¿Dormir es escapar de la realidad? Eso suelen decir quienes nunca han querido salir, de alguna forma, de sus sueños. Al menos tienes una oportunidad de cambiar las cosas, cuando sueñas cosas agradables, y crear caminos variados con distintos finales, la mayoría comunes, felices o aburridos. Alguien que nunca tuvo una pesadilla no sabe lo que es querer despertar. Cuando uno se sumerge en la más profunda narcosis nocturna que se repite una y otra vez, sin interrupciones. Allí donde todos nuestros miedos o fantasmas nos atormentan.
—¿Qué tanto escribes ahí? —preguntó Kharon, mi compañero de cuarto en la Universidad de Nueva Georgia—. Podrías quedarte ciego de tanto amanecer en el computador.
Lo observé de pies a cabeza. Llevaba una camiseta mangas cortas blanca, con unos jogging color gris y unas zapatillas deportivas blancas también. Se veía demasiado pulcro y elegantemente sport. Hasta me atrevería a decir que lucía como un ángel caído del cielo por su apariencia.
No nos conocíamos tanto en realidad, como mucha gente piensa. Más allá de saber sobre su familia y conocer a su minucioso círculo cercano de amigos, era un completo desconocido. Y nunca causó una inquietud en mí ya que tampoco le había contado demasiado sobre mi vida, además de lo principal como quiénes conformaban mi familia y sus nombres, o sobre mis amigos y mi novia. Ya llevábamos dos años y medio compartiendo los metros cuadrados que nos brindaba la institución y no había sido hasta ahora que me lo preguntaba: ¿Quién era él en verdad?
—Debo terminar el análisis de Filosofía, si no lo entrego esta semana, estaré muerto —le comenté con algo de desesperación en mi voz. Este proyecto que me tenía abrumado definía mi nota en la materia que, obviamente, no quería volver a cursar. Él sólo le restó importancia con una moderada elevación de hombros, mientras se colocaba el reloj de plata que, según él, le había regalado su bisabuelo antes de partir, en el antebrazo donde también tenía tatuado una rosa dentro de una calavera—. ¿A dónde vas tan limpio? —Quise indagar.
Al oír mi voz, él levantó la cabeza, clavando sus ojos en los míos. Ese día en particular, los llevaba de un gris plomo más oscuro que lo habitual. Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada mientras llevaba sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón. Para cualquier chica, eso se vería atractivo, para mí, lucía como un completo imbécil, algo arrogante y sobre valorado por los demás.
—Hoy es mi día de entregas. Debo dejar un par de envíos en la quinta de Marysville —me informó y sin más preámbulos, salió por el umbral, dejando la puerta abierta.
Volví a mi asunto, sentado en la silla giratoria. Decidí seguir, de una vez por todas, el trabajo que aquel pelado cuarentón me había mandado, así que seguí escribiendo.
Yo puedo admitir que, en muchas ocasiones, he querido escapar de mi realidad. Desgraciadamente, de eso se trata la vida, creo. No todos tenemos lo que merecemos o deseamos, pero no existe una fórmula mágica que te haga cambiar lo que el destino, el universo, Dios quizá, quiso para ti. ¿Injusto? También pienso eso. Más allá de lo que yo creo, sé que una cosa no puede ni debe compararse con la otra, por más que se parezcan. Una pesadilla es como un ciclo sin fin, donde nada parece tener un final, hasta que, automáticamente, despiertas. La vida, en cambio, tiene el final de la muerte, aunque nunca se sabe cuándo será.
Cuando tengo una pesadilla me siento atrapado en una jaula, y en contra de mi voluntad, los sucesos pasan como si estuviese vivo. A su vez, como todo se vuelve tan real, me es casi imposible descifrar si en verdad sigo soñando o no. Muchos creen que los sueños, o pesadillas, tienen un significado en particular. Yo creo que las pesadillas son lo que son y pueden tener el significado que uno quiera darle.
Sin irme más lejos del tema central del análisis, en la mitología griega, los encargados de estas pesadillas eran los mil hijos de Hypnos, los oniros. Morfeo, hijo de la personificación del sueño y de Nyx, la noche, o la representante las alucinaciones y los alucinógenos, Pasítea; era el encargado de llevar sueños a reyes y emperadores, como también, era el principal de los Oniros. Él era considerado dios del sueño, pero se trataba más bien de un demonio. Morfeo era quien adoptaba la forma humana, mientras que su hermano Fobetor, la forma animal, y su otro hermano, Fantaso, las formas vegetales y/o inanimadas.
—Espero que no se dé cuenta de que toda la info viene de Wikipedia —murmuré y seguí escribiendo.
¿Vaya lío de familia, no? Si creía que mi árbol genealógico era un caos, con mis ocho tíos, todos sus hijos, sus nietos y los hijos de sus nietos, imagínense, ellos me ganaron. Por ende, omitiré lo que no sea relevante, sepan disculpar, tampoco es mi intención aburrirlos.
De acuerdo con Hesíodo, Fobetor es hijo de Nyx, producido partenogenéticamente (No lo busquen, es algo muy raro y extraño), y de Érebo, la personificación de lo oscuro. Los dioses le daban muchos nombres, tales como Iquelo ("el que es similar o parecido", en griego).
En pocas palabras, Fobetor aparecía en los sueños de los dioses con forma de cualquier animal. Mientras Morfeo servía como mensajero de los sueños, él era el portador de las pesadillas, y a veces solía representar sueños proféticos.
Al leer la palabra derivada de 'profecía', pensé la última pesadilla que tuve y era recurrente. De solo recordarlo, mi piel comenzaba a obtener la famosa 'piel de gallina'.
En el sueño, me encontraba en mi cama de la universidad. Allí, parecía que una fuerza mayor me sujetaba hacia ella, no podía moverme ni producir sonido alguno. Frente mío, ocurrían muchas cosas, las cuales no podía detener, solo ver. Comenzaba a sudar, sentía mucho calor emanando desde todas partes, y comenzaba a llorar. Sí, los hombres también lloran, no es nada nuevo. Era lo único que podía hacer. Sentía, luego de eso, como si alguien metiera una mano dentro de mi pecho y removiera todo lo que allí se encontraba, incluyendo mi alma. Quería tomarla, parecía que estaba muriendo.