Se separa de Gabriella con una gran sonrisa, quien pone sus manos en sus mejillas antes de pasárselas por el pelo en un gesto cariñoso, sin dejar tampoco de sonreír.
–Dos semanas que no te veo y parece que son 2 meses –dice ella.
–Qué exagerada, mamá –Brooke ríe–. Pero yo también os echaba de menos.
Brooke no ha podido ir a Seattle en esas últimas dos semanas ya que prefería quedarse para terminar unos trabajos, y sus padres tenían trabajo acumulado que no podían dejar atrás. Por suerte, esas dos semanas han pasado rápido y Brooke sonríe feliz de ver de nuevo a sus padres allí con ella.
–Ah, y gracias por actuar tan bien ayer y decirme que Max y Evelyn vendrían con vosotros –añade cuando su madre termina de saludar también a Jack.
–Era necesario, hija. Tenía que ser una sorpresa –su padre ríe.
–Sí, sorpresa sí que fue –sonríe–. Bueno, ¿nos vamos?
Todos están conformes, así que van al coche de los padres de Brooke, quienes se sientan en la parte delantera mientras su hija y Jack se sientan en la parte de atrás, uno a cada la de la ventanilla.
Durante todo el camino hacia el restaurante donde Brooke llamó para reservar una mesa se lo pasan halando de cómo fue la sorpresa que le hicieron el día anterior, que ella pensaba que pasaría su cumpleaños sola con Brendan y cómo transcurrió –en general– toda la fiesta.
Ese día lo pasará con ellos y con Jack, por supuesto, hasta que todos se tengan que ir a media tarde. Evelyn y Max la avisaron de que irían a visitar un poco la ciudad y que después le comer la avisarían para verse antes de que tengan que irse. A todos les gustaría llegar antes de que anochezca. Así que Brooke tiene la oportunidad de disfrutar cada segundo y no mirar el móvil a no ser que sea estrictamente necesario, para evitar leer cualquier mensaje no deseado.
De hecho, apenas ha mirado el móvil desde que se ha despertado. Lo ha dejado apartado en todo momento y ha estado parte de la mañana con sus amigos, hasta que ha tenido que prepararse en la residencia y esperar a que llegasen sus padres.
15 minutos más tarde, ya están en el restaurante y distribuidos en la mesa. Oliver y Gabriella frente a Jack y Brooke.
–¿Terminaste el trabajo que tenías que entregar esta semana? –le pregunta Jack cuando ya han pedido sus bebidas y los padres de ella miran el menú que tienen delante.
–Sí, lo entregué el viernes –Brooke asiente con la cabeza.
De repente, se acuerda de lo incómodo que se sintió con ese profesor cuando le entregó el trabajo.
–¿Y esa cara? –frunce el ceño–. ¿Había algo mal en el trabajo?
–Oh, no, no –niega rápidamente–. No es nada.
–¿Segura?
Brooke asiente con la cabeza y sonríe un poco justo cuando su padre la llama. Le mira al instante y le enseña el menú.
–Hay lasaña vegetal, por si te apetece –le avisa mientras ella coge el menú.
–Entonces, ya he elegido –dice al instante y deja que sea Jack quien mire el menú. No parece conformarse con la respuesta de su novia, pero lo deja estar.
El resto de la comida transcurre con bastante normalidad. Brooke habla de sus clases, Jack de las suyas y, en general, se ponen los cuatro al día a pesar de haber hablado casi cada día. No importa. No dejan de hablar en ningún momento. De hecho, Brooke vuelve a olvidarse de esos mensajes del número desconocido hasta que su móvil suena un par de veces.
Se queda mirando un momento la pantalla bloqueada, dudando en si mirar o no.
–¿No lo miras? –le pregunta Jack.
–¿Eh? Sí, sí –vuelve en sí y lo desbloquea rápidamente. Un alivio recorre todo su cuerpo cuando lee los mensajes de Evelyn–. Es Evelyn. Dice que ya han terminado de comer. Hay una cafetería donde hacen unos cafés buenísimos. ¿Le aviso de que vayan allí y vamos nosotros también?
–Me parece bien –Gabriella acepta.
Los otros dos chicos también aceptan, así que Brooke no tarda en escribirle y mandarle la dirección de esa cafetería mientras sus padres llaman al camarero para pagarlo todo. Insisten en hacerlo ellos a pesar de que Brooke quiere invitarles por su cumpleaños; pero tras su insistencia, termina aceptando que paguen ellos, siempre y cuando sea ella quien les invite a esos cafés.
Minutos más tarde, vuelven a estar en el coche de Oliver y Gabriella en dirección a la cafetería.
–He pensado que podrías venir el fin de semana que viene a San José –le dice Jack–. ¿Qué te parece? He encontrado varios sitios a los que ir. Además, mi compañero de residencia se va al pueblo de sus abuelos. Y mis padres irán el domingo.
–Me parece bien –Brooke acepta al instante–. Allí me tendrás el viernes por la noche. Espéreme con una gran hamburguesas de las que me gustan, por favor.
–Genial –Jack ríe y agarra su mano, dejando un beso en ésta–. Aunque mejor te llevo a un restaurante, ¿no?
–Vale, sí. Mejor –ella sonríe.
–Vimos a tus padres el otro día, Jack –interviene Oliver–. Fuimos a hacer la compra y nos los encontramos. Al final, acabamos tomando algo los cuatro.
–Sí, me lo dijeron –dice el chico–. Me estuvieron comentando que…
Pero Brooke desconecta un momento. Se queda mirando por la ventanilla del coche, mirando las calles por las que pasa y viendo como cada vez está más cerca de esa cafetería y, en consecuencia, de su residencia.
Decide coger su móvil e, inevitablemente –y a pesar de llevar todo el día evitándolo–, abre la conversación de ese número desconocido. Se queda leyendo el números y su perfil unos minutos. No tiene ninguna foto, ningún estado. Sólo un número que no le suena de nada. Y unos mensajes que vuelven a dejarla pensativa. Sobre todo, el último que recibió anoche.
“Ahora empieza todo”.
¿A qué se refiere con eso? ¿Debería ir con cuidado? ¿Debería avisar a sus amigos? ¿A sus padres? ¿Enseñarles los mensajes que está recibiendo desde hace varios días, incluyendo esas notas en su habitación?
Editado: 22.10.2021