León caminaba un tanto distraído por lo sucedido con Luna. Sin duda no fue algo que planeó como todo lo demás y no se sentía convencido de haber hecho lo correcto. El trayecto era algo largo. La casa de Rey, más bien la de su familia, se encontraba de lado contrario, por lo que le daba tiempo para pensar.
Apenas llevaba medio recorrido cuando divisó a lo lejos a una figura que reconoció enseguida a pesar de no verle el rostro. Era Alí y la manera en que daba los pasos le avisó que su objetivo era él. Cuando estuvo lo bastante cerca, lo detuvo en medio de la calle, poniéndose frente a frente para encararlo con una expresión hostil.
—¡¿Qué pretendes con tu jueguito?! —le reclamó sin dar más explicaciones. Pocas veces se le veía tan fuera de sí como en ese momento.
León adivinó enseguida lo que pasaba.
—No pretendo nada. Pero veo que Christina hizo su parte —acentúo con voz despreocupada. La chica era de las que necesitaban aprender a controlarse y más adelante se encargaría de hacérselo saber.
—Por supuesto que hizo su parte, así como la hubiera hecho cualquiera que los haya visto. ¿Acaso quieres dejar en duda su honor? Que tengamos más libertades, no significa que puedas propasarte. Ni siquiera tienen un compromiso formal como para que te tomes ese tipo de atrevimientos.
El que los escucharan no era algo que les importara, pero para su buena suerte no aparecieron personas que pudieran quedarse a cuchichear.
—Ya veo. No me propasé. Y debo recordarte que yo solo le doy la ayuda que pide —respondió, ignorándolo mientras jugueteaba con su espada, enterrando la punta en la tierra.
Ellos no solían discutir muy seguido, eran compañeros y buenos amigos, si lo hacían era de forma más tranquila. Alí era alguien muy diplomático y León trató de no seguir el mismo rumbo agresivo porque lo respetaba más de lo que él creía.
—¡Dijiste que serías capaz de llevarlo bien! Estuviste de acuerdo en que no cruzarías la línea. ¿Por qué ahora cambias de opinión?
—No he cambiado de opinión —aclaró sin mirarlo.
—Sabes que sí, no quieras pasarte de listo. —Se le acercó, apuntándolo con el dedo y dejando en claro que su presencia imponía.
—¿Qué fue lo que esa entrometida te dijo?
—Lo suficiente para saber que estás arruinando las cosas, y de una vez te aviso que si lo haces, si causas todo el desastre que imagino, no voy a perdonártelo. No debí creerte —dijo lo último como recriminándose. Sabía que León era alguien respetado, pero también que era un manipulador.
—¿Pueden estar más arruinadas? —Sonrió con amargura.
—Estás poniendo el tablero a tu gusto, pero si no tienes cuidado, la parte contraria ganará la partida, y nos vas a llevar a todos contigo. Ella no merece que la envuelvas en estos asuntos.
Una desconocida mirada traspasó el rostro del hombre, encendiéndolo con ira y cada palabra que dijo fue precisa.
—Todo esto tiene pinta de amenaza, amigo, creo que no es propio de alguien como tú —musitó León, aparentando que no le daba importancia a sus reclamos.
—¡Ya estás advertido! Si me entero de que la lastimas de cualquier forma posible, vas a sumar un enemigo a tu lista.
—No hace falta que me exijas nada —exclamó de pronto, observándolo por fin. Sabía que Alí hablaba en serio—. Yo sé lo que hago y ella también. No tiene ocho años, ¿lo has notado?
Algo pareció herirlo, pero evitó externar esa sensación.
—Dije lo que tenía que decir, espero que lo mantengas presente en tus futuros planes que la involucren. —Después se dio la vuelta para marcharse, lanzando antes una mirada amenazante que muy pocas veces se le había visto.
—¿Y qué vas a hacer, eh? ¿Vas a molerme a golpes? ¿A lanzarme una flecha? ¿Intentarás matarme? ¿Faltarás a tus prejuicios? —gritó León para que Alí se detuviera a escucharlo. Nació en él la necesidad de no dejarlo ir sin antes exponerle sus motivos.
Alí se giró de nuevo, dio solo dos pasos y le contestó en la distancia:
—Aún no lo tengo planeado, pero cuando alguien daña a quien quiero, los prejuicios no son suficientes para detenerme.
—¡Solo quiero darle una oportunidad! La que yo no tuve, la que tú tampoco tuviste. —León los apuntó a los dos y su voz sonó sombría—. ¡La de decidir! Quiero que conozca este lugar y lo que ofrece, y que después piense en el sitio del que viene y pueda elegir… Algo que nosotros no pudimos hacer, hermano.
Su amigo permaneció en silencio, saboreando con amargura que lo que él decía era verdad.
—¿Y si decide irse? —preguntó susurrante.
—Podrá hacerlo, nadie la va a detener. Si está aquí es por voluntad propia. Fue ella la que dio muestras de sus deseos desde el principio, fue quien aceptó la propuesta, la que ahora apoya todo, yo jamás la forcé a nada. ¿Por qué no lo entiendes?
—Claro que lo entiendo. —La calma llegó y fue capaz de hablar con sosiego—, más de lo que supones, el que no entiende aquí eres tú. Saldrás mal parado si todo se te voltea. —Sabía que León estaba vulnerable también y lo estimaba de verdad, aunque a veces era un obstinado.
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Editado: 27.05.2024