"Por Decreto Real, se convoca a todas las doncellas cuyas edades oscilen entre los XV y XX años, para que asistan al Baile Real con motivos del cumpleaños número XVIII del Príncipe Castiel I, durante el cual escogerá entre las invitadas a su futura esposa para unirse en los lazos del sagrado matrimonio. Es de carácter obligatorio, so pena de muerte, que todas las antes mencionadas asistan a tal gala que se llevará a cabo dentro de una semana a partir de la emisión de éste documento."
Concluyó el mensajero, guardando el pergamino con dicha información y alejándose montado en su caballo de la zona concurrida de uno de los mercados más pobres del tercer distrito del Reino Amoris. Rápidamente los cuchicheos ante tal noticia no se hicieron esperar entre las mujeres de mayor edad cuyo trabajo consistía en únicamente mantenerse informadas en cuanto a los sucesos relacionados con… todo el mundo, pero los relacionados con la realeza eran sus preferidos.
—¿Escucharon eso? ¡Es increíble!
—Lo sé, lástima que no sea soltera.
—Mi hija conquistará al príncipe Castiel con sus encantos.
—Pero se rumora que tiene un carácter difícil.
—¡Es verdad! Una de las sirvientas de castillo dijo que es bastante gruñón, siempre está malhumorado, y no hay quien le saque sonrisa alguna.
—¡Ha rechazado a princesas de otros reinos! ¿Tan desesperados están por encontrarle esposa al príncipe?
{}
—Tienen mucho alboroto por allí ¿no crees Alice? —susurró una jovencita castaña hacía su acompañante, sin embargo aquella la ignoró al estar aparentemente preocupada buscando con la mirada a alguien entre la concurrida multitud.
—¿Eh, qué dijiste Sharon?
—¿No escuchaste palabra alguna del mensajero real?
—Ah, sí, no es algo que me incumba —respondió desinteresadamente reanudando su labor de búsqueda.
—¡Pero Alice! Debemos asistir, si no, nos cortarán la cabeza.
—Pues… —las mejillas se le tiñeron de un hermoso tono rosado a la vez que una sonrisita traviesa se le formaba en el rostro y el corazón le empezaba a latir con fuerza ¿cómo decirle a su mejor amiga que desde esa misma mañana ya estaba comprometida con alguien más? Ya no era una soltera del todo—, yo ya…
—¡MALDITA MOCOSA! —escucharon el grito entre la multitud, ambas voltearon la mirada, mientras Sharon se veía anonadada por la escena que transcurría frente a sus ojos, Alice parecía entrar en preocupación—. ¡Me las vas a pagar, desgraciada!
—¿Ésa es Ámber? Pero ¿por qué está bañada en lodo?
—Ups… hora de correr —dijo mientras emprendía la huida —¡nos vemos Sharon!— hizo un ademán con la mano cuando ya estaba alejada de ella.
—¡Alice! ¡No, otra vez no! —alcanzó a escuchar las lamentaciones de su amiga, pero no le dio importancia.
La muchacha empezó a correr, esquivando magistralmente a la multitud y uno que otro negocio ambulante. Con astucia, recogió parte de la larga falda que ocupaba para darle mayor movilidad a sus piernas, y ganar ventaja contra su contrincante que cada vez la tenía más cerca. Volteó la mirada y allí vio a la chica de largo cabello rubio, efectivamente cubierta de pies a cabeza con lodo, e incluso emanaba un horrible olor; seguida por dos soldados de la Guardia Imperial. Reiría como loca ante la situación, si no fuera porque aquella chica le pisaba los talones, y si llegaba a atraparla ya no había escapatoria.
Ámber estaba a punto de alcanzarla, pero al doblar en una esquina, sintió como alguien la jalaba de uno de sus brazos, escondiéndose detrás de un contenedor de agua. Por la fuerza aplicada terminó en el suelo, junto con su salvador, y sólo alcanzó a ver como su agresora así como los soldados se perdían entre la multitud.
—¡Uf! —suspiró aliviada para sonreír a la persona que le ayudó —¡Gracias Nath! —exclamó alegre. Pero aquél joven rubio no compartía su dicha, sólo la miró seriamente y se llevo una mano a su cabeza.
—¿Y ahora qué hiciste?
—…Nada.
—¿Estás segura? —hubo un momento de silencio.
—…En mi defensa puedo decir que se lo tenía bien merecido, es decir ¡estaba extorsionando al pobre vendedor del bazar! —dijo casi sin respirar. No podría ocultarle algo. Él suspiró.
—Alice, sé que mi hermana puede ser bastante odiosa, pero debes dejar de actuar tan impulsivamente —dijo en tono conciliador, para luego con una mano tomar delicadamente la barbilla de la chica lo cual le hizo acelerar el corazón—. Cuando nos casemos ya no podrás hacer todo lo que solías hacer antes. No te diré que no es noble lo que haces, pero debes empezar a pensar en tu futuro… en nuestro futuro. ¿Qué pasaría si la Guardia Imperial te atrapa… de nuevo? —ella bajó la mirada.
—No me iría nada bien.
—Exacto.
—De acuerdo, de acuerdo. Tú ganas ésta vez.
—Me alegra escuchar eso. Pasando a otro tema… ¿escuchaste el nuevo decreto real?
—Sí, y decidí que no es algo que me incumba.
—Alice, debes ir.
—¿Qué? Pero ese tonto evento es para que el príncipe escoja esposa, por eso citan a todas las solteras ¡y yo ya casi estoy casada!
—Escucha, yo también pienso que es algo tonto, pero como tú misma lo acabas de decir "casi" estás. Aún no eres mi esposa. Alice, es de vida o muerte que asistas al baile. Además, nadie sabe de lo nuestro, y al parecer aún no le agrado a tu madre, por lo que aún no es oficial nuestro compromiso.
—Pero si lo hago sentiré que te soy infiel.
—Serías infiel si filtrearas con el Príncipe y él te escogiera como esposa. Y dudo que eso pase.
—¿Estás insinuando que no soy bonita? —fingió estar enfadada, él sonrió.
—Insinúo que mi prometida es incapaz de dejarse cegar por los lujos que conlleva la realeza y termine abandonándome— terminó depositando un casto beso en la mano de la joven.
{}