trabajar en un taller mecánico.
—Es bastante apuesto aquel chico —dice Marina mirando hacia su dirección y hasta ahora me doy cuenta de que me lo quede mirando.
—Tiene lo quiere —digo apartando la vista.
—Se acercan las inscripciones para la Universidad ¿Ya te decidiste por una carrera?
—Creo que siempre estuve segura de la carrera que quiero seguir. Ingeniería en Automotriz —dejo de lado el plato a medio terminar.
—Eso es bueno ¿Y en qué universidad quieres seguir? ¿En una nacional o en una privada? —Suelto una risa, las dos están muy difíciles.
—No tengo dinero para asistir a una universidad privada, pero me pondré las pilas para asistir a una pública.
—Sería mejor una privada, son más llevaderas en cuento al horario —dice luego de sopesar mis palabras.
—Son más accesibles en eso, pero mis ahorros no alcanzan ni para las mensualidades.
—Pues entonces no te preocupes, yo pagaré tus mensualidades.
—¿Qué? —Digo atragantándome con mi saliva— Claro que no, Marina tú ya hiciste mucho por mí, yo no puedo...