El zapato de Cadence apretaba demasiado y su pie hinchado parecía estallar. Aguardaba incomoda y ansiosa que Drake asomara nuevamente por la puerta principal y poder continuar con sus preciados encargues.
Aquella mañana había aparecido apenas salido el sol, con el apuro constante en su boca, de que debían partir a la casa grande de los Law. Algo debía haber acontecido para que tomara aquella decisión tan de improviso, pues había imaginado que aún aguardarían unos días más y no podía irse sin dejar mensaje a John, quien había prometido volver a verla.
Quizás él fuera el único capaz de hablar con Drake y hacerle recapacitar respecto a esa locura de meterse en aquella casa.
Una antigua mansión sumergida en las afueras de Londres, de fachada rojiza, ventanales altos y vidrios repartidos, rodeada de jardines pintorescos, donde había nacido y crecido su madre. La idea volvió a revolver su estómago y apretar el escaso desayuno que había podido tragar.
Drake atravesó el umbral de la sala y se detuvo ante la palidez de Cadence. Arrugó a frente al verla inmóvil y con la mano sosteniendo su abdomen.
— ¿Te encuentras bien? —Inquirió mientras se acercaba un tanto preocupado.
—A decir verdad, no. Estoy angustiada por este repentino arrebato de irnos cuanto antes. Creí que aguardaríamos unos días más, que la noticia corra, que la familia se haga idea de qué iremos allí.
—No puedo esperar más. Nos urge tomar posición y no dejar que piensen, que crean que pueden engañarnos...
— ¿Qué teme? —Su pregunta le silenció y la observo unos segundos, midiéndola, escrutándola. — ¿Cómo nos engañarían? Ya se dictaminó que deben darnos la parte de mi madre que me corresponde.
—No conoces a Law. No va a quedarse quieto esperando que le quitemos lo que considera suyo y mientras más tiempo pase, más pensará como evitar que eso suceda.
— ¿Lo conoce? Me doy cuenta que así es. —Drake asintió levemente y tomó la mano de Cadence entre las suyas.
—No confío en él, es lo que debes saber. Ahora ve a prepararte que en poco tiempo partiremos.
—Esperaba para rogar por John. No quiero irme sin que lo sepa y tampoco sé dónde encontrarlo para enviarle un recado. Es mi única familia… —repitió angustiada y Drake chasqueó su lengua mientras se ponía de pie, molesto.
—Ya le envié recado y ha dicho que irá a verte mañana mismo. —Su respuesta le sorprendió, Caddy arrugó la frente y lo observó expectante. —No me mires así, no te sorprendas. Sé todo sobre él y no confío ni un ápice en tu amado primo. Quiero que lo sepas y que estés segura que si le envíe el mensaje solo ha sido por ti, porque se que es importante para ti. De lo contrario lo mantendría lejos de todo lo mío y de ti especialmente. Porque lo amas, él lo sabe y se aprovecha de eso.
— ¿John? —cuestionó incrédula. —Le agradezco que haya pensado en mí porque como dice, es mi familia. Tiene su carácter y ha cometido errores, pero no es capaz de todo eso que le acusa… Es buen hombre, amable, sincero, se preocupa por mi, siempre lo ha hecho…
— ¿Es buen hombre quien se enreda con una mujer casada? ¿Es buen hombre quien miente, oculta y esconde su pecado debajo de las faldas de su prima soltera? —Cadence lo observo con dolor, avergonzada por sus palabras, pero de inmediato respondió.
— Él no lo sabe, ignora por completo nuestro trato, de lo contrario le aseguro que yo no estaría aquí y él estaría cargando las consecuencias de su error—Le defendió, poniéndose de pie a pesar del dolo y Drake sonrió de lado.
—Cadence, tu pecado es la inocencia. Lo sabes ¿verdad?
— ¿Qué quiere decir? —Cuestionó ofuscada
—Que has pasado la vida rodeada de gente que no hace sino aprovecharse de tu cariño y de ese amor maligno, que te ciega, que te quita la razón y te deja creer mentiras viles o entregarte por completo en pos de beneficiar a otros a quienes en verdad no les importas en absoluto. —Hizo una pausa para que ella comprendiera sus palabras con claridad y continuó —Te suplico que cuando te enamores de mí, no lo hagas así, ciegamente y sin razón. Ámame con cordura y siempre mantén tus ideas firmes, nunca te sacrifiques por mí y mucho menos sufras. No sería amor si yo dejara que lo hicieras.
Enmudeció y su respirar se aceleraba con cada una de sus palabras que como siempre herían su orgullo, provocándole con sus insinuaciones y aquella seguridad de que llegaría a amarle alguna vez, aunque en realidad estaba segura que no sucedería jamás. Aquellas frases lanzadas a su rostro, sinceras y sin tapujos, le dolían pues desnudaban sus más profundas incertidumbres y hacían mella en su razón, pues alguna vez ella también había creído que eran ciertas. y no era porque él las pronunciara, sino porque una parte profunda de sí misma quizás creía que eran ciertas.
—Soy como soy y amo de la única manera que sé hacerlo. Pero no debe preocuparse por eso, pues está muy lejos de cualquier sentimiento que usted pueda provocarme.—Tomó el sombrero que descansaba a su lado sobre el sillón y ató el lazo alrededor de su cuello mientras Drake la observaba.
—Disiento de tu opinión y temo que ya tengo un pequeño espacio en ese corazón de piedra, de lo contrario no te tomarías el tiempo en dejarme claro que no es así. —Sonrió nuevamente y le extendió el brazo para acompañarla.