Apocalipsis

[09]

«¡Hola, hola! Soy Mía y por el momento ni yo ni mi pequeña hermanita torpe podemos responder, seguramente tenemos mejores cosas que hacer así que deja tu mensaje después del tono y quizás algún día te respondamos».

Camila sintió lágrimas picando en sus ojos luego de que sonara el tono que indicaba que se estaba grabando el mensaje.

—Mía... Yo...– tragó saliva, su garganta se sentía casi completamente cerrada, las lágrimas saladas caían una tras otra. —Espero que sigas en cama descansando... Solo quiero que sepas que estoy bien... Trataré de llegar a casa y... Por favor no salgas...–

Su voz dejo de escucharse en algún punto mientras suplicaba en silencio que su hermana respondiera. Esperó hasta que el mensaje dejó de grabar y la llamada terminó. Estaba temblando de nuevo. Se sentía patética.

Alan la observaba desde la cocina. El agua de la regadera se escuchaba desde la distancia, Esteban había tomado su turno.

—Seguro estará bien– Alan trató de tranquilizarla.

Camila asintió intentando convencerse a sí misma de ello.

—Ven acá– Alan alzó la mano para que se acercara.

Camila obedeció y se aproximó arrastrando los pies. Alan le había preparado un poco de chocolate caliente. Ella se sentó en la silla alta de la barra de la cocina y tomó la taza de donde salía una bruma vaporosa. Sopló un poco y dio el primer trago quemándose levemente en el proceso. El sabor era dulce y agradable, de inmediato sintió calor en su pecho.

—Joder... Siento que se me salieron los intestinos por las orejas– la voz ronca de Daniel los hizo saltar del susto.

Alan se movió hasta donde se encontraba el muchacho.

—No te muevas, tienes un golpe horrible en la cabeza– advirtió.

—¿Dónde está Esteban?– preguntó Daniel, frunciendo el ceño al solo localizar a Alan y Camila.

—Dándose un baño–.

—Que bien, ya empezaba a apesar– Daniel sonrió apenas un poco antes de sentir que se mareaba.

Camila los escuchó conversar en silencio desde la cocina donde su taza de chocolate caliente humeaba. Le parecía todo muy irreal. El sonido de la lluvia volvió a hacerse presente con fuerza en el exterior, el cielo seguía tan nublado como desde el día anterior. Esa sería la primera noche que dormiría fuera de casa y lejos de Mía.

 


***

 

—Solo digo que si se trata de seguridad entonces lo mas lógico es ir a bodegas repletas de comida o cosas por el estilo–.

Diego rodó los ojos y siguió avanzando tratando de no perder las vías del tren. Llevaban casi dos horas caminando hacia Velet Town, un pequeño pueblo en donde se suponía habían logrado controlar un poco el virus, o al menos eso había escuchado. Habían pasado la noche refugiados al interior de una heladería comiendo conos de galleta y esa mañana muy temprano habían emprendido el camino tras comprobar que los muertos vivientes se habían alejado hacía otras partes de la ciudad.

Lo único malo hasta el momento era que Mía no era una compañera precisamente agradable.

—¡Moriremos de hambre antes de que esas cosas nos encuentren!– insistió ella, cuyo estómago volvió a rugir hambriento.

—Nos encontraran verdaderamente rápido si siguies gritando– Diego giró bruscamente hacía la chica —¿por qué no haces algo bueno y tomas otro camino que no sea este?–.

Mía se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

—Tengo una idea mejor...–

—Silencio–.

—No, no. Hablo en serio, déjame continuar– pidió Mía.

—¡Cállate!– Diego se apresuró a poner la mano sobre los labios de la muchacha —¿escuchas eso?–.

Mía empezó a forcejear tratando de alejarse del moreno quien se mantenía atento, escuchando. De pronto el sonido de un motor bastante ruidoso llegó desde alguna parte cercana.

—Suena como una motocicleta– dijo Diego, tomando la mano de Mía para obligarla a correr lejos de las vías hacía el bosque que bordeaba el camino.

Se escondieron detrás de los arbustos esperando mientras lanzaban miradas en ambas direcciones del camino.

—¿Y si le pedimos ayuda a quien sea que venga? De verdad necesito comida– mencionó ella.

—No podemos confiar en cualquier vago–.

—¿Y por qué estoy confiando yo en ti entonces?– Mía frunció el ceño antes de que el sonido del motor se volviera mas cercano.

Se agacharon aún mas entre los arbustos cuando lograron reconocer el sonido de los chillidos de esas criaturas por debajo del escandaloso motor.

Efectivamente, una motocicleta pasó justo frente a ellos. Un hombre y una mujer iban montados en ella y siendo arrastradas por unas cadenas atadas a la misma moto iban tres criaturas que chillaban y mordían en el aire, retorciéndose mientras trataban de ser liberados. Pasaron tan rápido que lo único que Mía pudo escuchar fueron las carcajadas de esas personas quienes al parecer disfrutaban de ver como las criaturas perdían la piel de sus piernas al hacer fricción sobre la gravilla del camino.

Aguardaron un momento antes de salir de su escondite tras los arbustos.

—Lo que faltaba, los dementes que se creen el Joker y Harley Quinn ya salieron de sus cuevas a hacer sus destrozos– refunfuñó la chica.

—Escucha, esto es serio. La humanidad se fue a la mierda, hay miles de esas cosas y ahora incluso debemos protegernos de los mismos humanos. Debemos permanecer unidos y quizás así haya mayor probabilidad de sobrevivir– Diego habló con calma pero lo único que recibió como respuesta fue el gruñido del estómago de Mía. —Estamos jodidos– sentenció resignado.

—No es mi culpa tener un gran apetito– se excusó ella —habría sido mucho más fácil si en lugar de tomar los cuchillos de mi cocina hubieras agarrado algo de comida ¿de qué pensaste que ibas a sobrevivir? ¿Del sol y la tierra? ¡No eres planta!–.

Diego alzó las manos al cielo pidiendo ayuda. La lluvia se había detenido horas antes y al parecer finalmente el cielo empezaba a despejarse dejando caer los primeros rayos del sol. Esto hacía que el agua estancada se evaporara y el ambiente se sintiera sofocante, sin contar con que el aroma a putrefacción empezaba a tomar un papel protagonico en el aire.



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En el texto hay: zombies, romance, terror

Editado: 24.02.2021

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