Apnea

Parte IV: Sol sediento (5)

Domingo 1 de agosto.

Pasan varios días sin que me contestase. No hablé con nadie. Lo más relevante que cabe destacar es haber ido a un simposio en la ciudad, hablaron de historia y letras, fue muy interesante, me sentí tan distinto al poder hacer algo que no requiriera sentimientos. Ese día llovió a cántaros, casi evitando mi viaje hasta allá, pero al detenerse fui usando una camisa blanca arremangada, pantalón azul marino y un par de lentes negros que adquirí hace poco para protegerme del calor y de cierta manera, tratar de ocultar mis ojeras que han ido creciendo desde hace semanas. Además, he desarrollado delirios de escritor, me atrae expresarme con relatos o poemas, sobre todo al estar en la biblioteca pública y ver que empezaron a impartirse cursos para introducirse a la escritura. Son entretenidos, creativos y finalmente tengo en qué despejar la mente. Con todo este rollo literario es que me he animé a ir a ese centro de cultura donde ocurrió el simposio.

Entre escritos paso mis noches en el jardín, leyendo en la tableta electrónica, escuchando música o sencillamente contemplando la luna de verano. No me aterra la obscuridad, me hace sentir cobijado y el calor que hace últimamente me obliga a estar fuera de casa. Duermo a las tres de la mañana cuando estoy muy cansado. En una noche conozco una chica sensacional, es divertida, lee y le gusta el mismo trovador que yo, me agrada muchísimo, aunque lamentablemente viva en otro estado, por lo que tenemos una buena amistad a distancia. Es otra inadaptada social como yo y eso revive mis esperanzas de encontrar una chica que se sienta así cuando entre a la preparatoria y pueda entenderme. Por cierto, respecto a la preparatoria, presenté el examen de ingreso hace unos días, fui desvelado por quedarme leyendo a deshora, no importa, confío en mi intelecto adelantado para pasarlo sin problemas.

Me siento muy diferente al chico de abril, mi cabello está un poco largo, tengo más ojeras, ha desaparecido la mayoría del acné gracias al jabón de azufre, se acabó el perfume que tenía y que Alicia adoraba, en su lugar tengo una fragancia de madera que llega a hostigarme, ya no uso mi suéter preferido y ando con gafas redondas para ocultar mi vista cansada.

Voy a ver mis resultados para mi ingreso a la preparatoria. Logré entrar, pero eso no me alegra lo suficiente. Era obvio que lo haría y a pesar de mi poca satisfacción, la emoción por personas nuevas me da ánimos para seguir en este camino. Tengo que seguir en este mundo amarillo.

Mi mundo ha tomado un tono amarillento enfermizo que aborrezco minuto a minuto. Los minutos me queman conforme se gasta el reloj, el cual se ha vuelto tan haragán que convierte instantes en odiseas casi interminables, aunque narre los días en conjunto para adelantar lo que sucede en mi aburrida vida, no quiere decir que para mí transcurran rápidamente, son pequeñas eternidades que afronto con el poco de valor que me queda. Pasando tardes de calor, desazón y soledad. La soledad es la factura de mi insolente comportamiento.

Las lluvias no regresan más, ocasionándome una sed en mi alma, las ansias de querer ver el cielo gris nuevamente y que las gotas de agua puedan atrapar el calor del suelo para refrescar, aunque sea un par de grados el ambiente, que me quiten esta horrible necesidad de esconderme de la luz por los días y salir en las noches a observar la luna al no tener opción para quedarse en cama. El sol quema lo que toca con sus rayos putrefactos que incendian la piel, los que llegan por la puerta de la casa o a través de mi ventana en las mañanas, siento que los segundos queman mi espíritu al pedirles que avancen lo más que puedan y que me lleven a un futuro más agradable donde el clima pueda tolerarse un poco más, pero también les suplico que mejor sería que todos acordaran retroceder hasta la primavera que se fue, que me transporten al abril en el que era feliz mensajeándome con Alicia.

Hemos hablado con Gabriela, un poco más calmados, sin mencionar lo anterior. Las pláticas no son muy amigables, nada regresa a ser como antes. Preguntarle cómo se encuentra y que sólo me responda que bien, no me da iniciativo para seguir tratando de conversar con ella. No tengo pláticas más interesantes que con la chica que está lejos de mí, esto es frustrante, por el momento sólo me queda esperar y seguir respirando este aire seco que incendia mis pulmones como la brasa de una fogata ardiente que se prende cada día más.

Estamos en agosto y ya pasaron las aburridas vacaciones. Diana me terminó quién sabe por qué y dejamos de hablar con Gabriela. Entraré a la preparatoria en unos cursos para prepararse antes de iniciar las clases formales, el primer día será el lunes diez.

Me despierto a las seis de la mañana porque entraré hasta las ocho. Me ducho, me pongo una playera roja y un pantalón de mezclilla azul obscuro que me encanta, desayuno rápido y me voy caminando hasta la preparatoria. El camino consta de aproximadamente diez cuadras que reduzco al irme por la orilla de la carretera para no ver personas en mi camino. Llevo una libreta de color azul en la mano y en mi cabeza la idea de tener nuevos amigos, conocer personas y, tal vez, a alguna linda chica de amiga porque no quiero cometer más errores. Un miedo de no encajar me come por dentro, me pregunto lo qué haré si en mi salón no queda alguien conocido.



#45700 en Novela romántica
#4465 en Novela contemporánea

En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.