7 de Septiembre.
Era jueves, el tercer día de escuela desde que entró Mar. Estábamos yendo a deporte, la clase donde los chicos y las chicas del curso se dividían porque al parecer nosotros solo sabíamos jugar fútbol y ellas, handball. Generalmente, todos usábamos ropa bastante holgada para esta clase, excepto las tres copias de París Hilton que venían siempre vestidas con remeras ajustadas y shorts. Una vez, la directora las había amonestado por llevar ropa muy provocativa pero nunca cambiaron de igual forma. Jane muchas veces se reía de ellas.
Salí del vestuario de hombres y entré al salón de deportes junto con todos mis compañeros y el profesor, quién iba hablando sobre el entrenamiento que íbamos a hacer previo al típico fútbol de siempre. El salón era enorme, dos canchas juntas literalmente: en una jugaba cada grupo.
En un momento, sentí un brazo que pasó alrededor de mi cuello. Miré al costado para ver a mi amiga sonriendo divertida.
—Le agradezco a Dios, si es que existe alguno, por hacerme mujer y poder estar en el vestuario de mujeres.
—¿De qué hablas? —dije riendo y ella simplemente hizo un gesto con la cabeza mientras se iba. Miré a donde ella me había señalado y encontré a Mar caminando con unas calzas color gris pegadas y una remera deportiva un par de talles más grande que ella. Iba caminando mientras se ataba el pelo y puedo jurar que la vi caminar en cámara lenta. Giró su cabeza, me miró y me sonrió, a lo que le hice un gesto con la cabeza para saludarla.
Empezó el entrenamiento, las chicas habían ido con la profesora a su lado de la cancha y nosotros nos quedamos con nuestro profesor. Nos hizo hacer el mismo entrenamiento de siempre, volviéndolo a explicar de cero como si ninguno se lo supiera luego de haber realizado los mismos ejercicios desde que empezamos la secundaria.
Después de quince minutos, terminamos y fuimos a tomar agua. Me senté un momento mientras el profesor se ponía a tomar asistencia, como siempre, a mitad de la clase. Miré a las chicas y Jane estaba haciendo un baile detrás de Mar mientras me miraba, me reí al ver que ella se daba vuelta y soltaba una carcajada al verla. Luego, la acompañó bailando y dirigió su vista a mí. Me saludó con la mano al mismo tiempo que ambas se daban vuelta y se enderezaban de golpe, seguro la profesora las había visto y había llamado su atención.
El partido de futbol empezó, nos dividimos en los mismos equipos de siempre para empezar a jugar, yo era atacante. Empezamos a acomodarnos todos y miré a un costado, hoy la profesora de las chicas había decidido que jugarían hockey y, como Mar era la única que no tenía el palo para jugar, tuvo que ir a sentarse con la profesora al lado hablándole. Comenzamos a jugar, después de tanto tiempo jugando con los mismos compañeros, cada uno sabía y podía predecir que iba a hacer cada uno y eso era algo bastante bueno de nuestro equipo: predecir al contrario y usarlo a nuestro favor. Desde hacía varios meses que ganábamos casi todos los partidos por eso. Yo nunca fui un buen deportista, para nada, pero ninguno aquí se destacaba, éramos todos los suficientemente buenos como para jugar entre nosotros.
Estaba corriendo solo, me giré de nuevo y pude encontrar a Mar mirándome, me sonrió y luego... Luego recuerdo un montón de gente acercarse a mí y ver el techo. Escuché la voz tranquila del profesor y la voz desesperada de la profesora.
Terminé en enfermería acostado nuevamente mirando el techo sin saber que había pasado exactamente.
—Hijo, no tienes nada, la profesora creo que exageró un poco. Voy a anotar como que ya notifiqué a tu padre, ¿Si? —dijo la enfermera. Ella sabía un poco de la historia con mi padre, se enteró cuando, con diez años, él olvidó pasar a buscarme y ella me tuvo que llevar hasta mi casa— Ya vuelvo —dijo y salió. Dos segundos más tarde entró Darrel, un compañero, y Jane.
—¿Estas bien? —dijo él casi desesperado. Me senté en la camilla.
—Sí, lo estoy.
—Lo siento —dijo.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió?
—Te habían pasado la pelota y como te vi distraído, intenté sacártela, pero tropezaste con mi pie y te caíste.
—Puedo jurarte que no sentí nada de eso —dije levantándome de la camilla y volviéndome a sentar de golpe— Ok, sí. Puede que me haya golpeado un poco, estoy mareado.
—Quédate acostado un momento —dijo Jane y le hice caso. Sonó el timbre de fin del día.
—Oye, debo ir a trabajar —dijo Darrel— ¿Seguro estas bien?
—Sí, ve tranquilo.
—Lo siento, los veo mañana —dijo y salió.
—Mar estaba preocupada —dijo después de unos segundos de silencio, la miré— se levantó corriendo de las gradas y fue a ver como estabas —silencio— quizás le gustas —sugirió.
—Nos conocemos hace tres días, quizás, simplemente es buena persona y quiso ver como estaba —dije volviendo a cerrar los ojos.
—Pero a ti si te gusta.
—No presupongas, me parece linda pero no puedo decir que me gusta conociéndola hace tres días —dije remarcando el final.
—No señor, ambos somos de Libra y sabemos nuestra capacidad para que nos guste una persona en dos segundos, somos muy intensos. Desde que te conozco, ambos vivimos flechados por muchas personas distintas, yo tengo un recuerdo bastante presente tuyo enamorándote rápido... —se rio.
—¿A qué te refieres?
—A que me hablaste porque te gustaba cuando tenías doce y me trajiste una flor hecha de papel. Por cierto, aun la tengo.
—Sí, lo recuerdo. Rompiste mi corazón diciéndome "Me gustan las chicas" —dije haciendo mi voz más afeminada.
—Pero nos hicimos amigos después de eso y, además, a la otra semana te gustaba otra chica...
—A ti también te gustaba esa chica...
Nos quedamos en silencio.
—Scott...
Habló muy seria, no dije nada, pero si levanté mis cejas en gesto de que la escuchaba.
—Tengo novia.
Abrí mis ojos, estaba seria.
—¿Hay algún problema? —pregunté al ver su seriedad.
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Editado: 11.06.2020