—No me creo que estemos yendo a casa de mis padres —mascullé cuando el
avión empezó a descender.
Jack me dedicó una sonrisa radiante.
—Esto va a ser muy divertido.
Solo estábamos nosotros dos. Los padres de Jack, Agnes y Mike solo
vendrían el día de Navidad —que era el día siguiente— y luego ya
volveríamos todos juntos.
El manojo de nervios que era mi estómago fue aumentando a medida que
nos acercábamos a la puerta de salidas. Y el idiota de Jack parecía estar
pasándoselo en grande.
—¿No se supone que yo debería ser el nervioso? —preguntó.
Me detuve abruptamente justo antes de cruzar la puerta.
—Necesito decirte algo —dije.
Él también se detuvo y me miró sorprendido.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Sí, no es eso. Es…
Lo pensé un momento. Cuando lo miré, estaba casi segura de que mi
expresión era la misma que hubiera puesto de haberle dicho que mi familia
formaba parte de un culto satánico.
—Tengo que advertirte de algo.
Levantó las cejas, oscilando entre la sorpresa y la diversión.
—Muy bien, ¿de qué?
Respiré hondo.
—Mi hermano mayor se cree que tiene la necesidad de espantar a
cualquier chico que se me acerca porque se cree que eso le hace mejor
hermano —dije atropelladamente—. No digo que vaya a golpearte, pero va a ser pesado. Muy pesado. Y es probable que te pise la mano en cuanto hagas
un ademán de ponérmela encima, así que tendremos que mantener las
distancias.
Asintió con la cabeza, reprimiendo una sonrisa.
—Vale.
—Mis otros dos hermanos son horribles, ¿vale? Son como dos monos
peleándose por una banana. Se pasan el rato metiéndose conmigo de forma
compulsiva, jugando a videojuegos o en su taller. Si se meten contigo, no
dudes en defenderte. No tienen sentimientos, así que no puedes hacerles daño.
De hecho, creo que no tienen ni cerebro. Al menos, nunca han dado señales
de tenerlo.
—Jen, ¿qué…?
—Y mi hermana mayor va a interrogarte. Mucho. Muchísimo. Va a
empezar a bombardearte con preguntas hasta que respondas sin darte tiempo a
pensar. Es una experta en sacar la verdad a la gente, incluso cuando no
quieren contarla. Así que ten cuidado con ella.
—Vale, pero…
—Por favor, no te creas que soy como ellos —añadí, sujetándole una
mano—. Es decir, ellos están bien, no es que estén locos…
—Jen…
—… pero en serio que no soy como ellos, ¿vale?
—Lo tendré en cuenta —me aseguró, divertido.
—Y mi madre te va a empezar a acosar y a achuchar. Es muy pesada.
Demasiado, diría yo. Pero… ¡no lo hace para molestar! Es su forma de ser,
¿sabes? Así que, si empieza a abrazarte y a llamarte cielo, no te lo tomes a
mal.
—Podré vivir con ello.
—Y quizá también te haga muchas preguntas. Se pone muy intensa
cuando quiere. No es tan experta como Shanon, pero tampoco se le da mal.
—Jen…
—Y mi padre es muy…
—Jen —me sujetó la cara con la mano libre—, relájate, ¿vale?
—Créeme, ojalá pudiera relajarme.
Sonrió y se inclinó para besarme en los labios.
—Me da igual cómo sean. Son tu familia. Ya me caen bien.
Intenté sonreír cuando hizo un gesto para que pasara por delante de él.
—Venga, a la guerra.
—¿Seguro que no…?
—Jen —advirtió.
—¡Vale! —Suspiré y me encaminé a la puerta.
Mi alivio fue inmenso cuando vi que solo habían venido Spencer, mamá y
Shanon. Dejaríamos a papá y a los dos idiotas para el final. Bien. Menos mal.
Nos acercamos a ellos, y vi que Jack los examinaba con curiosidad.
