Antes de los veinte

Capítulo |2|

Abigail Collins 
 

Guardo el celular, no es tan grave, lo sigo desde que tengo diez años, desde entonces sueño con ver mis propios atuendos televisados y en reconocidas revistas. Él se fue a otro país abriéndose puertas propias en un mundo que la mayoría de hombres hace a un lado. Se está posicionando al mismo nivel que su padre en la mitad de tiempo. 

Sin pensarlo googleo su nombre en el ordenador de sala, según sus redes lo último que hizo fue una gira con una línea de trajes formales y juveniles para caballeros, se supone que ahora está de vacaciones ¿Cómo es qué hará una presentación? Bajo un poco más y claramente al buscarlo aparece el nombre de Frieda su esposa e imágenes con su pequeña bebé Frida, siempre con una nube borrosa en la carita para no ser expuesta.

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Finalmente es sábado, lo que significa que veré a Daen. Es decir, me encontraré con mis amados amigos en un restaurante chino en la plaza, almorzaremos e iremos a dibujar personas para el taller de pintura al que asisten Daen e Isabella. Además haré algunas compras muy necesarias, un buen atuendo para el lunes presentarme con Alessandro; profesional y a la moda. 

Al llegar al restaurante de comida china veo sentándose a Isabella, al parecer Maes ya estaba ahí, siempre el más puntual.

Por ir distraída alcanzo a esquivar a mi mejor amigo, Daen Weller.

—Te invoque porque estoy segura que aún no te he rezado —vacilo.

Se ríe deteniéndose y forma un mohín gracioso dándome paso.

»Y ganas no me faltan —susurro divertida sentándome junto aquellos dos.

—¿Qué le has dicho a Daen que hasta acalorado viene? —pregunta Isabella.

—Que si se le habla o se le reza. 

Justo cuando va a sentarse lo detengo.

»Tienes algo en las pompis —él se sacude—. Mi mirada, bebé. 

Me sienta a su lado cubriendo mi boca cuando ve cerca a la mesera. Le dedico una mirada intimidante. 

—¿Ahora si ya no estás sola en casa?—pregunta pues sabe que mi madre lleva casi dos semanas con mi abuela, a estas alturas debería sospechar que algo no anda del todo bien, aunque ambas se escuchan en calma por teléfono.

—He tenido que sobrevivir con cereal y leche con un padre sin tacto, deseo que ya regrese mamá.

—Puedes venir a mi casa cuando quieras —ofrece Daen.

—No sabes lo que acabas de decir —vacila mi amiga.

No soy tan pesada con Daen, aunque no me parece prudente tomar su oferta. 

Los cuatro conversamos esperando ser atendidos. 

Esta salida es porque en el taller de pintura les pidieron a Daen e Isabella una foto o un dibujo que pudieran replicar en acuarelas, así que han decidido venir a fotografiar a las personas a la plaza. Yo traje mi cuaderno de dibujo para también crear mi propia réplica.

—Ni siquiera estás en esa clase —me recuerda Maes—. Hasson y tú optaron por electrónica pues ahí estamos los más guapos.

—Eso no me impide dibujar.

—Por décima vez Abi, solo venimos a tomar una fotografía —le sigue el tono irónico Isa—. Yo quiero fotografiar alguien con impresionante cabello afro, sea mujer u hombre, si viste colorido mucho mejor. ¿Y tú Weller?

—No lo sé, estoy buscando una modelo que me inspire. 

Una parte de mí quiere ofrecerse, pero sé el nombre de su musa y no quiero verlo obligado a tener que pintarme a mí.

—Yo quería dibujar fin —le sonrío a Daen.

Saco los colores de mi bolso, no soy una gran dibujante así que solo dibujo un chico con bolitas y palitos, mirándolo fijo hago mi mirada más intelectual posible. 

—Eso no soy yo—dice al darle un vistazo a mi obra maestra. 

Le hago unos rallones sobre la cabeza en color negro simulando su cabello y sonriente ladea:

»Te quedé igualito. 

Le tomo una foto junto a mí creación, futuro estado en mis redes sociales. 

—¿Porqué tardaran tanto en tomarnos la orden? —pregunto al ver a todos los meseros pasarnos a un lado sin acercarse.

—Toda la atención está sobre la mesa del fondo, debe ser alguna celebridad o alguien con mucho dinero —comenta Maes.

—¿Más importante que Daen y nuestra futura compañía de sopas? 

—Industria alimentaria —me corrige. 

—Más que Daen y las futuras industrias alimentarias de nuestros hijos. 

Los tres se ríen y yo me sonrojo.

—Bueno al menos mis hijos tendrán los ojos azules o grises —me mira fijo muy cerca. 

—Que extraño porque yo quiero que tengan tus ojos castaños. 

—¿Por qué quieres que tengan los ojos de colores fecales pudiendo heredar tus ojos claros? 

Mi celular vibra en mis manos y Maes me pide entre señas que lo revise.

Maes: Cuándo eres doña indirectas 3000 y te gusta don distraído 5000.



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En el texto hay: humor, romance, despedidas

Editado: 20.10.2022

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