Nos encontramos en el borde del abismo, demasiado alejados de la luz del día. Pedimos ayuda mediante un grito silencioso, más nadie puede oírnos más allá de este lado. Los abandonados, solían decir. No importa nada de lo que hagamos ahora porque ya no hay nadie esperándonos del otro espacio.
Estamos solos en un mundo lleno de personas, sorprendentemente, invisibles, donde nos sentimos sin tocar, donde nos comunicamos sin formular palabra alguna y escuchamos sin oír a nadie. Entonces, solo nos quedan fantasmas a los que les tenemos miedo pero que, de igual forma, a ellos recurrimos cuando sabemos con certeza exacta que no hay ningún ser viviente disponible allí. Lo cual, de todos modos, es casi siempre.
Solemos ahogarnos en nuestros propios asuntos, algunos los llaman problemas, nosotros les llamamos situaciones necesarias porque son como una escalera que aparenta ir hacia arriba pero cuando no pasamos la prueba, nos lleva cuesta abajo. Todo es una enseñanza, pero sin embargo, fueron lo suficientemente difíciles para nosotros.
Es como una mente desordenada, un laberinto sin salida, una pregunta sin respuesta. Y cuando tocamos fondo, no hay nadie que pueda o quiera ayudarnos, no hay alma viva por aquí. Aquellos quienes deambulan no poseen razón ni entendimiento y, comúnmente, son las pulgas que más se nos pegan en la vida. A su vez, no portan un corazón como pudimos observar hace algún tiempo atrás. Carecemos de lo mismo y, por ende, no nos podemos dar la mano.
Finalmente, solo quedamos nosotros; mis fantasmas y yo. Y digo míos porque son parte de mí; los he creado con el pasar del tiempo, con los miedos, tanto del pasado como del presente, con mis tormentos, mis tristezas y recuerdos. Viven en todos lados y donde yo voy, ellos vienen también, aconsejandome en todo momento y en toda circunstancia. Algunas veces obedezco, otras veces sufro las consecuencias de mis actos.
Ellos y yo somos uno solo; uno o una, es lo de menos. Somos humanos, espectros, personas, entidades... Ya nada de eso importa porque somos lo mismo. Estamos al borde del abismo, al borde de la perdición.
(N/A. Género misterio/suspenso).
Esto comenzó siendo un poema y, de hecho, lo sigue siendo; se encuentra en mi obra El mundo del paraíso. Lo que sucedía era que sentía la necesidad de extenderlo, pero al hacerlo perdía la forma lírica que llevaba, por eso es que ahora forma parte de esta obra.
Al relato lo escribí hace tres años, creo. Apenas comenzaba a escribir y estaba todo mal escrito y con faltas gramaticales horrorosas. A mi profesora de Literatura le había encantado, entonces yo me sentía una experta en el tema, jajajaja, pobre ilusa.
Habla sobre la sociedad de hoy en día, pero si se fijan bien, es la cara de la sociedad de todos los tiempos. Es otra de las cosas en las que no evolucionamos; la empatía, la caridad (no solo de lo material), el amor en sí, en su máxima expresión, siempre tuvimos esa carencia.
Este no se complica mucho. En ese entonces no tenía amigos, por no decir ninguno, entonces también tiene ese sentimiento, la soledad.
Si alguna vez se sintieron así, o si aún lo hacen, no duden en mandarme un mensaje por privado, acá o en cualquiera de mis redes (Instagram es la que más uso), estaré ahí para ustedes, no lo duden y no tengan vergüenza.
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¡Gracias por leer! I love it. <3
Giovanna Gómez.
By Jess G.