Estaba tan nerviosa…
Nos detuvimos a su lado, entre la gente, y ni siquiera nos vieron. Yo vi mi
oportunidad de cambiar de opinión y salir corriendo, pero Jack me devolvió a
mi lugar con una sonrisa divertida y no me quedó otra que aclararme la
garganta.
—Eh…, hola, mamá.
Mi madre se dio la vuelta y abrió los ojos como platos.
—¡Jennifer, cariño!
Me había saludado primero por una mera formalidad, porque lo que
quería en realidad era inspeccionar a mi novio. Clavó los ojos en él enseguida,
entusiasmada.
—¡Y tú debes de ser Jack! ¡Por fin te conozco! —Sonrió ampliamente—.
Venid aquí, cielitos.
Y, sin previo aviso, nos agarró a los dos por los hombros y nos abrazó de
forma que nuestras caras quedaron enfrentadas a su espalda. Jack parecía
divertido. Yo me moría de vergüenza.
—Mamá, por favor… —mascullé.
—Siempre avergonzándose de mí. —Suspiró dramáticamente y miró a
Jack—. ¿No te parece que eso está muy feo?
—Eso está muy feo, Jen —me dijo, divertido.
Vale, me lo merecía. Yo había hecho lo mismo con su madre.
Clavé la mirada en Shanon y Spencer. Ella, para mi sorpresa, había
seguido mi petición silenciosa de no avergonzarme y se limitó a acercarse a
Jack con una sonrisa cordial.
—He oído hablar mucho de ti —dijo, poniendo los ojos en blanco—.
Muchísimo. En serio… Todo el día. Jenny es muy pesada.
—Gracias por la bienvenida. —Le puse mala cara.
Ella me ignoró y sonrió a Jack.
—Soy Shanon. Bueno, ya nos habíamos conocido por teléfono.
—Yo también he oído hablar de ti —dijo Jack, sonriendo y aceptando su
abrazo.
Bueno, por ahora iba bien. Pero todavía faltaba la peor parte.
Miré a Spencer. Se había acercado con los ojos entornados.
Oh, no.
Por favor, no era el momento de sacar sus instintos de hermano mayor,
que solo despertaban de su hibernación cuando le presentaba a un chico.
—Spencer —dijo secamente, extendiendo su mano hacia Jack.
Pues… sí había sacado esos instintos.
Menos mal que Jack pareció tomárselo con humor.
—Jack. O Ross. Lo que prefieras —dijo, aceptando su mano.
—Espero que estés cuidando bien de Jenny —replicó Spencer
frívolamente, sin soltarle la mano.
Me dio la sensación de que mi hermano estaba apretando un poquito
demasiado el agarre y me deslicé a su lado, clavándole el talón en el pie.
—Suéltalo —susurré, roja como un tomate.
—¿La cuidas o no?
—Hago lo que puedo. —Jack me dedicó una breve sonrisa antes de volver
a centrarse en él.
—Espero que eso sea suficiente, ¿eh?
Le di un codazo ya no tan disimulado a Spencer, que me ignoró,
pasándome un brazo por los hombros de manera protectora. Me entraron
ganas de pedir ayuda a Shanon o a mamá, pero ellas estaban ocupadas
riéndose de la situación.
—Lo es —aseguré enseguida.
—Eso está por ver. —Spencer me dio un pequeño apretón en el hombro,
sin dejar de mirar fijamente a Jack.
Oh, venga ya…
Y, entonces, Shanon vino a mi rescate soltando las palabritas mágicas que
esa situación requería.
—Oye, Spencer, ¿te he contado que fue él quien se encargó del idiota de
Monty?
Hubo un momento de silencio. Mi hermano parpadeó, sorprendido.
Después me soltó abruptamente. Casi me caí de culo al suelo cuando se
adelantó hacia mi novio.
—¿Eso es cierto? —le preguntó.
Jack se encogió de hombros.
—No me gustaba cómo trataba a tu hermana.
Y, así de fácilmente, Spencer cambió su expresión furibunda por una de lo
más amistosa.
—¡Podrías haber empezado por ahí! —Le dio una palmadita en la espalda
—. Ven, te ayudaré con la mochila.