día 8:
Los médicos dicen que sigues estable. Tus lesiones han ido curándose pero todavía te mantienen en este coma inducido. Es por tu bien, lo se.
Seguramente no hay otra opción.
El cabecero de tu cama se ha llenado de fotos y recuerdos poco a poco. Pero desde hace un tiempo, no hay nada nuevo por aquí y cada día tengo que tirar a la basura menos flores secas.
Al principio, todos querían estar pendientes de tu estado, pero ahora, al ver que tu situación no ha variado, han dejado de venir. Lo cierto es que no los culpo. Supongo que no quieren molestar.
Estás tan raro, allí, en silencio... todavía no me acostumbro a verte así. A veces, cuando cae la noche y empiezo a sentir frío, coloco mi asiento junto a tí y te tomo de la mano.
Es casi una necesidad vital, que me confirma que estás bien, que sigues conmigo. Puedo estar así durante horas, sin leer, sin escuchar música, sin estar pendiente de otra cosa que no sea ese contacto contigo... Ya no siento vergüenza por hacerlo como al principio. Ahora se que posiblemente sentir mi mano te haga tanto bien como escuchar mi voz y la de los que te quieren.
Espero que cuando leas esto, no esté yo presente, porque me podría dar un ataque de ansiedad. En el fondo, te estoy abriendo mi corazón, Carlos. ¿Hacemos un trato? Cuando despiertes, te dejaré solo para que te leas todo con calma y luego me cuentas.
En la oficina, por cierto, no hay demasiados cambios. La estudiante de intercambio sigue poniéndose roja cuando Jordi pasa a su lado y le tira una de esas miradas de seductor de manual tan típicas de él. Por otra parte, hemos estado tan ocupados preparando la campaña de Pascua que apenas he podido detenerme a pensar...
Han pasado ya dos meses y medio.
Pronto será primavera.