Todo comenzó un día Lunes veintitrés a las trece de la tarde, cuando mi amigo y yo nos encontrábamos haciendo lo de siempre, robar. Sin embargo, todo se salió de control cuando una chica se dio cuenta que le estábamos hurtando su celular. Apenas se percato, llamó a los policías y salimos corriendo lo más rápido posible hasta que llegamos al bosque del pueblo. He de recalcar que odio los bosques y más el de mi pueblo, dónde se pierden personas frecuentemente y nadie las volvía a ver y lo que más me inquietaba hoy es que era justo el día en que desaparecían personas en el bosque. Me sentía nervioso, solo quería salir. No obstante, si salíamos ahora, nos atraparían.
—¡Oye Belek!, ¿sabes qué día es hoy? —le pregunté a mi amigo para averiguar si se acordaba.
—¿Es el día en que desaparecen personas en este bosque?, lo sé, hermano, pero no creo que estés asustado ahora por eso ¿o sí?
—Pues... no te voy a mentir —le contesté mientras me ocultaba más detrás de un árbol— sí tengo algo de miedo.
—¡Qué miedoso!, no puedo creer que pienses que eso te va a pasar.
—Mira, no es que no lo crea, pero como "no" creer si siempre pasa.
Mi amigo me miró con una expresión divertida y luego miró hacia donde habíamos estado robando antes y suspirando, dijo;
—Es mejor no creer en ese tipo de cosas, si no que, es mejor vivirlo.
—¿Qué? ¿a qué te refieres? —Belek se acercó a mí y su expresión cambió.
Con Belek estamos acostumbrados a bromear todo el tiempo, pero nunca de esta manera. No sabía que le sucedía.
—¿Qué haces? no me mires así, das miedo...
Estuvo a punto de decir algo. Sin embargo, prefirió empujarme hasta caer en un... ¿hoyo?. No me había percatado de que había un agujero muy bien camuflado detrás de mí con ramas y pasto seco, provocando que cayera al vacío. Pensé que con la caída me iba a morir, pero por milagro, solo quedé con un insoportable dolor de espalda que me impidió levantarme por varios minutos y la parte trasera de mi cabeza dolía con tanta potencia que por un momento pensé que me desmayaría.
Al cabo de una hora, apenas logré levantarme. Miré hacia arriba y le grité a Belek para que me sacará y que le perdonaría está horrible acción si me ayudaba, pero no estaba. Me rendí después de un rato de gritarle a medio mundo por ayuda. Miré a mi alrededor y me encontraba en una especie de túnel. El miedo empezó a inundar mi cuerpo de a poco. Empero, intenté calmarme. Sin embargo en una situación así, me era imposible.
Como cualquier túnel debía tener alguna escalera que te sacará del lugar, pero antes de comenzar a buscar algún método de salida, activé la luz de la linterna de mi celular que estaba intacto.
Caminé penosamente, me dolía todo. Me apoyé en los hastiales con mi mano para caminar, cuando sentí algo líquido entre mis dedos. La saqué enseguida. Al verla me di cuenta que era un líquido rojo. Acerqué mi mano para ver mejor y no era solo líquido rojo, si no que era sangre. Quedé en shock. El celular se me resbaló de las manos provocando que la linterna apuntará hacia arriba, miré hacia donde se dirigía y no podía creer lo que veía. No solo las paredes tenían sangre sino que, también la bóveda, lo cuál debería ser imposible hasta para un asesino, manchar arriba y ¿para qué lo haría? ¿para qué se tomaría las molestias?.
No podía controlar mi corazón y empecé a sudar y a sentir un frío repentino, aunque seguí caminando.
Durante unos largos minutos no pude ver nada. Sin embargo, me llegó un olor desagradable, como a algo descomponiéndose, quizás era un perro muerto. No obstante, seguí avanzando con ese pensamiento en la cabeza, pero a medida que avanzaba el olor se hacía cada vez más fuerte e imposible de soportar, no me podía imaginar que podía crear ese potente hedor. Empero, no podía detenerme y seguí avanzando, mientras me tapaba la nariz con la manga de mi polerón. Presentí que no podría llegar al lugar sin vomitar, así que, decidí darme la vuelta e irme por el otro camino, aunque me detuvieron los ruidos de unos pasos, eran de varios. Me debía ocultar. Sin embargo, no sabía donde y tampoco sabía por dónde venían, así que me arriesgué y retrocedí sobre mis pasos. Corrí hacia donde estaba el olor y quedé en blanco al llegar. Lo que provocaba el penetrante hedor a descomposición, no lo provocaban perros muertos, si no que, personas muertas. Era una montaña de cadáveres, cuerpos pudriéndose. De algunos cuerpos salían lombrices, moscas y en otros, de sus bocas salían ratones. Había personas de todas las edades y colores. Era una masacre o un exterminio, como quieran decirle. Sin embargo, el sonido de las pisadas me sacaron de la conmoción en la que estaba. Cada vez se escuchaban más cerca. No sabía donde esconderme. Entre la desesperación y el pánico, me metí debajo de tres cuerpos que al parecer eran hombres. Al estar debajo me di cuenta que les faltaban partes; a uno le faltaban sus dos piernas, y los otros dos, ambos brazos y sus ojos. Se me revolvió el estómago y vomité encima de los cuerpos que tenía debajo. Me cayó sangre del que tenía encima mío cerca de la boca y al escuchar que los pasos se detuvieron justo frente a mí, se me hizo un nudo en la garganta y presentía que no saldría con vida de este lugar. Cerré los ojos, concentrándome en no hacer ningún ruido. Las personas que estaban al frente mío no hacían ningún ruido, pero sabía que estaban ahí. ¿Porqué no se iban? prefería que conversaran a que estuvieran en silencio, al menos así sabría que si estaban ahí y podría escuchar sus intenciones, aunque mientras pensaba en eso, apareció en mi mente la viva imagen de seis niñas pelirrojas vestidas con un vestido rojo hasta las rodillas, tez blanca y pálida e increíblemente muy delgadas y todas tenías unos penetrantes ojos negros. Todas ellas se encontraban mirándome en dónde estaba oculto. Después de eso sentí que alguien me agarró de los brazos y piernas provocando que abriera los ojos, y eran ellas, tal y como las vi en mi mente. Lo único que cambió fue que ahora no me estaban mirando.