Su porte impoluto la sorprendió bajo la luz cálida del sol que a esa hora vestía todo de aquel tono dorado precioso.
Claro que podía apreciarlo mejor que aquella noche lluviosa. Llevaba su sonrisa socarrona y esa chispa en sus ojos oscuros, que de alguna manera le hacían sentir en desventaja casi constantemente y si no fuera porque él se adelantó a su pensamiento como si leyera su mente, hubiera jurado que aquel encuentro no era casual.
—Necesitamos hablar… —dijo casi sin inmutar su pose, aunque aquella afirmación la extrañó y hasta levantó sus cejas sorprendida.
—No entiendo de qué, señor Denson… —Claro que su sonrisa de lado se exacerbó al oírla, al igual que sus nervios cuando él tomó su mano sin disimulo alguno y la colgó de su brazo mientras comenzaban la caminata alejándose de las miradas indiscretas, desoyendo por completo sus quejas y reclamos. —Shh, deje el escándalo señorita Miller. Dije que solo necesitamos hablar, no que me atrevería a tocar uno solo de sus preciados cabellos.
— ¿Qué le apremia tanto? Si es posible saber…
—Digamos que preciso su ayuda en un asunto… —Las expresivas cejas de Caddy volvían a elevarse nuevamente. La idea de que él precisara su ayuda, era extraño, pero mucho más la manera en que había pronunciado aquella frase. —No me mire así, no es nada excepcional ni difícil. —Se detuvieron sobre la verde hierba mientras un rayo de sol se posaba en su cabello recogido y aquella barba desprolija.
— ¿De qué se trata?… —Puso su mano en jarra sobre su cintura y con la otra sostenía el parasol. Aguardaba curiosa lo que seguiría y claro que se sorprendió al oír semejante pedido.
—Quiero ir a la salida de campo. —Dijo sin titubear, sin un mínimo preámbulo y como si esa respuesta fuera lo más obvio del mundo.
— ¿Qué salida? —preguntó confundida.
—La que está organizando la señora Hemingway. Claro que será para señoritas, pero es su deber convencerla de que más divertida será con caballeros, y claro que debe incluirme en los planes. No debe ser un grupo selecto, y de ser así, con claridad dejará mi nombre en la lista. Y como prioridad, no lo olvide. —Sonrió mostrando los dientes más blancos y perfectos que Caddy hubiera visto alguna vez, mientras el muy fanfarrón golpeaba con su índice el borde bordado del parasol blanco.
La frente de Cadence estaba repleta de arrugas mientras daba un corto sacudón de cabeza como si deseara acomodar en su cabeza lo que había.
— ¿Está usted loco? ¿Cómo se le ha ocurrido semejante petitorio? Para empezar no estoy al tanto de las ideas de Brooke, y mucho menos seré yo quien le hable de usted, ni que pida su presencia… téngalo por seguro—respondió como si aquella negativa fuera lo más evidente del mundo. —No sé en qué instante ha creído que estoy dispuesta a ayudarle.
Drake avanzó un paso hacia ella con sus manos cruzadas en la espalda. Miró en todas direcciones ante la mirada atenta de la solterona y luego pronunció lentamente y vocalizando cada una de las letras.
—Claro que lo hará... De lo contrario, no me dejará otra alternativa más que soplar a oídos de los mimados caballeros que la llevé hasta su casa, de noche, sola, abrazándola por la espalda sobre mi caballo mientras descansaba su cabeza sobre mi amplio pecho que amablemente la recibió. —Sus labios se estiraron grácilmente sintiéndose vencedor.
Caddy había perdido capacidad de habla. No atinaba más que a imaginar en su mente lo que aquellas palabras podían provocar, pero su mente lenta no encontraba respuesta más que un balbuceo improvisado.
Bajó el parasol para responder a semejante canallada, pero ante sus nervios y la torpeza que de ello resultaba, una de las puntas del mismo dio en el rostro de Drake que de inmediato retrocedió lo suficiente para llevar su mano al lugar dolorido, mientras apretaba los labios y resoplaba maldiciendo.
— ¡Oh por Dios! Discúlpeme… —Dijo ella al notar lo sucedido, pues las muecas de Drake denotaban gran dolor.
— ¡¿No podía fijarse?! —lanzó entre dientes mientras acariciaba su mejilla y el ardor no menguaba. Claro que de inmediato el malhumor que había tenido todo el día, volvía aflorar.
—Lo siento… déjeme ver… —Respondió mientras apoyaba el parasol ya cerrado sobre su pierna y observaba con detenimiento la marca rojiza que había dejado.
— ¿Cómo se ve? —preguntó preocupado y sintiendo el lugar como si una brasa puntiaguda lo atravesara.
—Como un raspón… —el tono irónico lo exasperó pero antes de poder replicar a su provocación, ella continuó— Déjeme ver… —Se acercó un poco más a él para observarle con claridad y exclamó horrorizada — ¡Oh Dios mío!
— ¡¿Qué?! —cuestionó preocupado al ver que ella cubría su boca con las manos.
—Sólo un raspón leve que pronto va a desaparecer… No tiene por qué preocuparse. —Sonrió satisfecha y él resopló aunque continuaba masajeando el lugar.
—Muy graciosa… podría haber lastimado mi ojo. ¿Es que acaso no le han enseñado movimientos delicados que una dama puede realizar? Imagino que asistió a una de esas escuelas de señoritas, en la que apuesto, ha invertido importantes años de su vida ¿verdad?
—No discutiré sobre mi educación con usted, y claro que no seré condescendiente a su amenaza, señor Denson. —levantó su mentón levemente y en claro tono desafiante. Drake se acercó a escasos centímetros de su rostro y allí se percató de dos cosas: ella temblaba, clara señal de que su respuesta no era convincente; era bonita, muy bonita. La solterona tenía una hermosa boca de labios gruesos, rosados como pétalos de flor exótica, húmedos como un manantial refrescante y brillantes, muy brillantes. Se le antojaron hermosos y dulces como aquella fruta exquisita que alguna vez había disfrutado en amazonia. Sus ojos habían quedado prendidos de ellos y por un instante olvidó lo demás. El espacio estrecho, oscuro y profundo que separaba al superior del inferior, lo había hipnotizado como si se tratara de una piedra preciosa. Carraspeó al notarlo, por lo que de inmediato levantó la mirada hasta sus ojos y allí frente a ellos, cercanos y ansiosos, replicó.