Jueves 23 de abril.
Desde la fantasía nocturna, en el umbral del inconsciente, fui caminando por un vago pasillo hasta toparme con una pared fría y áspera que me desesperó al sentirme encerrado. Todo era obscuridad, silencio, frío y estupor. Con los segundos todo fue iluminándose, una claridad que veía desde lo lejos y deslumbraba mi vista, la temperatura fue subiendo mientras que el silencio fue roto por los tonos repetitivos que sonaron desde un rincón, y una voz susurró. Estaba elevándome hacia una ilusión.
Me desperté a las tres con cuarenta y seis de la madrugada, sin saber el porqué, hasta ver el destello del celular en la mesa junto a mi cama. El primer mensaje del día. Ella está loca, de una manera en la cual no sé si me contagia o revela mi verdadero ser. Me encanta. Aunque desearía que no se despertara tan temprano, porque quiero responderle, pero mi cerebro aún no tiene noción de su alrededor, por lo que veo hacia lo obscuro un minuto y finalmente tomo energía suficiente para levantarme hacia el baño donde un poco de agua fría por fin consigue despertarme, análogamente, justo así es como ella me despertó en vida.
Alicia: ¡Hola! ¡Buenos días, dormilón!
Leonardo: ¡Buenos días! ¿Cómo amaneciste?
Alicia: Muy bien, ¿y tú?
Leonardo: Excelente.
Mientras tenemos nuestra conversación matutina, tomo un baño y extrañamente no siento frío, creo que ya no lo sentiré. Al salir de la ducha siento una frescura en mi piel combinada con el aroma a menta de aquel jabón azul y prosigo a lavarme los dientes mientras a volumen bajo escucho música, la cual tiene un tono totalmente distinto esta mañana.
Estoy pensando, lo he estado haciendo desde que me recosté anoche… Alicia no abandona mi mente y después de todo lo que ocurrió ayer, suspiro profundamente cual chico enamorado al sentir el aire profanar mis pulmones sin el dolor que atacaba hace varios días. Desapareció.
Alicia: ¡Oye!
Leonardo: ¿Mande?
Alicia: No, nada…
Leonardo: Dime, ¿sucede algo?
Alicia: Es que… ¿Lo de ayer fue un sueño?
Leonardo: Uno hecho realidad.
Desayuno a la par de responder los mensajes y al lavar los platos siguen llegando sus textos. Estoy animado, ansioso y eufórico. A la vez un miedo me sacude los huesos, ya que esto ha sucedido antes, hace un par de años desperté con novia y feliz de la existencia sin saber que en una semana todo terminaría tal como llegó. Tengo una facilidad para estropear y sabotearme a mí mismo, ya que durante un momento puedo ser empalagoso y llenar de cursilerías bajo el efecto de las hormonas adolescentes, pero al pasar la noche retorno a la normalidad donde me arrepiento de todo lo dicho. Es una estupidez, pero así funciono. Tengo miedo de que esta bipolaridad amorosa me juegue una broma brusca con Alicia, no quiero percatarme al cabo de varios días que en realidad no la quiero y sólo la utilizo para distraerme, no quiero, no soportaría hacerle daño por culpa de mis emociones inconscientes que aún lo consigo controlar.
Dan las seis y media cuando me pongo la mochila y me despido de mamá, caminando a unos metros de mi casa coloco los audífonos en mis oídos, como los días anteriores escucho únicamente las mismas cinco canciones que descargué hace un mes, me hacen pensar en ella. Tengo la manía es escuchar una canción hasta aburrirme para buscar otras; de allí viene el miedo de que Alicia sólo sea una canción más para alejarme del aburrimiento personal. Todas mis relaciones han sido un conato fallido de amor, tontas conversaciones que terminan en silencio total. No quiero esto para Alicia, me esforzaré por hacer algo bueno, aun cuando vaya contra mi propia naturaleza. Sé que el catorce de febrero fui olvidado por Cupido, pero el veintidós de abril me recordó.
A las siete con catorce, hablo con Alicia, mientras la profesora Flor de matemáticas comenta sobre expresiones cuadráticas y cosas por el estilo. Es sonriente, de aquellas que siempre te hacen sentir cálido, y para qué negar que no me consiente al dejarme revisar mi móvil en su clase. Por primera vez todo está en su lugar, tengo una hermosa novia, mis calificaciones van en ascenso y todo lo demás se acomoda dónde debe estar. La vida tiene sentido.
Esto se convierte en algo irracional, ya que intento interpretar lo que me sucede de forma lógica, pero es absurdo… ¿Cómo consigue todo cobrar sentido de una noche para otra? ¿Qué tiene de especial una persona de las tantas que existen? ¿Lo que siento es algo psicológico o sólo el producto de las hormonas en la etapa más frenética de mi vida?
En nuestra conversación surge el grandioso tema del beso que quedó inconcluso. Hoy es diferente la manera de abordarlo, ambos hemos confesado que nos morimos por hacerlo, desde que lo establecimos aquel día hemos sentido un cosquilleo en los labios al pensar en el otro. Seré su primer beso y esta vez lo digo como afirmación en lugar de una mera posibilidad del destino. Durante la plática en medio de mi salón, con la bulla de mis compañeros y el timbre sonando, puedo respirar profundamente. La canción que escuché en enero ha tomado sentido completamente. Poseo un anhelo tan grande de tenerla frente a mí para poder abrazarla y fundirme al grado de nunca separarme. ¿Esto es el amor de secundaria?