Aprendiendo a amar

Capítulo 3

Nina

Observo a Tyler leer un libro que yo a su edad no hubiera leído ni amenazada con un cuchillo. Aun de adulta no leería un libro de ciencias.

Me gusta que sea tranquilo e inteligente, si bien tiene seis años y debería estar jugando con sus juguetes o haciendo travesuras. Nada de eso le interesa. Lo único que desea es jugar videojuegos o leer y ni siquiera tiene amigos con quienes compartir sus hobbies.  

Hay gente que no debería tener hijos, como en el caso de mi hermano y de su esposa. Ninguno le presta atención y no les importa. No interesa cuantas veces les haya dicho que Tyler está muy encerrado en sí mismo y en algún momento puede jugarle en contra.

Mi hermano dice que tuvo al niño porque mi cuñada quería, y esta dice que fue por un descuido. Sea como sea, es su único hijo y deberían ponerle más atención. Un niño necesita a sus padres y no creo que les guste que cuando sean mayores su único hijo los ignore.

—Ty, ¿quieres un sándwich y un vaso de leche? Te dejaré comer una galleta.

Él levanta la mirada y asiente con una sonrisa tímida. Acomoda el libro con cuidado sobre su cama y me sigue a la cocina sin decir nada. Otro detalle, casi no habla. En clases debo presionarlo un poco para que lo haga y aunque lo hace, le cuesta.

Se sienta en la mesa y empieza a comer el sándwich mientras le sirvo leche y camino a la cocina en busca de la galleta que compré para él y para mí. Mi cuñada es anti azúcar, anti grasas, anti gluten y anti todo lo rico que se pueda comer. Si no fuera por mí, no habría nada en esta casa.

Mi amiga Ana tenía razón. El motivo por el que mi hermano me ofreció a quedarme en su casa de huéspedes era para estar cerca y ocuparme de su hijo aprovechando el amor que tengo por él. Si bien, estoy viviendo más en la casa principal que la de invitados.

Regreso a la sala al mismo tiempo que alguien toca el timbre, dejo la galleta sobre el plato de Ty y me apuro a abrir, sorprendida de encontrar al guapo y antipático vecino de al lado.

Su cabello castaño perfectamente peinado está en modo rebelde, la camisa arremangada hasta los codos y arrugada y sus ojos azules tan fríos como de costumbre.

Siempre luce impecable con sus trajes a medidas, incluso su ropa informal parece salida de revista. En este momento es todo lo contrario. Así que don casi perfecto tiene un mal día.

—Vaya, los deseos se cumplen a medias. Le pedí a la fuente del centro comercial que apareciera un hombre guapo buscándome y me mandó uno guapo, pero antipático. Tal vez debí tirarle un billete y no una moneda o ser más específica.

—Siento no ser su deseo y lamento molestar… Necesito ayuda. No sé que hacer. No deja de llorar.

—¿Quién no deja de llorar?

—La niña—señala su casa—. Se despertó, se puso a llorar y no sé como calmarla. La policía vendrá en un momento y no puede verla así.

—¿Secuestró una niña?

—¡No! Es mi hija o eso dice su madre. No sé, todavía no hice la prueba de ADN.

—¿Qué está consumiendo? ¿Algo ilegal?

Suelta un bufido, pasa la mano por su cabello espeso y me fulmina con la mirada.

—Nada. ¿Podría venir a mi casa a ayudarme?

—Había oído formas mejores de seducir a una mujer.

—No me interesa acostarme con usted, ni siquiera es mi tipo, solo necesito que la niña deje de llorar. ¿Me va a ayudar o no? Mi asistente no responde el teléfono.

Enarco una ceja y suelto un suspiro. No creo que esté mintiendo. ¿Quién inventaría algo así? Alguien sin neuronas o drogado. El vecino será antipático, frío y no sabe sonreír, pero no es tonto. Drogado no sé, no lo parece.

—Bien—giro la cabeza—. Tyler, ven, vamos del vecino a ver si se ha drogado.

—No me estoy drogando.

—La droga es mala. —dice mi sobrino haciéndome reír y poniendo más nervioso al vecino.

Agarro las llaves de la casa y seguimos al vecino a su casa.

—Si usted es un asesino y la idea es matarnos, sepa que soy cinturón negro en karate.

No soy cinturón de nada, ni hago deporte, mas él no lo sabe.

—No soy asesino. Solo quiero que la nena deje de llorar.

Abre la puerta y entro detrás de él con Tyler siguiéndome. Soy una tonta por entrar a casa de un desconocido, pero ya que, la curiosidad me puede.

No alcanzo a cruzar la puerta cuando escucho el llanto de una niña proveniente de alguna parte. Le pido a Tyler que espere en la sala y sigo al vecino a una enorme, masculina y elegante habitación que indica que es suya.

Visualizo a una niña pequeña en el centro de la cama, está abrazada a sus piernas y con la cara oculta.

Miro al vecino.

—Es una larga historia. Su abuela que se hacía cargo de ella murió, su madre no la quiso y la dejó conmigo diciendo que es mi hija. No supe de ella hasta hace unas horas.

—¿Es una broma?

—¿Tengo cara de estar bromeando? No es broma y no consumo nada más que café. Haga algo por favor.



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En el texto hay: romance, millonario, padre e hija

Editado: 25.03.2022

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