Apostémosle al amor

Capítulo 16: Festival

Daniel

La noche prometía ser especial, y no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nervios mientras nos dirigíamos al festival. El auto estaba lleno de risas y conversaciones animadas; todos parecían estar de buen humor, lo cual era un buen augurio para la velada. A mi lado, Romina estaba radiante, su sonrisa iluminaba el interior del auto. No podía dejar de mirarla de reojo, intentando mantener la compostura, pero era difícil no notar lo hermosa que se veía esta noche.

—Parece que todos estamos emocionados por el festival —comenté, tratando de calmar la ligera tensión que sentía en el pecho.

—¡Definitivamente! —respondió Ana desde el asiento trasero—. Hace tiempo que no asistía a uno de estos eventos, y sé que será memorable.

—Lo será, Ana, lo será —dije, más para mí mismo que para ella, mientras ponía el auto en marcha.

Conduje a través de las calles iluminadas, siguiendo las indicaciones para llegar al festival. A medida que nos acercábamos, las luces del evento se volvieron visibles, brillando en la distancia como una promesa de diversión y magia. Los colores y la música llenaban el aire, y sentí un nudo de emoción en la garganta.

Finalmente, estacionamos y bajamos del auto. Mamá y papá lideraron el camino, seguidos de cerca por Pablo y Carlos. Ana se unió a ellos, dejando a Romina y a mí un momento a solas mientras caminábamos hacia la entrada.

—¿Estás lista para esto? —le pregunté a Romina, ofreciéndole mi brazo.

Ella me miró con esa expresión de confianza que tanto admiraba en ella.

—Más que lista. Este lugar es increíble, Daniel.

Sonreí, sintiendo un calor en el pecho que no podía negar.

—Me alegra que te guste. Quiero que esta noche sea especial para ti.

Mientras entrábamos al festival, el bullicio y la energía del lugar nos envolvieron. Había puestos de comida, juegos y atracciones por todos lados, cada uno más llamativo que el anterior. Sin embargo, no pude evitar notar cómo Romina se detuvo frente a un carrusel antiguo, sus ojos brillando con una mezcla de nostalgia y alegría.

—¿Te gustaría subir? —le pregunté, adivinando su pensamiento.

Ella asintió, y su sonrisa se amplió.

—No recuerdo la última vez que estuve en uno de estos. Me encantaría.

Le ofrecí mi mano, y juntos nos acercamos al carrusel. A medida que el tiovivo giraba lentamente, las luces parpadeaban alrededor de nosotros, y por un momento, sentí que éramos los únicos dos en todo el festival. Romina parecía feliz, y verla así hizo que mi corazón latiera con fuerza.

—Gracias por esto, Daniel —dijo, mirándome directamente a los ojos—. Realmente lo necesitaba.

Sonreí, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban ante sus palabras.

—No tienes que agradecerme —respondí, tratando de mantener mi voz serena, aunque por dentro sentía una tormenta de emociones—. Estar aquí contigo, verte sonreír... es todo lo que necesito.

Romina me miró con una suavidad que casi me desarmó. Su mano seguía entrelazada con la mía, y la calidez de su tacto me hacía querer acercarme aún más a ella.

—A veces es difícil encontrar momentos como estos —dijo en voz baja, casi como si estuviera hablando consigo misma—. Momentos en los que todo parece estar en su lugar.

Asentí, comprendiendo más de lo que las palabras podían expresar. Sabía que en su vida, las cosas no siempre eran fáciles, y verla relajada y feliz era un privilegio que no tomaba a la ligera.

—Esos momentos son raros, pero creo que cuando llegan, hay que aferrarse a ellos con fuerza —le respondí, sin apartar la vista de sus ojos. En el fondo, algo dentro de mí comenzaba a agitarse, como si un secreto que había mantenido guardado durante mucho tiempo estuviera a punto de salir a la luz.

Romina sonrió y desvió la mirada hacia el horizonte, como si estuviera contemplando algo más allá de lo que podía ver. El carrusel seguía girando, y con cada vuelta, sentía que nos acercábamos más a un punto de no retorno.

—Tienes razón, Daniel. Y es curioso... porque contigo me siento segura, siento que puedo ser yo misma, sin filtros —dijo, y sus palabras resonaron en mi mente como un eco.

Mi corazón dio un vuelco. La escuché, y aunque sus palabras eran tiernas y reconfortantes, también me enfrentaban a una verdad que había estado evitando. Mis sentimientos por Romina eran más profundos de lo que había admitido, incluso para mí mismo. Pero, ¿cómo podía decirle eso sin arriesgarlo todo?

—Romina, yo... —empecé a decir, pero antes de que pudiera encontrar las palabras adecuadas, el carrusel llegó a su fin y la música cambió a un ritmo alegre. La rueda del tiovivo se detuvo lentamente, y las luces parpadeantes de alrededor parecían anunciar el final de nuestro momento íntimo.

El operador del carrusel nos saludó mientras nos bajábamos. En el instante en que tocamos tierra, sentí una mezcla de alivio y frustración. Romina me miró con una curiosidad silenciosa, y aunque no habíamos terminado la conversación, era claro que nuestro momento se había interrumpido.

Al mirar hacia adelante, vi a mi familia esperándonos cerca del puesto de comida. Ana, con su energía inagotable, estaba al frente del grupo y nos vio acercarnos.

—¡Daniel! ¡Romina! ¡Qué bien que llegaron! —exclamó Ana, sus ojos brillando con emoción—. El baile de parejas acaba de comenzar.

Antes de que pudiera decir algo, Ana ya estaba empujándonos a Romina y a mí hacia la pista de baile. La música vibrante nos envolvió, y me encontré rodeado por las luces y el bullicio del festival, con Romina a mi lado.

—Vamos, no podemos quedarnos aquí parados —dijo Ana, guiándonos hacia el centro de la pista.

Romina me lanzó una mirada divertida y un poco tímida, pero también había una chispa de aventura en sus ojos.

—Parece que estamos en esto juntos ahora —comentó con una sonrisa.

—Sí, parece que sí —respondí, intentando hacer que mi nerviosismo se convirtiera en entusiasmo.



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En el texto hay: romance, comedia y drama

Editado: 30.10.2024

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