–¿Brooke Stone? –la llaman desde el despacho de la directora de la residencia. Es la policía.
Llegaron en cuanto dieron el aviso y se han quedado para hablar con amigos de Charles, profesores y, por supuesto, con ella –que fue quien encontró su cuerpo–, antes de hablar con su familia. Además del chico que la vio en el suelo del pasillo, a quien no ha vuelto a ver desde ese momento.
No ha dormido mucho desde entonces. Les avisaron de que fuesen a descansar un poco antes de que empezasen a hablar con ellos, pero en su mente no dejaba de recrearse la imagen de Charles en el suelo, empapado en sangre. No habrá dormido más de dos o tres horas seguidas.
Brooke asiente con la cabeza y le hacen un gesto para que pase. Se levanta de la silla, dónde esperaba que la llamasen con una café en sus manos, y sigue a la psicóloga de la residencia, quien también estará presente. Nunca ha hablado con esa joven de pelo largo y rizado, pero parece simpática.
–Buenos días, Brooke –la saluda uno de los policías. Un hombre de, más o menos, la edad de su padre, sólo que con el pelo más claro y ojos marrones. A su lado, un chico mucho más joven con una libreta en sus manos–. Yo soy el inspector Clark y este es mi compañero Gray.
–Buenos días –murmura ella, sentándose en la silla que han colocado frente a ellos cuando la señala.
–Supongo que estarás cansada, pero teníamos que empezar con la investigación cuanto antes. No podíamos esperar a empezar más tarde.
–No se preocupe, tampoco he podido dormir mucho.
–Me imagino… –hace una pausa–. Fuiste tú quien encontró a Charles, ¿verdad?
–Sí –murmura y suspira.
–¿Cómo fue? Cuéntame. ¿Quedaste con él? ¿Por qué fuiste a verlo?
Brooke se queda un momento callada. Por supuesto, no puede decir nada de esos mensajes. La han vuelto a amenazar. Esa persona podría volver a actuar, incluso con alguno de sus amigos. Y no se quiere arriesgar.
Así que tendrá que mentir a la policía.
–Fui hace dos días a pedirle ayuda con mi ordenador; no funcionaba y me dijeron que él sabía bastante de informática. Así que… se lo dejé para que me lo mirase. Ayer por la tarde me dijo que ya estaba arreglado, así que fui a por mi portátil. Después, volví a mi habitación y… –hace una pequeña pausa antes de continuar–. Pensé que sería buena idea págale por haberme arreglado el ordenador. Así que fui de nuevo a su habitación. No abría y decidí intentar abrir yo, por si acaso. Fue entonces cuando… cuando lo vi.
El inspector Clark asiente con la cabeza conforme le voy explicando mientras que el otro chico, a su lado, escribe en su libreta.
–¿Por qué no decidiste pagarle desde un primer momento? –le pregunta cuando termina con su relato.
–Tenía que terminar un trabajo para entregarlo hoy, no tenía tiempo que perder.
–De acuerdo –vuelve a asentir con la cabeza–. ¿Quieres decir que no conocías mucho a Charles?
–No. Lo conocí hace dos días. Uno de mis amigos me dio su número.
–¿Quién es ese amigo tuyo?
–Brendan. Brendan James.
El inspector Clark le lanza una mirada a su compañero y éste apunta su nombre en la libreta.
–¿Conoces a alguien o tienes alguna idea de alguien que pudiese hacer algo así contra Charles?
–No. Como ya le he dicho, lo conocía desde hace dos días. No sabía mucho de él –Brooke se encoge de hombros–. Pero parecía buen chico. No creo que hubiese nadie que le odiase tanto como para matarlo. Es… es demasiado duro.
–Lo es –asiente y suspira–. Brooke, ¿conocías también a Kayla? Sabes quién es, ¿verdad? Su cuerpo fue encontrado hace dos noches.
–Sí, sé quién es, pero… –se aclara la garganta–. No la conocía.
Él asiente y vuelve a mirar a su compañero. Los dos intercambian una mirada, y eso es suficiente para entenderse. Miran de nuevo a Brooke, quien espera nerviosa a que le digan algo más, cruzando los dedos mentalmente para que su mentira haya sido creíble.
–Muy bien, Brooke. Creo que eso es todo –le sonríe con cordialidad–. Puedes irte.
–Vale –asiente y se levanta del asiento. Ya se ha terminado su café.
–Toma –añade él, levantándose al mismo tiempo y dándole una tarjeta pequeña–. Si recuerdas algo, si te enteras de algo más… no dudes en llamarme. Pregunta por mí, Edgard Clark, o por mi compañero, Gabriel Gray.
–Está bien, gracias –agarra su mano en un suave apretón cuando se la tiende.
Sin esperar más, se despide de ellos y se gira para salir de aquel despacho.
Su mirada se cruza con la de la psicóloga, quien se ha mantenido a un lado del despacho en todo momento, pero atenta a la conversación de Brooke con los dos policías. Y justo cuando sale de la habitación, escucha la voz de esa joven detrás de ella. No tendrá más de 30 años.
–Espera, Brooke –la llama y se gira al instante, encontrándose con una sonrisa simpática–. No sé si me conoces. Soy la psicóloga de la residencia. Me llamo Karen Lewis.
–Sí, había oído hablar de ti.
–Espero que hayan sido cosas buenas –bromea y Brooke sonríe–. Te llamaba por si querías venir a hablar un rato conmigo esta tarde. ¿Te apetece? Puedo comprender cómo te sientes después de… bueno, después de lo de Charles. Puedes venir a hablar un rato conmigo.
–No sé si me apetece hablar mucho de ello.
–No es necesario que hablemos de lo que ha pasado si no quieres. Sólo… podemos pasar un rato juntas. ¿Qué me dices?
Brooke se queda mirándola un momento, sin saber si aceptar su propuesta. Por supuesto, si acepta no podrá decir nada. No sabe si esa persona que la tiene amenazada se enterará de lo que va diciendo o no a los demás. No sabe quién es, podría ser cualquiera. Incluso la chica que ahora está saliendo de la residencia y que Brooke ve por el rabillo del ojo.
Finalmente, decide darle una respuesta.
–Está bien –acepta.
–¡Genial! ¿Te viene bien venir después del mediodía? Por la mañana vendrán a hablar conmigo algunos amigos de Charles, pero la tarde la tengo libre.
Editado: 22.10.2021