Aprendiendo a Aceptar

Capítulo XIV

Vestida con una creación de seda color azul, allí estaba Violet. Tan hermosa como la última vez que la había visto. Sus ojos aún no se habían percatado de la presencia de Ethan y el aprovechó el momento para empaparse de ella.

 

Estaba embelesado viéndola que salió de su ensimismamiento cuando su acompañante se retorció bajo su brazo.

 

—Es su hermana. Me encantaría hablar con ella. —caminaron hacia el inminente desastre que se aproximaba.

 

Llegaron hacia donde estaba ella y Abigail los miró fijamente. No le gustó verlos juntos. —Buenas noches hermana. —se giró hacia Amelia. —Me imagino que ya se conocen.

 

—Buenas noches Lady Rushmore. Es un honor volver a verla. — Amelia hizo una reverencia.

 

Abigail sonrió pero su sonrisa no llegó a los ojos, esa chica no le caía muy bien. Mucho menos le caía su hermana mayor. —Buenas noches lady Amelia. Para mí también es un placer volver a verla. —volteó hacia Violet. —Le presentó a mi amiga Lady Violet Hayes.

 

Violet se quedó estática por un segundo. Ahora si su amiga se había vuelto loca. ¿Cómo la pudo presentar como si fuera alguien de sociedad? De una pequeña bola de nieve se había convertido ahora en una bola de demolición con la capacidad de destruir todo a su paso.

 

—Mucho gusto. —respondió Amelia no muy convencida ante Violet.

 

—Igual. —Había dicho una frase coherente. Menos mal.

 

Ethan no se había dirigido hacia ella. Y eso le dolió. Pero se mostraría indiferente. Y más aún desde que lo vio tomado de brazos con Amelia.

 

Un segundo.

 

Amelia

 

Esa era la mujer con quien él se casaría.

 

De momento sintió que el salón no tenía una pizca de aire. Y que se había reducido todo a su paso. Estaba con su futura esposa. “La perfecta”

 

No lloraría, no delante de él. Se mantendría fuerte.

 

 

 

Ethan quería hablar con ella. Sacarle toda la información que pudiera. Lo que había hecho ese tiempo que no se veían. Todo. Aunque no podía. Debía refrenar sus impulsos. Además ella lo estaba viendo como si no fuera más que una piedra en el zapato. Eso le lastimó. No le lastimó, solo le incomodó.

 

“No seas mentiroso” dijo una voz en su mente.

 

Mandó esa voz al mismísimo infierno y trató de concentrarse en la conversación que se generaba al frente.

 

Luego de un rato, un hombre se acercó a ellos. —Buenas noches damas, Abeforth. —giró hacia Ethan. — Rowling.

 

Era un hombre que vagamente recordaba quien era. Un tal Lowell, Luwell. Ni idea, ni le importaba. —Buenas noches. —respondieron todos.

 

—Estoy aquí para hacer una petición. —Posó su vista en Violet y sintió que un halo rojo se paseaba frente a sus ojos. —A esta bella dama. ¿Podría bailar conmigo?

 

¿Le pidió que bailaran?

 

¿A Violet?

 

Ahora tenía ganas de lanzarlo a unas zarzas y que no quedara nada de su horrible ser.

 

Se giró y los ojos de Violet se encontraron con los suyos. Una mirada que parecía que cegaba todo su alrededor. Era como si existieran nada más que ellos dos.

 

Ella fue la primera en retirar la mirada, pero pudo percibir un atisbo de tristeza antes y eso lo desarmó. ¿Qué podía ser aquello que la tenía triste?

 

Esperó su respuesta rogando que lo mandara a freír espárragos. —Sí, me encantaría, Milord.



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En el texto hay: perdon, amor, aceptacion

Editado: 24.05.2018

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