El clima había cambiado drásticamente desde que Zeus y Sofía se embarcaron en el viaje de negocios. Las cálidas y suaves brisas del mar ofrecían un respiro de la vida agitada de la ciudad. Habían viajado a la costa para una conferencia y, aunque el trabajo era el foco principal, los momentos de esparcimiento comenzaban a insinuarse entre las presentaciones y las reuniones.
Sofía se sintió algo nerviosa al saber que el hotel tenía acceso directo a la playa. El viaje era un gran paso en su carrera, pero la idea de pasar tiempo junto a Zeus, lejos del ambiente laboral habitual, le hacía latir el corazón con fuerza. Había algo en la cercanía del océano, en el calor del sol y en la libertad que esa escapada ofrecía que la hacía sentir viva, y al mismo tiempo, vulnerable.
Después de un día de sesiones y presentaciones, Zeus sugirió que tomaran un descanso y disfrutaran de la playa. Aunque Sofía se sintió un poco insegura, la idea de estar al aire libre y lejos de las tensiones de la oficina la emocionó. Se cambiaron y se dirigieron hacia el mar.
El sol brillaba intensamente, y el sonido de las olas rompiendo en la orilla creaba una melodía tranquilizadora. Sofía se sentó en una toalla, observando el agua con una mezcla de ansiedad y emoción. Decidió que era el momento de arriesgarse un poco, así que se dirigió hacia el vestidor para ponerse su traje de baño.
Cuando salió, el aire fresco la abrazó. Sofía sintió que los ojos de Zeus se posaron en ella casi instantáneamente. Había algo en su mirada que la hizo sonrojar. El traje de baño acentuaba sus curvas de una manera que nunca se había permitido ver antes, y no podía evitar sentirse un poco expuesta.
—Wow —murmuró Zeus, incapaz de contenerse—. Te ves increíble.
Sofía sonrió nerviosamente, sintiendo cómo el calor subía por su rostro. Se acercó un poco más al agua, donde las olas tocaban suavemente sus pies descalzos, pero el aire entre ellos parecía cargado de una nueva tensión.
—Gracias, pero no creo que sea para tanto —respondió, intentando desviar la atención.
Sin embargo, Zeus no la apartaba de su mirada. A medida que ella se acercaba al agua, él decidió seguirla, metiéndose en la orilla. El juego de las olas atrajo a Sofía a reír, saltando y esquivando el agua que le salpicaba.
—¡Sofía! —gritó Zeus mientras la alcanzaba, un tono de alegría en su voz—. ¡Cuidado!
Ella se giró en el último momento, pero no pudo evitar que una ola más grande la empujara y la empapara de pies a cabeza. Ambos se miraron y, sin pensarlo, comenzaron a reír, corriendo de un lado a otro en la playa.
Mientras jugaban, la conexión entre ellos se intensificaba. Sofía notaba cómo cada roce casual, cada mirada que compartían, estaba impregnada de una electricidad palpable. Se dieron cuenta de que estaban más cerca el uno del otro, las risas se convirtieron en sonrisas cómplices, y el ambiente relajado del mar parecía alentar su cercanía.
Después de un rato, Zeus tomó la iniciativa y, con un movimiento rápido, atrajo a Sofía hacia él. La miró a los ojos, y en ese instante, todo pareció detenerse. La risa se desvaneció, y el aire se volvió denso con una nueva emoción.
—Sofía… —susurró, acercándose lentamente—. No sé cómo explicar esto, pero…
Antes de que pudiera terminar la frase, un grupo de personas pasó cerca, rompiendo el momento. Sofía dio un paso atrás, la realidad regresando en forma de risas y gritos de otros vacacionistas. Pero la chispa había sido encendida.
Sin saber qué decir, ambos se sentaron en la arena, intentando ocultar la confusión y la creciente tensión entre ellos. A lo lejos, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, mientras el mar reflejaba esa belleza en sus suaves olas.
—Es un hermoso atardecer, ¿no crees? —dijo Sofía, intentando desviar la conversación mientras miraba hacia el horizonte.
—Sí, es perfecto —respondió Zeus, aunque su mirada aún estaba fija en ella—. Pero no es lo único que me tiene cautivado.
Sofía se giró hacia él, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. No sabía si debía abordar lo que había sucedido, pero su cuerpo le decía que sí, que necesitaban hablar de esa tensión, de la conexión que los unía.
Ambos sabían que había algo más que una simple atracción física entre ellos. Había un deseo, un anhelo, y quizás, un futuro que estaba comenzando a formarse en las profundidades de sus corazones.
El resto de la tarde pasó entre conversaciones y risas, pero la cercanía de sus cuerpos y las miradas llenas de significado hablaban más que mil palabras. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Sofía y Zeus se dieron cuenta de que el viaje de negocios estaba convirtiéndose en un viaje hacia el descubrimiento de sus sentimientos, y que esa chispa sexual que había comenzado a despertar podría llevarlos a un lugar donde nunca imaginaron estar.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Sofía y Zeus se sentaron juntos en la arena, los pies descalzos sumergidos en la cálida brisa marina. La emoción de la tarde aún vibraba en el aire, y ambos sabían que había algo diferente entre ellos. Pero mientras las olas susurraban secretos, Sofía no pudo evitar reflexionar sobre cómo habían llegado a este punto.
Recapitulación
Todo había comenzado semanas atrás, en la oficina, cuando llegó una carta a la empresa. Sofía se encontraba organizando documentos en su escritorio cuando escuchó a Zeus hablando con uno de los gerentes sobre una próxima convención de negocios.
—¿Ya viste la carta? —preguntó uno de los gerentes, sosteniendo el documento en la mano—. Es una gran oportunidad para que nuestros jefes se conecten con otros inversionistas.
Sofía, intrigada, se acercó un poco más para escuchar. La carta detallaba que la convención se llevaría a cabo en un resort frente a la playa, y todos los jefes debían llevar a sus asistentes. La idea de un viaje a la costa era emocionante, pero también representaba un nuevo desafío para ella.
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Editado: 09.11.2024