Capítulo 8: Proyecto

Romina

La mañana del lunes me recibió con una llamada de mi jefe. Me apresuré a contestar, todavía tratando de despejar la somnolencia de mi mente.

—Buenos días, Romina. Necesito que vengas a la oficina lo antes posible. Tenemos un nuevo proyecto urgente y quiero que tú te encargues —dijo, sin preámbulos.

Sentí una mezcla de emoción y ansiedad mientras me vestía rápidamente y me dirigía a la oficina. Un nuevo proyecto siempre era una oportunidad para demostrar mi valía, pero también significaba largas horas y mucho estrés. Cuando llegué, mi jefe ya estaba esperándome con una pila de documentos y planos sobre la mesa.

—Este proyecto es para un cliente muy importante, uno de los mayores inversores en la ciudad. Quiere un diseño innovador para su nuevo complejo residencial. El problema es que tenemos un plazo extremadamente limitado. La presentación es en dos días —explicó, con seriedad.

—¿dos días? —pregunté, tratando de disimular mi sorpresa—. Eso es... muy poco tiempo.

—Lo sé, pero confío en que puedes hacerlo. Reúne a tu equipo y empieza de inmediato —dijo, dándome una palmada en el hombro.

Pasé el resto del día sumergida en reuniones, revisando planos y coordinando con mi equipo. A medida que avanzaba la tarde, me di cuenta de que no iba a poder cumplir con el plan de encontrarme con Daniel esa noche. Sentí una punzada de decepción, pero el trabajo debía ser mi prioridad.

Le envié un mensaje: "Hola, Daniel. Lamento mucho tener que cancelarlo, pero me han asignado un proyecto muy importante en el trabajo y tengo que quedarme hasta tarde. Tal vez podemos reprogramar para otro día."

Su respuesta fue rápida: "Entiendo, Romina. No te preocupes. Buena suerte con tu proyecto. Hablamos pronto."

Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Me quedé en la oficina hasta bien entrada la noche, trabajando en los primeros esbozos del diseño. Finalmente, decidí llevarme el trabajo a casa para seguir avanzando.

Cuando llegué a mi apartamento, estaba agotada pero determinada. Me cambié a ropa cómoda y continué trabajando en la mesa del comedor. Perdí la noción del tiempo hasta que escuché un suave golpe en la puerta.

Abrí la puerta y me encontré con Daniel, sosteniendo una bolsa de comida para llevar y una sonrisa amable.

—Pensé que podrías necesitar un poco de ayuda y algo de comida —dijo, levantando la bolsa—. ¿Te molesta si me uno a ti por un rato?

Me quedé sin palabras por un momento, sorprendida y agradecida al mismo tiempo.

—Daniel, no tenías que... Pero, gracias. Realmente lo aprecio —respondí, dejándolo entrar.

Nos sentamos en la mesa del comedor, y Daniel sacó una variedad de platos deliciosos. Nos tomamos un breve descanso para comer, y la comida me dio la energía que necesitaba para seguir adelante.

—Entonces, cuéntame sobre este proyecto tan importante —dijo Daniel, después de un rato.

Le expliqué los detalles del diseño y los desafíos del plazo. Para mi sorpresa, Daniel escuchó con interés y comenzó a darme algunas ideas frescas y prácticas.

—¿Has pensado en usar materiales reciclados? Podrían darle un toque innovador y ecológico al complejo —sugirió.

—Eso es una gran idea. Además, se alinea con las tendencias actuales de sostenibilidad. Gracias, Daniel —respondí, anotando sus sugerencias.

Pasamos las siguientes horas trabajando juntos, Daniel ayudándome a organizar mis ideas y a pensar fuera de la caja. Su apoyo y entusiasmo eran contagiosos, y pronto me encontré disfrutando del proceso, a pesar del estrés.

Mientras repasábamos los planos, Daniel se levantó para buscar algo en su mochila y sacó una pequeña libreta de bocetos. La abrió y me mostró algunos de sus dibujos. Eran simples, pero llenos de creatividad y originalidad.

—Siempre llevo esta libreta conmigo. Me ayuda a plasmar ideas que se me ocurren en momentos inesperados —dijo, con una sonrisa.

Observé sus bocetos y de repente una idea surgió en mi mente. Uno de sus dibujos, una estructura geométrica intrigante, parecía encajar perfectamente con el concepto innovador que buscaba para el complejo residencial.

—¡Eso es! —exclamé, señalando el dibujo—. Esa estructura podría ser la pieza central del diseño. Podría funcionar como un espacio comunitario, un lugar de encuentro para los residentes.

Daniel sonrió, contento de haber inspirado algo útil.

—Me alegra poder ayudar. ¿Te gustaría que trabajáramos en ello juntos?

—¡Definitivamente! —respondí, emocionada—. Tu creatividad y mi experiencia pueden hacer de este proyecto algo realmente especial.

Pasamos el resto de la noche desarrollando la idea. Daniel trazaba bocetos rápidos mientras yo ajustaba los planos en mi computadora. La colaboración entre nosotros fluía naturalmente, y cada idea parecía complementar a la otra.

A medida que avanzaba la noche, nos detuvimos para tomar un descanso. Me recosté en el sofá, sintiendo el peso del cansancio, pero también una nueva energía.

—Gracias por estar aquí, Daniel. No sé cómo hubiera hecho todo esto sin tu ayuda —dije, mirándolo con gratitud.

—Para eso están los amigos —respondió, sonriendo—. Además, es una buena excusa para pasar tiempo contigo, incluso si estás trabajando.

Nos quedamos en silencio por un momento, la conexión entre nosotros se sentía más fuerte que nunca. Me di cuenta de que, aunque nuestras vidas eran muy diferentes, había una profundidad en nuestra relación que superaba esas diferencias.

—Romina, sé que este proyecto es importante para ti, pero no olvides cuidar de ti misma también. No quiero que te agotes —dijo Daniel, con sinceridad.

—Lo sé. Gracias por recordármelo —respondí, sintiendo un calor reconfortante en su preocupación.

Nos quedamos sentados en el sofá, disfrutando de la tranquilidad de la noche. La conversación se desvaneció en un silencio cómodo mientras el cansancio comenzaba a apoderarse de mí. Sin darme cuenta, me incliné hacia Daniel y apoyé la cabeza en su hombro. Él no dijo nada, solo levantó un brazo y me rodeó con él, acercándome más.