Aurora estaba frente a su espejo, terminando de aplicar un toque de brillo labial. No podía creer que hubiera aceptado la invitación de Connor para ir a la feria. Después de todo lo que había pasado entre ellos, había decidido darle una oportunidad más. La curiosidad por ver la nueva faceta de Connor que ella sospechaba existía, aunque ocultada bajo la superficie, la impulsó a aceptar. Miró su reflejo y respiró hondo antes de salir de su cuarto. La noche prometía ser especial, y aunque las dudas aún se agolpaban en su mente, también sintió una extraña emoción.
Cuando Connor llegó a recogerla, sus esfuerzos por ser puntuales y presentables no pasaron desapercibidos para Aurora. Miró por la ventanilla y observó a Connor recostado en su lujoso coche. Entonces instintivamente sonrió y se colocó un mechón de su pelo detrás de su oreja y luego de morderse los labios salió de su habitación.
—¿A dónde vas? —preguntó Ariella al ver a su hija bajar las escaleras un tanto diferente.
—Mmm, saldré con un amigo —respondió ella algo apenada.
—¿Una cita? —preguntó su madre.
—Mm, no, solo iremos a la feria —respondió ella.
—Eso es una cita. ¡Ay! Mi niña tiene una cita —dijo su madre acercándose a ella para abrazarla apoyando una de sus manos en el rostro de Aurora y pegarla a su pecho.
—Cuídate, no llegues tarde y usa protección —advirtió su madre.
—¡Mamá! —reclamó Aurora indignada y negando con la cabeza.
—Adiós, mamá —respondió sin muchas ganas saliendo de su casa. Caminó en dirección a Connor sintiéndose nerviosa.
—Hola —saludó al verla llegar.
—¿Cómo estás? —respondió con una pregunta.
—¿Lista? —dijo Connor mirando lo bella que se veía con ese sencillo labial. Ella asintió levemente y él le abrió el coche para subir.
Durante el trayecto hacia la feria, la conversación fue tranquila y cálida, y de tanto en tanto se producía un silencio extraño. Aurora notó la manera en que Connor evitaba hablar sobre sus amigos del colegio, centrándose solo en ella, en sus pasatiempos, en lo que les gustaba. Estas pequeñas acciones comenzaron a derretir la última capa de hielo que Aurora mantenía entre ellos.
Al llegar a la feria, los colores brillantes y las luces del carrusel les dieron la bienvenida. Connor y Aurora pasearon por el lugar, probando juegos y compartiendo algodón de azúcar. Connor, siempre atlético, se destacó en los juegos de destreza, ganando un peluche para Aurora que la hizo sonreír ampliamente.
Aurora disfrutaba de cada momento, notando cómo Connor se esmeraba por hacerla sentir cómoda y feliz. No era el chico egocéntrico del equipo de baloncesto que disminuía a los demás para destacar. Esa noche, Connor se mostró cálido, genuino y atento, y Aurora encontró difícil resistirse a su encanto. Había algo más en él que la noche iluminada de la feria sacaba a relucir.
Después de un rato, Connor subieron a la rueda de la fortuna . Mientras subían, el ruido y el bullicio de la feria quedaban atrás, sustituidos por una paz y una tranquilidad que solo se lograban a gran altura. Aurora miraba fascinada las luces de la ciudad desde lo más alto, sintiendo una conexión momentánea y real con Connor.
—Es hermoso, ¿verdad? —Dijo Connor, rompiendo el silencio. Ella giró y sus rostros quedaron muy cerca el uno del otro.
—Sí, lo es —respondió Aurora. —Gracias por invitarme. Estoy pasando una noche maravillosa.
—Me alegra oír eso, Aurora. Realmente quería pasar tiempo contigo, conocerte mejor sin todas esas expectativas y presiones de los demás —confesó sorprendiéndola ante tal confesión.
Aurora sintió que su corazón se emocionaba ante sus palabras. Cuando la rueda finalmente se detuvo en el punto más alto, Connor tomó su mano y la miró a los ojos. —Gracias por darme una oportunidad. No quiero arruinarlo, de nuevo, prometo no ser de nuevo un idiota.
Ella se quedó perdida por unos instantes mirándole a los ojos fijamente, sintiendo que su corazón iba a salir de su pecho. A Connor le sucedió lo mismo sintiendo una explosión nunca jamás sentida en su interior
Después de la feria, continuaron la noche conduciendo hasta llegar a un prado desierto, un lugar apartado de la ciudad y el bullicio. Connor aparcó el auto y él le ofreció la mano para subir al capó, ella riendo subió recostándose para observar las estrellas que iluminaban el cielo nocturno.
—¿Alguna vez viste las estrellas tan de cerca como si pudieras tocarlas? —preguntó él.
—Nunca de esta manera — dijo girando su rostro hacia él. Connor imitó su movimiento y ambos quedaron muy cerca el uno del otro.
Y sin decirle nada se inclinó ligeramente y sus labios tocaron los de ella. Aurora correspondió al apasionado beso.
Bajo ese cielo estrellado, ambos sintieron que habían dado un giro a sus vidas, uno que probablemente cambiaría el rumbo de la historia.
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Editado: 18.07.2024