"And it's hard to dance with a devil on your back. So shake him off, oh whoa..."
Es 31 de diciembre, hoy durante el desayuno nos reiteraron "cordialmente" nuestra invitación para asistir a la "Fiesta de Beneficencia de los Barrett" para celebrar la entrada del año nuevo. Lo que es igual a "Aglomeración de gente con dinero y arrogancia por los cielos dentro de la casa Barrett, para presumir quién cuenta con mayor capacidad monetaria para ayudar a las organizaciones". Es un juego de poder.
Las veces que nos hemos reunido con los padres de Eric han sido extrañas, en el ambiente hay tal tensión que fácilmente la cortaría una sierra eléctrica. Y eso que sólo han sido a las horas que comemos.
Siento cierto aire de desagrado por parte de la madre, es muy conservadora y muy creyente de la moralidad cristiana-eso me dijo Eric ayer después de la cena-; así que aún se está recuperando del hecho de que su hijo y yo dormimos en la misma habitación.
Por otra parte, el padre de Eric es más accesible en cuanto a trato, claro, si no está al teléfono o en juntas ejecutivas, decidiendo el futuro de su empresa y gritando a todos sus subordinados.
Decidimos salir a dar un paseo al establo que hay en la parte trasera del terreno.
Está lleno de animales y yo estoy encantada.
—¿Quieres montar a caballo?— me pregunta cuando me acerco a donde están, a mí se me iluminan los ojos.
—¡Claro que sí!
—Bien, montaremos a Chester— explica mientras se dirige al caballo color café chocolate.
—Espera, ¿montaremos? ¿Y si tus padres nos ven? ¡Qué clase de blasfemos pecadores seremos a los ojos de tu madre!— hago el drama con gracia y rompemos en risas. Él da la vuelta y arregla a Chester.
—Bien, como el animal no te conoce, tienes que acercarte a él y acariciarlo con calma, dile cosas lindas para que no desconfíe de tí— explica Eric y presta atención a lo que estoy haciendo.
Me acerco al gran caballo y comienzo a hacer lo que Eric me dijo, le acaricio la cabeza, el lomo, la cril y me siento muy bien. El chico me toma de la cintura y me eleva para que me siente en la silla del caballo, acto seguido, él brinca y se sube atrás de mí. El caballo no se movió.
Estira sus brazos para alcanzar la rienda y ahí es cuando le da instrucciones al caballo para que avance. Yo parezco niña pequeña, me encanta.
Recargo mi espalda en el pecho de Eric y paseamos por un lapso de tiempo considerablemente largo. Estamos lejos de la casa, fuera de los juicios de todos.
—Toma las riendas— me dice suavemente y yo las tomo, el caballo se altera un poco y Eric pone sus brazos en mi cintura—. Tranquila, necesitas estar serena para que el caballo no se alarme, sólo mueve las riendas y haz lo que hice al principio.
Lo hago y continuamos el paseo, esto es asombroso, de las mejores cosas. Decidimos regresar al cabo de un rato, cuando por fin entramos de nuevo a la casa, miro al reloj y noto que son las cinco de la tarde.
—Eric, creo que nos perdimos la comida— le digo lo más bajito que puedo. Él solo se encoje de hombros.
—Entonces vamos a la cocina— comenta con toda la tranquilidad del mundo, me guía hacia unas puertas dobles y abre una para cederme el paso.
Al entrar, me doy cuenta de que hay alrededor de 10 personas trabajando aquí dentro.
—Hola, buenas tardes— saluda Eric amablemente—. No vamos a molestar, lo prometemos, sólo buscamos algo de comida sin que mamá tenga un ataque de rabia.
Ante esto, todos los presentes reímos.
—Claro que sí, Eric, tomen lo que gusten— contesta una señora de unos cincuenta años.
—Muchas gracias, con su permiso.
Comenzamos a tomar comida y la ponemos en una bandeja, salimos por la puerta que hay cerca y nos sentamos en el pasto a comer.
Con todo lo hecho, cuando terminamos de comer, nos disponemos a limpiarnos para la cena de unas horas.
[...]
—Linda velada, ¿no lo cree?—dice un señor que acaba de llegar y está de pie frente a Eric.
Se ve tan guapo y varonil, que de verdad arranca suspiros, y sólo usa un traje negro, una camisa gris y una corbata igualmente negra.
—Oh, por suspuesto, señor— contesta el chico con propiedad—. Excelente clima para dar un paseo por los diversos salones de la planta baja. Si nos permite.
Vamos enganchados hacia el salón de lectura, donde no hay casi personas. Eric baja su boca a mi oreja y susurra algo.
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Editado: 14.01.2019