29 de febrero
11:45 pm
La menguada luna colgaba taciturna en el cielo. El aire frío se pasea dando tumbos entre los edificios. Desde lo alto del sexto piso una joven observa como la ciudad se sume en el sueño. Su largo cabello se mueve con el aire, hermosos resortes azabaches bailan, se estiran y retuercen. El humo de su cigarrillo es arrastrado y se pierde en la infinidad de la noche. Alguien se acerca a ella y la cubre con una cálida manta. La observa, pero ella apenas y se fija en él.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó intrigado.
—Porque quería hacerlo —respondió tranquilamente. Se llevó el cigarrillo a los labios y con una suavidad casi erótica dio una bocanada. Su vista estaba perdida en las eternas luchas que suceden ahí abajo, en la ciudad. Luchas que para muchos pasan desapercibidas: la oscuridad natural contra la luz artificial de las calles y edificios; el silencio contra el constante ruido caótico de la metrópoli—. ¿Acaso no basta con eso?
—Tratándose de ti, no, no basta. Todo esto me resulta raro.
—¿Raro? —preguntó, apartando la mirada de la ciudad y fijándose en aquel muchacho que tenía a su lado. Su voz era suave y nostálgica—. Yo no le veo nada de raro, simplemente deseaba celebrar mi cumpleaños con mis amigos. Eso es todo.
—Eso es lo raro —Le había dado la espalda a la ciudad, se reclinó en la barandilla del balcón, sus oscuros ojos se fijaban en el interior del departamento. En la sala aún quedaban evidencias de la celebración—. Desde que te conozco me has dicho, año tras año, que odias celebrar tu cumpleaños. Siempre te rehúsas a hacerlo. Pero hoy, de la nada, lo has hecho. ¿Qué te hizo cambiar de opinión? ¿Qué es diferente este año? ¿Por qué?
—Las personas suelen cambiar de opinión respecto a algunas cosas. Mientras más tiempo pases analizando algo, más posibilidades existen de cambiar. No te agobies por eso, mi querido Zam, solo torturarás a tu mente tratando de resolver este acertijo. En ocasiones es mejor dejar las cosas tal y como están. Disfrutar el momento sin preguntarte por qué suceden las cosas. Diviértete, sonríe y disfruta —dijo dedicándole una tierna sonrisa y tocando suavemente su mejilla—. Ahora ven, entremos que cada vez hace más frío y ya va siendo hora de dormir, ha sido un día agitado.
—Sí, necesito dormir. Mañana debo ir a clases. ¿Por qué escogiste celebrar una fiesta en lunes?
—Porque si quería hacer algo inusual debía de hacerlo un día inusual —respondió con una sonrisa que le dio un aspecto infantil a su rostro.
Los amigos dejan atrás la imagen de la adormecida ciudad. La oscuridad por fin vence y se apodera del apartamento. Se despiden y cada quien se dirige a su habitación. El sueño vence rápidamente al hombre, pero su compañera es diferente. Ella tiene otros planes que no involucran el sueño. Al pie de la cama tiene preparada una mochila, solo lo necesario, nada de superficialidades pues a donde va no las necesita. Ha tomado una decisión y nada la hará cambiar. ¿Las razones? Solo ella las conoce. Ha llegado el momento, con sigilo se dirige a la habitación de Zam y desliza por debajo de la puerta un sobre. Susurra una despedida y da media vuelta. Afuera el viento es cada vez más helado, con cuidado de no hacer ruido saca su motocicleta y sin encenderla camina un poco, no quiere que el sonido del motor lo despierte. Quiere irse sin llamar la atención.
Sin mirar atrás se aleja cada vez más de la ciudad, su chaqueta ondea, sus manos cubiertas por unos guantes se aferran con fuerza al manillar, una lágrima solitaria se abre paso en sus ojos. Una despedida siempre causa tristeza, y esta no es la excepción. Va a extrañar a su amigo, así como él a ella, pero sabe que lo comprenderá una vez que lea la carta donde deja explicado todo.
De esta forma una mujer que ha decidido encontrarse a sí misma emprende su viaje, dejando atrás su vida tal y como la conoce, diciéndole adiós a sus recuerdos y la estabilidad, para aventurarse en la incertidumbre de la vida nómada.