Hospital estatal Greenwich, Manhattan. 24 de diciembre 2016.
— ¿Cómo te encuentras Wen? —habla Mary, la enfermera, entrando con una bandeja con la medicina que me toca tomar ahora.
—Bien— respondo algo vacilante.
—Ok nena, esta son las ultimas hasta dentro de unas seis horas.
—Wuju— respondo sarcástica.
—Vamos Wen alégrate un poco, esta noche es día de visitas libres, ya sabes, no hay horario limite por ser víspera de navidad.
Suspiro resignada y miro a la ventana viendo como poco a poco el sol va cayendo dejando espacio para que la luna se cuele en cielo estrellado de la noche fría y festiva de Manhattan. Resignada tomo la pastilla que me ofrece para luego verla salir dejándome sola, otra vez. Dirijo nuevamente mi mirada a la ventana topándome con el reflejo de una niña pálida, con orejas violáceas debajo de sus verdosos ojos bañados en dolor y tristeza, con grietas en sus finos pero no tan delgados labios; subo la mirada un poco más para encontrarme con su cabeza en donde debería de estar su hermosa melena rubia, pero en vez de eso solo encuentro pequeñas hebras nacientes de ellas, donde antes existía un sedoso rubio ahora ya no hay nada. Me tuvieron que pelar, me quitaron aquello que más amaba a causa de la quimioterapia.
Sin soportarlo las lagrimas caen a causa del dolor que siento en mi corazón, ese que late con miedo cuando un nuevo análisis detecta otro problema, ese que late despavorido cuando hay una pizca de esperanza a mi alrededor, ese… ese que late cual caballo en una carrera cuando sabe que se acerca la hora de verlo otra vez y espera a que traiga su alegría y risas a este lúgubre y desolado lugar que se convirtió en mi segundo hogar desde hace dos años.
Y como si me hubiera escuchado su cabeza se asoma detrás de la puerta y cuando su mirada al
azulada choca con la mía un brillo aparece en ellos, pero rápidamente se disipa al estudiar mejor mi rostro y encuentra rastros de las que fueron mis lágrimas sobre mi mejilla. Rápidamente entra a la habitación y sin esperarlo me envuelve entre sus brazos susurrándome que me calme, que no es bueno que me altere.
Luego de lo que parecen minutos poco a poco va separándose de mí para luego tomar mi rostro entre sus manos y con la yema de sus dedos limpiar lo que queda de mis lágrimas.
—Te traje tu medicina— murmura despacito haciendo que me ría por lo bajo. —, Sht, no te rías que nos pueden pillar— vuelve a decir mientras se pone de pie y mete su mano en su bolsillo trasero y saca lo que él llama mi mejor y única medicina.
Niego divertida al ver la barrita de chocolate en su mano derecha— Egan…
—Ah, no. Te lo comes o te lo comes— me apunta sin dejarme terminar.
—Bien— bufo rendida. Tomo un pequeño trozo y me lo llevo a la boca degustando su delicioso sabor, cierro los ojos al sentir como se deshace en mi boca dejando su sabor dulce en ella. Escucho el cómo se remueve a mi lado pero sigo sin abrir los ojos, entonces siento su mano posarse sobre las mías, sonrío ante eso y abro los ojos chocando con su mirada acaramelada.
—Tengo un regalo para ti— susurra haciéndome sonreír porque yo amo los regalos—. Ahora cierra los ojos.
Lo hago sin rechistar esperando ansiosa para ver qué es lo que trajo para mí.
—Ahora ábrelos — susurra y cuando lo hago me encuentro a un Egan sonriente y con una gran caja entre las manos, ¿Cuándo y cómo pudo meter eso sin que me dé cuenta? No lo sé, pero lo que sí sé es que ya quiero ver lo que hay dentro.
—No debiste traerme nada— digo porque es verdad, desde que estoy aquí el siempre me trae regalos y yo casi no le he dado ninguno y me hace sentir la peor amiga del mundo.
—Descuida, este regalo es para ambos— responde haciéndome dudar.
— ¿Ah sí?
—Sí, ahora ábrelo.
Tomo la caja entre mis manos y saco el moño que lo ata para después destaparlo y asomar mi cara hacia la caja, sonrío al ver lo que hay dentro.
— ¿Una cámara? —pregunto ilusionada, siempre quise tener una propia.
—Ajam, y también un álbum para que puedas ir guardando todas las fotos que quieras.
Reviso la caja y confirmo lo que me ha dicho, pero además del álbum también hay una pequeña libreta color violeta con pegatinas en la tapa. Lo tomo entre mis manos y la abro bajo la penetrante mirada de mi mejor amigo. Y entonces lo veo, una pequeña frase que planta la esperanza, que creía extinta, nuevamente en todo mi cuerpo.
Hay personas que nacieron para brillar, deseos que se deben cumplir y aventuras por vivir. Esta es la libreta de los sueños y deseos, escribe todos los tuyos y prometo cumplirlos en un futuro.
Con amor, tu mejor y guapo amigo, E.
— ¿Lo prometes?— pregunto con los ojos llorosos.
—Lo prometo— afirma mientras acaricia mis manos en modo de consuelo —.Bueno no sé si tú quieras, pero habría que estrenar la cámara y empezar a rellenar el álbum.
Sonrío y asiento pensando que si alguna vez salgo de aquí recuerde esto como un mal sueño y una motivación de lucha. El toma asiento a mi lado y toma las cámara entre sus manos prendiéndola para luego girarla y apuntar hacia nosotros.
—Di Whiskey— dice.
Un momento…
— ¡Espera!— grito haciendo que salte del susto, me mira mal y yo solo le sonrió apenada.
— ¿Y ahora que ocurre Wen?
Bajo la mirada sintiendo como me sonrojo fuertemente. En realidad es vergonzoso pero me siento incomoda siendo así, que nuestra primera foto aparezca yo así, sin cabello y con la cara más pálida posible; solo desearía ser otra, volver a ser la de antes, sentir mi corazón latir un poco más fuerte, tener más sangre en mi sistema o solo tener mi cabello nuevamente, no lo sé, solo quiero ser normal. Mis ojos se cristalizan y mi amigo lo nota. Suavemente toma mi mentón y levanta mi cara para que choque con su mirada dulce y comprensiva.
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Editado: 30.11.2020