“¿Papá? Papá, soy yo. Despierta.”
Mackenzie entró al dormitorio y se preparó para lo peor, apartando la vista de su padre muerto.
“¿Qué ocurrió, papá?”
Su hermana también estaba en la habitación, de pie al otro lado de la cama, mirando a su padre con una mirada de decepción en su rostro.
“Steph, ¿qué ha pasado?” preguntó Mackenzie.
“Te llamó y tú no viniste. Esto es por tu culpa.”
“¡No!”
Mackenzie dio unos pasos hacia delante y entonces, sabiendo que era una locura hacerlo, trepó a la cama y se acurrucó junto a su padre. Sabía que su piel estaría fría y pálida muy pronto.
Mackenzie se despertó sobresaltada, la
pesadilla le había despertado a las 3:12 de la madrugada, empapada en sudor. Se sentó allí, jadeando, y a pesar de que no quería, rompió a llorar.
Echaba tanto en falta a su padre que le dolía.
Se sentó allí, sola, llorando hasta que se quedó dormida.
Sabía que pasarían horas antes de que volviera a quedarse dormida. Si lo hacía.
De una manera extraña, anhelaba volver a trabajar en el caso. De algún modo, aquello era menos doloroso.
***
Cuando Mackenzie llegó a Carol’s Diner unas pocas horas más tarde, estaba despierta y alerta. Mirando al otro lado de la pequeña mesa del restaurante al Agente Ellington, la idea de cómo le había afectado su pesadilla, de lo fácilmente que se había asustado la noche pasada, le resultaba embarazosa. ¿Qué diablos le pasaba?
Sabía de qué se trataba. El caso le estaba afectando, revolviendo recuerdos antiguos que creía haber superado. Estaba afectando la manera en que vivía. Había oído que esto les había pasado a otros antes pero nunca lo había experimentado en sí misma hasta ahora.
Se preguntó si Ellington lo había experimentado en alguna ocasión. Desde su lado de la mesa, él parecía preparado y profesional— el vivo retrato de lo que Mackenzie esperaba de un agente del FBI. Era de complexión fuerte, pero no enorme, seguro de sí mismo, pero no engreído. Era difícil imaginar que se agitara por demasiadas cosas.
Él vio cómo le miraba y en vez de desviar la mirada avergonzada, continuó mirándole.
“¿Qué pasa?” preguntó él.
“Nada, de verdad,” dijo ella. “Solo me estaba preguntando cómo debe ser eso de saber que, con una sola llamada de teléfono, puedes conseguir que el Bureau investigue algo cuando a mí me llevaría varias horas convencer al departamento de policía local para que lo hiciera.”
“No siempre es tan sencillo,” dijo Ellington.
“Pues con este caso el Bureau parece motivado,” señaló Mackenzie.
“La disposición ritual de las escenas del crimen prácticamente está gritando “asesino en serie,” dijo él. “Y ahora que se ha descubierto otro cadáver más, parece que eso es exactamente lo que tenemos.”
“¿Y ha sido Nelson flexible?” preguntó ella.
Ellington sonrió y mostró signos de un sutil encanto asomando por debajo de su perfectamente compuesta fachada externa. “Está tratando de serlo. A veces es difícil romper con la idiosincrasia de las ciudades pequeñas.”
“Si lo sabré yo,” dijo Mackenzie.
La camarera vino a tomar sus órdenes. Mackenzie optó por una tortilla vegetal mientras que Ellington pidió un plato gigante de desayuno. Una vez pasó esa distracción, Ellington juntó sus manos y se inclinó hacia delante.
“Entonces,” dijo. “¿Dónde nos encontramos con este asunto?”
Mackenzie sabía que le estaba dando una oportunidad de mostrarle cómo trabajaba. Se veía en su tono y en la leve sonrisa que apenas tocaba los extremos de sus labios. Era sólidamente atractivo y Mackenzie se sentía algo incómoda por la frecuencia con la que sus ojos se veían atraídos por los labios de él.
“Por ahora tenemos que atender a las pistas y realmente estudiarlas,” dijo ella. “La última vez que tuvimos lo que creímos era una pista prometedora, estábamos completamente equivocados.”
“Pero atrapasteis a un tipo que estaba vendiendo pornografía infantil,” señaló Ellington. “Así que no fue una total pérdida de tiempo.”
“Eso es verdad. Aun así, voy a asumir que has percibido la jerarquía de nuestro departamento de policía local. Si no descubro pronto esto, voy a quedarme atascada en mi puesto por mucho tiempo.”
“No estoy tan seguro de eso. Nelson te tiene en gran estima. Si lo admite o no delante de los demás agentes, en fin, eso es otra historia. Por eso me ha asignado a ayudarte. Sabe que puedes solucionar esto.”
Desvió la mirada de él por primera vez. No estaba segura de cómo iba a solucionar este caso si no dejaba de saltar al mínimo sonido en su casa y de dormir con su pistola sobre la mesita de noche.
“Me imagino que empezaremos por la muestra de madera,” dijo ella. “Visitaremos a quienquiera que sea el proveedor local de ese tipo de madera, hasta de la manera en que está serrada. Si eso no nos produce ningún resultado, vamos a tener que empezar a fastidiar a las mujeres con las que Hailey Lizbrook trabajaba. Puede que tengamos que tomar medidas tan desesperadas como investigar las cámaras de seguridad del club en el que trabajaba.”
“Son todas buenas ideas,” dijo él. “Otra idea que le voy a proponer a Nelson es apostar agentes encubiertos en algunos clubs de striptease en un radio de 100 millas. Podemos conseguir algunos agentes de la oficina de Omaha si los necesitamos. Si miramos en retrospectiva a casos antiguos—con lo que, debo decir, acertaste de pleno durante una previa reunión según Nelson—también podemos estar a la búsqueda de un hombre que esté atacando prostitutas. No podemos asumir que se
trata solo de bailarinas de striptease.”
Mackenzie asintió, aunque estaba empezando a dudar de que el caso de los años 80 que ella había recordado en que se había encadenado a una prostituta a un poste de la electricidad estuviera relacionado con este caso. De todos modos, era agradable que alguien con experiencia reconociera sus esfuerzos.