Aprendiendo a ser un Zorro Dragón

CAPÍTULO 16

Adolorido, pude sentir una refrescante sensación donde había sido golpeado brutalmente. El dolor disminuía y la sensación de alivio me abrumaba ligeramente hasta devolverme medianamente a la realidad.

—Había extrañado tus cuidados —dije tratando de alcanzar la pata de quien creía era Alely.

—Pues no sabía que me tenías tanto cariño zorrito. Pero yo le voy a escamas con rasgos más de hembra —dijo cierta voz que me dio terror al reconocerlo de mis pesadillas.

Abrí los ojos asustados ante la sensación de peligro que me daba esa voz carrasposa del dragón.

—¿Quién eres tú? —Pregunté mirando a mi alrededor y encontrándome en lo que aprecia, una choza.

Los pilares de madera sostenían una rústica choza de paja muy sólida, a pesar de los materiales. Aunque era amplia, la calidez y el extraño aroma que había en los alrededores hacía nacer en mí cierta nostalgia.

—Kailani nos había dicho que recordaba —indicó al ver como no lo reconocía.

—¿Kailani? —Volví a preguntar sintiéndome confuso. —¿Dónde me encuentro?

—En la aldea de los rebeldes. Tu hogar. ¿Realmente no nos recuerdas zorrito?

—No recuerdo nada de una aldea, pero no tengo muy en claro qué pasó—aunque lo que dije era cierto, su voz me aseguraba que era aquel de mis pesadillas.

El dragón que estaba frente a mí era alguien que no me daba confianza, mucho menos al saber que se comporta tan amable. Además de que en mi mente, me golpeaba una y otra vez de la rabia al pensar que Oscas tenía razón.

Yo era parte de los rebeldes, mismos que no tenían una buena reputación por enfrentarse al valle, pelear por territorio de caza y sobre todo, porque nadie sabía en realidad como habían sobrevivido lejos del fuego arcoíris.

—Tal vez te sientas algo mal por el duro golpe, pero puedes estar tranquilo. No parece haber ocasionado nada grave —dijo mientras volvía a poner su agua en mi golpe —. Ya que no me reconoces, me volveré a presentar. Soy Grimor, quien te cuido desde que naciste de un huevo.

Mirándolo asombrado, lo miré detenidamente teniendo las peores ideas.

—¿Osea que tú eres mi pa...? —Antes de poder completar mi pregunta, fui interrumpido.

—No —negó mientras reía burlonamente —. Encontramos tu huevo fuera del valle.

Dejé salir un suspiro de alivio, además de que debí suponerlo ya que teníamos características diferentes, entre ellos estaba nuestras escamas, ya que las de él, eran de un amarrillo muy pálido.

—¿Encontramos? —Pregunte interesado en quien más estaba junto a él.

—Nuestra maestra, Brydres, quien sabía que tú vendrías para ayudarnos a cuidar mejor esta aldea y poder destruir el valle. El mismo lugar de donde fuimos desterrados.

—Espera, espera —pedí al no entender a qué se refería —. ¿Destruir? ¿Cómo sabía ella que vendría a este lugar?

—No te preocupes zorrito —pidió Grimor con una sonrisa bastante falsa —. Todo será más claro en cuanto te cuente, como es que era tu vida en esta aldea.

Esto lo dijo mientras se dirigía a la salida de la choza, el cual solo me revelaba una increíble aldea, pequeña, pero sin estar encerrada de la naturaleza.

—No nos ataca —expresé impresionado de ver un bosque nada violento.

—Aquí estamos a salvo zorrito. Es tu hogar y no debes temer de tu hogar —explicó Grimor con gran confianza.

—Cuanta mentira puede salir de un hocico tan asqueroso — exclamó Kailani, quien ahora podía verla mejor mientras baja del cielo.

Aunque su mirada irradiaba ira por Grimor, eso no opacaba una seguridad que me hizo dudar aún más del dragón de escamas pálidas.

—Nadie te invitó a este encuentro Kai —indicó el dragón sin separar sus colmillos.

—No sabía que debía tener una invitación para visitar a quien salve —expresó con gran autoridad—. Quien no tiene derecho eres tú y menos para llamarme Kai.

Ambos se miraron con gran furia, preparados y listos para atacarse.

—¿Y si mejor yo decido con quien hablar? —Cuestioné llamando la atención de lo que al parecer no era la primera discusión de aquellos dos.

Grimor gruñó enfurecido y empezó a alejarse de nosotros. Mientras más se alejaba mejor podía ver que el enorme dragón tenía cicatrices por todo su cuerpo y por su musculatura, estaba a la altura de un capitán.

—Casi parece a los viejos tiempos, solo que esta vez no te pusiste atrás mío o me jalas de la cola para que no peleara —exclamó Kailani algo más tranquila.

—Yo hacía eso Kaila... —mi idea se detuvo en cuanto la dragona de hermosos colores me quedó mirando a punto de reprocharme —. ¿Kai?

—Por supuesto, aunque no es de sorprenderme. Realmente te has olvidado de todo.

—Te recuerdo a ti —dije con sinceridad al sentirme feliz de verle.




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