Noah permanecía sentado en aquel lugar a oscuras, aquella cabaña pertenecía anteriormente a un guardabosques y había sido abandonada desde hacía ya mucho tiempo, sin embargo, ahora se encontraba un poco más limpia de lo que anteriormente se encontraba.
La alfombra blanca con manchas de mugre era lo único que delataba el lugar como antiguo, del techo colgaba una lámpara de aceite que el pequeño había encontrado en una de las múltiples cajas que habían estado ahí antes de que se deshiciera de ellas.
También había un banco de madera y una pequeña pero alta mesa de madera donde se encontraban dos botellas de vidrio y dos platos vacíos pertenecientes al desayuno de ese día.
Noah se recargo en la pared y soltó un suspiro, sacó de su bolsillo un teléfono que le había robado a alguien cuando estuvo en la feria. Marco el número de la estación de policía. Escuchó la voz de un hombre preguntando que pasaba
—¡Tienen que venir ya! Huele horrible—dijo Noah atreves del teléfono.
—¿Hay algún problema?—dijo la voz del otro lado.
—¡Están aquí, están aquí! Dios mío, que horror.... ¿Quien pudo haber hecho algo así? Es horrible, tienen que venir, ¡Aquí hay dos niñas muertas!
—¿Señorita?—dijo la voz alarmada del hombre—. Dígame donde se encuentra.
Noah guardo un momento de silencio. Su voz era aguda y un tanto chillona por lo que siempre pensaban que era una niña pequeña. Tal vez eso le daba ventaja en ciertos aspectos.
—¡En la estación de tren abandonada!—chilló—. Vengan rápido. ¡Por favor... Deprisa!
Colgó después de gritar esto último. Suspiro y dejó caer su frágil cuerpo al suelo de madera donde permaneció inmóvil unos momentos.
Estaba cansado mental y físicamente. Quería quedarse dormido unos cuantos días, nada le apetecía más, pero tenía cosas que hacer, cosas malas podrían suceder mientras dormía.
De golpe se levantó, había estado en esa cabaña casi toda la noche y en algún momento se había quedado dormido cuando ya amanecía. Había cometido un horrible error: se dejó vencer por el cansancio y había sido engañado.
Salió de la pequeña construcción a toda velocidad antes de que los policías llegaran.
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Todos los niños corrían con pistolas de agua o globos llenos de agua en mano mojando a sus amigos y compañeros. Así era el juego; estaban divididos en dos equipos y si te mojaban perdías, así que ya no podías participar.
Doll tomó su arma entre brazos. Se veía como una niña totalmente normal e inocente con su traje de baño de una pieza azul marino, que era el que la escuela utilizaba en sus clases de natación, sus pies vestían unas sandalias rosadas. Su cabello estaba recogido en un moño teniendo como adorno dos palillos japoneses.
Corrió y se escondió tras unos arbustos tratando de localizar a su objetivo mientras observaba el "campo de batalla". El patio trasero de la escuela contaba con un edifico aparte para educación física además de una cancha con pasto real donde hacían actividades al aire libre. En ese lugar se libraba la batalla con el agua.
Encontró a su objetivo y sonrió.
Elizabeth se encontraba cerca de un pequeño almacenamiento donde se encontraba la "municion", que en este caso eran los baldes de agua. Ella también se veía como una niña normal, vestía el mismo traje de baño, usaba unas sandalias verdes y su cabello estaba amarrado a una coleta alta.
Doll sonrió y corrió hacia Elizabeth con el arma en alto dispuesta a dispararle, está la vio y lo único que hizo fue poner sus brazos para protegerse. Doll la apuntó y jalo el gatillo... Pero el agua no salió.
Ambas se miraron entre sí confundidas mientras Doll seguía tratando de disparar, el gatillo estaba duro y no podía moverlo al fondo. Se había trabado. Elizabeth se empezó a reír señalándola.
—¡Pero que tonta! Venías tan emocionada en atacarme para que no te funcionará, ¡debiste ver tu cara! ¡Ya no tienes con qué defenderte!—dijo entre risas.
Doll frunció el ceño y gruño por lo bajo.
—Pero sirve para golpear—informó antes de avanzar y pegarle en la cara con la pistola.
Su socia chilló de dolor y puso las manos donde había recibido el golpe.
—Eh, niñas ¿pasa algo?—preguntó una maestra acercándose.
Ambas intercambiaron una mirada.
—No, no es nada—contesto Doll bajando la cabeza.
La maestra se fue dejándolas solas, Doll desvío la mirada mientras Elizabeth se acercaba a recargar.
—¿Es una broma?—preguntó de pronto Elizabeth.
—¿Que cosa? ¿Tu vida? Y si, uno malo—contestó Doll viéndola.