Apnea

Parte IV: Sol sediento (4)

Lunes 20 de julio.

Durante dos semanas la cabeza estuvo dando vueltas y más vueltas. El ocio es una pesadilla. Las personas con quiénes hablo son aventuras, es aburrido fingir e incluso me han empezado a doler las mejillas por las falsas sonrisas, de tanto gesto embustero.

Con frecuencia salgo al parque con Marisol o con Lizbeth, por el contrario, a Vanessa la veo de vez en cuando y me avisa cuando quiere verme, no creo que haya algo sentimental con ella y así es mejor, sólo pasamos el tiempo juntos, es un tipo de chica sentimental que guarda muy bien sus sentimientos, o tal vez le pasa lo que a mí. No me interesa saberlo.

Diana se queda en su casa, ya que sus padres no le permiten salir, por lo que hablamos por mensajes, una que otra rima de aquel sutil libro y ella se queda a mi lado. Todo parece ir bien con el teatro y las cuatro chicas enamoradas de mí, pero no puedo decir lo mismo de mi ser.

Me siento confundido. Aún sigo escuchando al trovador, no escucho las canciones de abril por temor a los recuerdos, en este caso prefiero escuchar varias canciones que obtengo al azar y de esa manera, sin esperarlo, se identifican con mi presente. Una de ellas habla de que a pesar de tanto tiempo sigues amando a esa persona, ya sea por romántico o por idiota, por lo que en mi mente aparece furtivamente Alicia. Trato de sacarla de aquí, no quiero pensar en ella ni en todo lo que provoca su imagen en mi mente que rompe mi corazón.

 Todo es confuso en una situación tortuosamente inefable.

Así corre el reloj hasta la noche en la que, por accidente, se reproduce una de las canciones que escuchaba cuando era novio de Alicia, y esta misma me remonta a una noche de lluvia con el recuerdo de mi viaje mental por el cuerpo de Alicia y sus maravillas. Una confusión del corazón con el cerebro. Me obliga a enviarle un mensaje, mi orgullo se esconde para hacerlo.  He revisado su perfil en redes sociales sólo para saber que sigue ahí, sigue viviendo lejos de mí con sus nuevos amigos y posiblemente con un chico más listo que yo que no intentará cambiarla.

Leonardo: Hola. ¿Cómo has estado? ¿Puedo decirte algo?  Mira, lo que sucede es que te extraño. No la relación en sí, sino a ti. Extraño a la persona con la que platicaba en clases, quien no maduraba, que siempre enviaba audios a cada momento y que me sacaban sonrisas… Tal vez suene tonto o estúpido, pero es cierto, te extraño, más que como novia, como mi mejor amiga.  Me he tardado en decirte eso, por eso quiero que aprecies este mensaje de medianoche, porque me he tragado el orgullo para hacerlo. Estoy mostrando mi parte más sincera para decir esto. Te extraño Alicia, y no miento, ya que no te conozco de un día, sino de toda la vida. Bueno, eso es todo. Si quieres responder sería bueno, pero si no, no importa. Que tengas una bonita madrugada.

Es mi momento más sincero después de tanto tiempo. Por fin hablo con la verdad, y es mucho más fácil que mentir tanto. No espero que responda o que lo lea, pero en seis minutos hace ambas cosas.

Alicia: Hola, buenas noches. He leído tu mensaje, sinceramente, me conmueve el hecho de que quieres regresar a la amistad que teníamos, y la verdad no tengo problema alguno.

Leonardo: ¡¿De verdad?!

Alicia: Claro.

Leonardo: Excelente.

Alicia: Entonces, ¿amigos?

Leonardo: Amigos.

Volvemos a ser amigos y tengo la inocente ilusión de que podamos volver a hablar antes de aquel veintidós de abril.

Al día siguiente todo continúa con normalidad: aventuras, empezar a hablar con Alicia, ocio de vacaciones. Hasta que llega a mi teléfono un reclamo de Diana. Una publicación en una red social donde Lizbeth me relaciona con ella. Le explico que es mi amiga y que seguro lo hizo por molestar, una broma más.

Durante unas horas espero a que Lizbeth lo quite, al final me dice que era un reto. Un reto que casi me destroza toda la falacia. Por suerte Diana me cree y no tengo que hacer más, aunque Marisol la vio. Probablemente todo se ha acabado con ella, aunque dejamos de hablar durante un cierto tiempo, que me sirve para estabilizarme con Diana. Y con Alicia las conversaciones son cortas y no muy interesantes.

El tiempo no tiene consideración sobre mí y antes de que pueda adaptarme al entorno éste modifica algo.

Un veinticinco de julio, salí con Vanessa a aquel centro social abandonado. A las tres con cincuenta y nueve estábamos solos en un cuarto del lugar. Como la vez anterior, juntos, solo que, en esa ocasión, ella se recostó en el piso. Me pidió que me acercara ella y lo hice. Comencé a besarla, y en varias ocasiones ella mordía mis labios de manera muy fuerte, no niego que comenzaba a doler y eso sólo aumentaba lo erótico del ambiente. Durante ese momento ella se quitó la blusa, quedándose con su sostén color negro. Me quitó la playera negra que tenía puesta. Estaba ligeramente sobre ella besándola mientras ella me abrazaba con sus piernas. Mordida tras mordida. El tiempo pasó.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

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