Lunes 13 de abril.
Inicia una nueva semana justo a las tres con cuarenta y seis de la madrugada, con mi alarma programada a las seis, Alicia decide despertarme mucho antes.
La luz me evita ver, es molesta y abrumadora, el sueño provoca que me quedo viendo sin ver hacia la nada. Por el contrario, ella con ánimos me envía una cadena de escoger algún número del uno al treinta. Aleatoriamente elijo el trece.
Hago mi rutina mañanera mientras espero la respuesta de Alicia, sus cadenas siempre se ganan mi atención. Al responderme me doy cuenta que escogí bastante bien. Incluso al reto se le denomina castigo.
¡Estoy castigado a besarla!
No es la primera vez que me toca algo así, de hecho, así fue como di mi primer beso, por un reto y durante tiempo me sucedieron, pero no hubo beso. Es obvio, dar un beso de una manera simple es estúpido. Pero este castigo acelera mi ritmo cardíaco, la idea de besarla me pone nervioso... Sobre todo, tratándose de que sería su primer beso. El primer beso de mi mejor amiga. No hay por qué emocionarse, siempre hay un límite para aceptar retos, y que ella acepte otros como cantar por mensaje de voz, no asegura que quiera besarme.
Alicia: ¡¿Qué?! Yo...
Esquivo árboles y personas y lo que se atraviesa mientras camino por la calle. Es adorable la manera en la que expresa sus nervios a través de texto. Cuando paso por el sendero solitario, ella me responde y detiene mis latidos.
Alicia: No te obligaré a hacerlo... Si lo quieres hacer...
Al subir la mirada el paisaje ha tomado color. ¿Obligarme? ¿Cómo podría hacerlo? Sería un placer. Mi respiración se agita y aumenta su ritmo, los latidos revientan el pecho. La música cambió de entonación y tiene un significado nuevo. Por un efímero momento todo toma un curso diferente. Las casas alrededor brillan.
La idea de ser su primer beso ya no es una fantasía de las nubes, sino que aterriza como algo real. Llego a la escuela pensando en eso. Saludo a Gina y espero la clase de matemáticas.
—¡Buenos días!
—¡Hola! —me responde.
—¿Qué tal la noche? —pregunto con un ligero tono más feliz.
—Excelente, ¿y la tuya?
—Muy bien, desperté temprano y dio tiempo para todo.
—Es cierto, siempre llegas más tarde, ¿y ese milagro? —cuestiona con una sonrisa.
—El milagro se llama Alicia.
—¿Quién es? —cambia su entonación a una curiosa, acercándose más a mí.
—Una antigua amiga con la que empezamos a hablar hace un tiempo y como ella se levantó de madrugada comenzó a mandarme mensajes.
—¿Se gustan?
—No, no tiene por qué gustarme. Tú eres mi amiga y no por eso me gustas —le digo mientras pienso que no es cierto. Y confirmo: — Además no quiero enamorarme, sólo sé que la veré en unos días.
Y faltan justamente cinco días para verla.
La maestra habla de matemáticas, pero yo pienso en Alicia. Es real, posible e incluso tangible, definitivamente quiero ser su primer beso. No sé a ciencia cierta el porqué, pero me emociona, no he tenido novia, curiosidad, tal vez me gusta después de todo... Es mi mejor amiga, ¿no? Estoy en la zona de amigos, no puede existir un romance entre nosotros, sería ridículo, no podría gustarle, debe ser porque confía en mí.
No soy el chico que le gusta a todas. No tengo la sonrisa que buscan, ni un cuerpo atlético, ni carisma natural o la confianza para enamorar. Soy callado, serio, aburrido con ganas de gritarle que estoy aquí al mundo. Es inútil, no llamo la atención como otros y cuando lo hago no pasa de una amistad. Recordando todo eso me doy cuenta del porqué no enamorarme. Sería absurdo imaginar de más. Sólo es confianza y amistad. Tardó un año de hablar conmigo para decir un te quiero, prueba suficiente para saber que mi oportunidad con ella es nula. Sólo será la chica que es mi mejor amiga y de quien seré su primer beso. Al menos tendré eso, un beso de Alicia. Quiero ese beso, puede que sea bueno.
El tiempo pasa... al caminar a casa pienso y pienso... Durante clases ella con timidez aceptó el castigo. Me alegra el día saber que eso sucederá. Escucho música de un trovador que encontré en la red hace poco y sus letras tienen mayor impacto en mí. Llego a la casa comer y tras lo mismo me voy a dormir mi siesta.
Son las tres con veintitrés. No hablo con más personas, sólo con ella y no necesito más. Hemos acordado el beso. Entre mis memorias recuerdo mi primer beso, algo simple, sin emoción o duración. Carece de significado. Jamás sentí el incendio dentro de mí, la chispa que un beso puede encender en el cuerpo. Tal vez sea distinto en esta ocasión. De todas maneras, no haré ilusiones.