Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 22- Sangre

—Cuatro... Cinco... Seis—contaba Doll.

—Vas muy bien.  

Doll empezó a jadear, la actividad de la hora de deportes ese día era jugar a basketball pero ella no disfrutaba jugando a ese juego el cual era muy baja para hacerlo. Prefería entrenarse como lo había hecho siempre: hacía lagartijas con Emily sentada en su espalda, al profesor parecía no importarle mucho lo que hacían los estudiantes.

Su amiga estaba sentada en su espalda leyendo un libro sin preocuparse en lo absoluto por nada, como si la espalda de Doll fuera un asiento adecuado.

Elizabeth se acercó a ellas rebotando una pelota sobre el piso de madera. Vestía el horrible uniforme de deportes: unas bermudas color azul marino oscuro y una camisa blanca con el logo de la escuela.

—¡Hey, Emily! ¿Quieres jugar?—pregunto enseñando la pelota.

Emily negó con la cabeza sin voltearla a ver, estaba concentrada en su libro o al menos fingía hacerlo. Julieta llegó con otra pelota poniéndose al lado de su socia.

—¡Emily! ¿Quieres jugar? Nos falta un integrante a Lily y a mi—dijo Julieta la cual traía su cabello negro atado a una coleta alta.

Su amiga alzó la mirada y negó con la cabeza sonriéndole a Julieta. La nueva frunció el ceño ofendida pues a ella no la había volteado a ver, antes de que dijera algo, Doll dijo:

—Descanso.

Emily se levantó de su espalda y la pequeña asesina se recostó en el piso frío tratando de tomar aire. Se había cansado más de la cuenta. Su socia la fulminó con la mirada y ella le guiñó un ojo.

Se sentó en el piso y miro a su amiga quien tenía la mirada perdida en algún punto del suelo.

—Querida, amiga ¿como crece tu jardín?—canturreo Doll.

Emily la volteó a ver. Aquella frase se la había dicho por primera vez cuando la conoció y ahora la usaban para preguntar cómo estaba la otra, su amiga se veía triste.

—Aún hay tiempo, esta flor aún no murió—contestó con media sonrisa—. Pero temo ver esta flor marchitar.

—Reiniciare el tiempo y otra flor crecerá. La séptima en la fila serás si vas junto a mi, déjame guiarte por este camino en el que aún veo la luz.

Su amiga sonrió y Doll pudo jurar haber visto lágrimas en sus ojos.

—¡Elizabeth, atrápalo!—grito uno de los chicos con un balón en las manos.

Su socia se giró rápidamente pero por acto de reflejo al ver la pelota muy cerca se hizo a un lado y la pelota fue a parar a la cara de su amiga.

Campbell al ver la sangre se levantó de un brinco y fue hasta Emily al igual que varios chicos y la propia Elizabeth.

—¡Lo siento tanto, Emily! ¡Lo siento, lo siento!—sollozo el chico que la había golpeado.

Doll ahora fue quien fulminó con la mirada a Elizabeth, pero duró un instante por que vio de nuevo a su amiga: su nariz no paraba de sangrar. Ella gemía y sollozaba del dolor. Varios chicos fueron a llamar al maestro (quien estaba leyendo una revista) pero la sangre seguía goteando y goteando.

Fue la primera vez que odio la sangre.

La pequeña asesina se quitó la camisa de deportes y la puso en la nariz de su amiga para evitar que siguiera cayendo su sangre al suelo. Se quedó en una camisa de tirantes que por fortuna era lo bastante gruesa para evitar que se le viera algo.

El maestro llegó y se llevó a Emily a la enfermería, por supuesto que Doll salió tras ellos sin que se dieran cuenta.

—¡Doll, espera!—grito Julieta tratando de detenerla.

Se deslizó por la salida antes de que pudiera alcanzarla, siguió al profesor hasta la enfermería y se posicionó al lado del marco de la puerta ocultándose en las sombras pero pronto sintió la mirada penetrante de alguien así que buscó con la mirada a dicha persona.

Noah se encontraba sentado en una banca afuera de la oficina del director con su típico e inseparable paraguas arriba de el. Se miraron uno a otro hasta que el pequeño mentiroso se levantó y fue hasta ella.

—Miren a quien tenemos aquí: Hena, la reina de los espías—dijo sonriendo.

—Te arrancare la garganta con los dientes si no te vas de aquí, pequeño insolente—dijo mostrando los dientes.

—¿A quien espiamos?—preguntó el niño agachándose también.

—A nadie que te importe, inútil. ¿Por que no te vas de aquí a molestar a alguien más?

La única respuesta de Noah fue su sonrisa burlona.

—Vi a tu padre en la mañana, estaba buscándote y quiso entrar en la escuela pero las maestras le negaron la entrada. Lo vi también hace rato vagando fuera de la escuela junto a esa mujer que siempre lo acompaña. Parecía tan desesperado por encontrar a su "princesa" de cabello rubio.

—Es una molestia, ni siquiera me lo menciones—murmuro Doll asomándose a la enfermería.

Vio como limpiaban la nariz de Emily, luego se ocultó de nuevo. El pequeño insolente y ella hablaban en tono bajo para evitar ser escuchados.

—Tienes suerte, yo siempre quise un padre. Tu eres afortunada de tener uno—murmuró el niño—. Tal vez si hubiera tenido uno no sería como soy. Tal vez... Ni siquiera estaría aquí ¿sabes?—Doll no se molestó en contestar—. No nos llevamos muy bien y tal vez pienses que soy un mentiroso pero créeme cuando te dijo esto: esa mujer que siempre está con el es su pareja.



#13406 en Thriller
#7563 en Misterio
#5487 en Suspenso

En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.